Daniel Guzmán:
“Cuando tienes la necesidad de contar estas historias no ves el límite”
'La deuda' es su tercera película como director. La ha calificado como la más ambiciosa de las que ha hecho hasta ahora. ¿Genera más tensión esto de cara al estreno?
Te podría decir que sí, pero llevo como un mes acompañando a la película por diferentes ciudades con coloquios posteriores a la proyección. Están durando entre dos y tres horas esas charlas. El pulso con los espectadores ya se lo he tomado, no va a ser la primera vez que la vea con público. Entiendo cómo ha conectado el público a la película y la película con el público, así como las reacciones. A partir de ellas, estoy tranquilo. He hecho todo lo que tenía en mi mano por acompañar a la película y, a partir de ahora, la película tiene que tener su camino. Es verdad que estábamos en el mes más difícil, hay muchísimos estrenos, muchas películas que vienen con un campañón contra el que nosotros no podemos competir. Creo que tengo la suerte de haber podido enseñársela a todos los exhibidores de este país de manera personal, y con todo lo que me han contado sé que me van a ayudar a que la película tenga la vida que se merece o que le corresponde, y van a intentar que conecte con el público. A partir de ahí, serán los espectadores quienes decidan si mantiene en las salas. En definitiva, estoy muy tranquilo por todo el trabajo que hemos hecho y por la reacción del público a partid de todos los coloquios en las ciudades en las que hemos estado.
Dentro de esos coloquios posteriores a la proyección de la película, ¿qué es lo que le ha trasladado el público de manera más destacable?
Lo que más me llama la atención es que en todos los coloquios, independientemente de la ciudad que sea, siempre alguien te agradece el haber hecho esta película y te transmite que, en su opinión, es una película necesaria. Eso es lo más gratificante para mí como cineasta o como autor de esta película. También me genera orgullo que, siendo una película de una carga emocional muy potente, a veces escucho risas en la sala, y eso demuestra que el público también lo disfruta. Que dentro de toda esa emoción se queden para dos horas y media de coloquio y que, al terminar, te den un abrazo me parece muy emocionante y, en cierta manera, significativo; le da sentido a todo el sufrimiento y a toda la carga que tiene hacer este tipo de películas.
El drama social siempre ha estado presente en sus películas pero aquí ha añadido un poco de 'thriller'. ¿Cómo ha sido ese viaje?
Es una apuesta más, por eso digo que entiendo que esta película es la más importante, la más ambiciosa. Mi siguiente película siempre para mí es la última, y la que está por venir es la primera, porque me lo juego todo en cada proyecto a nivel personal, a nivel laboral, a nivel económico... a todos los niveles. Esta película quería que partiese de un contexto social, de una premisa de la necesidad, pero me apetecía investigar a través del género del 'thriller', que le da una estructura, a mi parecer, muy sólida a nivel narrativo.
Aunque el protagonista es el personaje que usted encarna, Lucas, hay una gran presencia femenina dentro del reparto. ¿Tenía claro desde el primer momento que eran ellas las que debían interpretar a estos personajes?
Con Charo (Rosario García), no, porque es una actriz no profesional que yo encontré después de un año de búsqueda, estuve viendo a 600 o 700 mujeres hasta que encontré aquella que reunía las condiciones y las características que justo yo quería para contar esta historia, que tuviera esa humanidad, sentido del humor, la inocencia, sentido común... todo eso lo reúne Charo. Respecto a Susana e Itziar, cuando estaba escribiendo esta historia, puedo decir libremente igual que con Luis Tosar, que quería que lo hiciesen ellas, o al menos las imaginaba haciendo estos papeles. Es cierto que suelo hacer trabajo de ensayos, que no son pruebas en sí, para descubrir a nuevos actores, incluso para personajes que tienen una frase o dos.
Hablemos del personaje que interpreta Susana Abaitua. ¿Hacen falta más Maras en la vida?
Sí, claro, hacen falta más personas con esa luminosidad, con esa luz, con esa vitalidad, con esa energía y, sobre todo, con esa empatía para las segundas oportunidades, que es lo que hace Mara.
Partiendo de la experiencia de su personaje, de Lucas, ¿qué pesa más, una deuda económica o una deuda moral?
Depende de la deuda moral y depende de la deuda económica. Generalmente, en mi caso pesan más las deudas morales, en este caso como la culpa, la necesidad del perdón y de redención, la deuda emocional, esa pesa más, para mí de hecho es el motor para conseguir saldarla. Cuando tienes películas como esta, que la deuda económica es tan sumamente alta, pesa mucho, pero al final de lo económico creo que se sale, de una manera o de otra. Nadie me obligaba a hacer esta película y soy yo el que de manera consciente ha decidido apostarlo todo y endeudarse, tal y como ha hecho mi compañero Pedro Hernández Santos, quien como coproductor se ha endeudado. Cuando tienes necesidad de contar estas historias no ves dónde está el límite, es lo mismo que le pasa a Lucas, que por conseguir ese objetivo acaba rebasando siempre las líneas rojas. En esta película lo hemos rebasado a todos los niveles, personal y profesional, por eso digo que es mi película más ambiciosa.
Ha mencionado a la culpa. ¿La inclusión del caso que protagoniza Lucas viene dada por alguna historia real de la que haya tenido constancia?
Siempre me pongo en esa posición, porque cuando a las personas, ya sean cercanas o más lejanas, les pasa lo que vive Lucas, esa deuda emocional se transforma en culpa, y me interesa cómo se gestiona, cómo vives tú con la culpa generada por una decisión errática que produce un resultado fatídico en la vida de alguien. Me intento poner en su posición e intento entenderlo, porque debe ser muy complicado convivir con eso que te va a acompañar toda la vida. Tenemos esa culpa tan intrínseca en nuestra cultura judeo-cristiana y es tan fuerte, que quería explorarlo a través de lo que le ocurre a Lucas.
Respecto a los límites morales, ¿considera que a nivel social hemos formado un debate dicotómico donde sólo cabe lo bueno y lo malo?
Obvio, está todo polarizado, lo bueno y lo malo, el bien y el mal, el enemigo o el enemigo, el blanco o el negro, la lucha de clases, el superávit y la necesidad... Al final, todo ese camino que hay en medio, toda esa paleta de colores, nos lo estamos perdiendo. Lo que me interesa es no juzgar, entender a las personas, entender sus circunstancias y aceptarlas, confiar en que siempre hay una segunda oportunidad. De eso habla también 'La deuda', de las segundas oportunidades.