El investigador publica ‘El poder de la amabilidad’, un libro que propone mejorar las relaciones humanas a través de la prosociabilidad. Defiende que la amabilidad nos convierte en “personas más exitosas, sanas y felices”


Jonathan Benito:
“Son más productivas las relaciones positivas que la hipercompetitividad”
Hemos oído en tantas ocasiones el escueto resumen de la teoría de Darwin, “sobreviven los más fuertes”, que hemos acabado dándola por buena. Sin embargo, esa máxima tiene una vuelta de tuerca, o mejor dicho, dos como se puede explorar en ‘El poder de la amabilidad’ (Planeta) un libro que lleva la firma de Jonathan Benito, profesor e investigador de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Madrid.
En tus libros anteriores estabas centrado en otros conceptos, como la productividad y la neurogénesis. ¿Qué te ha llevado a escribir sobre la amabilidad?
Nosotros en el laboratorio llevamos ya años estudiando la amabilidad, que lo llamamos prosociabilidad, que es un término un poquito más amplio que incluye amabilidad, amigabilidad y también interacción positiva con otras personas. En un momento tuve una experiencia personal, un día de esos que tenía torcido tuve una interacción de amabilidad que me cambió el día y pensé que, ya que siempre estamos en el laboratorio estudiando la amabilidad, hay que llevárselo al gran público, trasladarles este concepto, la posibilidad que tenemos para que este tipo de interacciones que he vivido yo y que me cambió el día para bien, se extienda a más personas y se dé más veces.
Muchas veces precisamente ponemos el foco en lo contrario, en alguien que nos dice algo un poco salido de tono y nos cambia el día para mal...
Efectivamente. Claro, las interacciones que tenemos tienen un impacto tan grande sobre nuestro cerebro, tanto las buenas como las malas, entonces, básicamente lo que trato de reivindicar en este libro es, desde la neurociencia, qué posibilidades ofrece a nivel cerebral el practicar la amabilidad. Es una actitud ante la vida que, en general, ya nosotros como sapiens, como humanos, somos ultra sociales, somos individuos amables por naturaleza, pero, muchas veces, por distintas circunstancias, hemos perdido esa amabilidad en algunos contextos y en algunas personas. Trato de reivindicar el uso de la amabilidad lo más general posible.
En las primeras páginas, hay una serie de citas. Una de ellas lleva tu firma y dice que “ni los más fuertes ni los más inteligentes, sobreviven los más amables”. ¿Hemos creado un falso mito en torno a esto?
Hay una historia que se ha contado a medias o, dicho de otra manera, hemos descubierto hace relativamente poco la verdad. En evolución siempre se decía que ni los más fuertes ni los más inteligentes, sobreviven los que mejor se adaptan a los cambios. En el caso del sapiens, cuando nosotros llegamos a Europa hace 46.000 años y nos encontramos por un periodo glacial, una Europa muy distinta a la que vemos ahora, descubrimos que no estábamos solos, que había otros humanos, como mínimo los neandertales, que eran más fuertes que nosotros. Siempre se había dicho que eran menos inteligentes y que por eso les ganamos, pero no es verdad, cuando se estudia el cráneo de un neandertal tiene más o menos los mismos centímetros cúbicos que nosotros, es decir, como poco eran igual de inteligentes y estaban mejor adaptados al frío. Entonces, ¿cómo es posible que seamos nosotros que estamos escribiendo la Historia, que estamos hablando tú y yo como sapiens a través del teléfono y no los neandertales? Pues precisamente por la prosociabilidad, por la amabilidad, los neandertales eran individuos ariscos, desconfiados, agresivos, que trabajaban y convivían en grupos de más o menos doce personas, pero que cuando se encontraban con otro grupo de neandertales se liaban a palos. Los sapiens no éramos así, nosotros colaboramos con otro grupo de sapiens por un objetivo común y eso permitió un aprendizaje colaborativo y básicamente que nuestra tecnología se desarrollase exponencialmente. Por eso nosotros estamos aquí y ellos no.
“Los sapiens salimos adelante por la capacidad
de colaborar”
La agresividad es, precisamente, una de las estrategias que aconsejas evitar. ¿Está alejado ese modelo de la imagen que proyectan algunos líderes políticos?
Creo que puede estar un poco alejado de lo que presentan, pero recientemente conocí a una persona que conoció a Donald Trump, él me transmitió una imagen muy distinta del presidente norteamericano de la que yo tenía, me decía que Trump, en las distancias cortas, era una persona sumamente agradable y amable, de hecho eso le llamó la atención. Obama, desde luego, era un líder prosocial por naturaleza, ha sido una de las personas que sí ha transmitido ese carisma y esa amabilidad. Creo que está cambiando un poco el mundo, por ejemplo, un gigante como Microsoft, que hace unos años estaba al borde de la extinción porque tenía una cultura de agresividad, de hipercompetitividad y de miedo al error, llegó Satya Nadella y cambió por completo. Satya es una persona completamente prosocial, amable, cambió de enfoque de la empresa, es decir, estableció relaciones colaborativas, de cooperación, un ambiente prosocial, y en menos de diez años multiplicó por siete su valor en bolsa. Hoy en día el concepto de líderes prosociales, tanto en empresas como espero que en gobiernos, está cambiando y espero que en los próximos años veamos líderes realmente amables.
Acabas de aludir a otra de las estrategias que aconsejas evitar, la hipercompetitividad. ¿Consideras que es un valor que se nos ha venido inculcando en demasía?
Creo que sí, vivimos vidas con tiempos muy ajustados, con unos requerimientos de productividad individual muy altos, y al final nos introducimos en culturas individualistas que te llevan a una hipercompetitividad. Yo defiendo que una competitividad sana es bueno, es incluso deseable que tú quieras hacer las cosas de la mejor manera posible, pero cuando ya entras en el terreno de la hipercompetitividad, es decir, cuando ya te obsesionas, cuando empiezas a tener conductas amorales o directamente inmorales para poder desbancar a tu compañero, entramos en un terreno muy peligroso, que se solapa parcialmente con la agresividad, y eso genera resentimiento y falta de aceptación por parte del grupo.Yo lo que propongo es que las conductas prosociales, las conductas más colaborativas, cooperar con los compañeros de una forma altruista, establece al final relaciones positivas que se ha demostrado que a nivel global o a nivel empresarial son mucho más productivas que la hipercompetitividad. Además, en un terreno de hipercompetitividad, uno siempre tiene miedo a fallar y al error, no hay innovación, no hay lugar para poder desarrollar estrategias de innovación.
¿Podemos conectar esa tendencia al individualismo con el hecho de que hayan caído en desuso ciertas expresiones como por favor o gracias?
Es una cosa que yo no entiendo, a mí me da vergüenza tener que hablar a personas adultas de estas cosas, pero seguro que mucha gente ha vivido la situación de entrar en un ascensor y que alguien no te dé los buenos días, te cruzas con un vecino que no te dice nada, o no te ceden el paso con el coche. Lo que propongo es empezar otra vez a usar lo más básico, que son las fórmulas prosociales básicas, porque es la puerta donde se establece una relación de respeto frente a la otra persona, estas fórmulas de cortesía antiguas, antiguas digo porque son las que se enseñaban antiguamente en el colegio, pero quiero pensar que hoy también, pero sin ese tipo de fórmulas es imposible comenzar una relación de forma positiva.
En el libro también hay apartado en el que apuestas por potenciar la escucha activa. Más allá de generar aceptación en la otra persona, ¿crees que hemos arrinconado en cierto modo la empatía?
Sí, totalmente. Hace años que llevo observando esto en mí mismo, a veces, cuando te están contando una historia, vas buscando archivos tuyos para contar una historia similar o supuestamente mejor, y a veces, en lugar de estar escuchando a la persona, estamos pensando en nuestras cosas o qué le vamos a decir. Esto es una falta completa de empatía. He descubierto que me siento mucho mejor conmigo mismo y establezco mejores relaciones con los demás y más genuinas cuando escucho de una forma activa, cuando te interesas genuinamente por lo que está diciendo la otra persona, haces un esfuerzo por entenderla y, al final, si piensas un poquito en tus mejores amigos, casi seguro que son gente que sabe escuchar, porque al cerebro no le gusta la gente que no nos escucha. Básicamente lo que reivindico es escucha y sé escuchado.
“Las fórmulas prosociales básicas sirven para respetar a otras personas”
Se suele decir que en el equilibrio está el término medio. ¿Es la asertividad el equilibrio correcto entre esa parte más débil y el liderazgo autoritario?
Efectivamente, porque mucha gente no es amable porque ha tenido malas experiencias con la amabilidad, de repente ha sido amable con alguna persona que no lo ha sido con ellos y les han hecho daño, entonces han decidido no aplicar la amabilidad ya a nadie para no sentirse heridos. Sin embargo, lo que propongo es que, si utilizas una amabilidad asertiva, es decir, combinas la amabilidad con habilidades asertivas donde pones tus límites, donde sabes resolver conflictos con firmeza pero con humanidad, vas efectivamente a tener un término medio donde te puedes desarrollar de forma muy positiva con los demás. Estás defendiendo tus límites sin que te hagan daño.