Personajes

Agustín Martínez:

“La realidad es pertinaz; el pasado siempre acaba apareciendo”

Uno de los autores que integran Carmen Mola presenta su nueva novela, ‘El esplendor’. En ella se acerca a asuntos tan complejos como la moral, haciendo un recorrido por una isla con mucha historia: Alderney

Uno de los fenómenos literarios de los últimos años en nuestro país ha sido, sin duda, el de Carmen Mola. A ese éxito ha contribuido Agustín Martínez, un autor que ahora exhibe su talento de forma individual con ‘El esplendor’ (editorial Planeta), una novela con muchas aristas.

Has contado que la idea de esta novela, ‘El esplendor’, llevaba mucho tiempo dando vueltas en tu cabeza. ¿Cuándo fue, más o menos, el momento en el que tuviste la idea inicial?
No lo sé exactamente, pero quizás sea hace cuatro o cinco años. Ahí nace lo que es el comienzo de la novela, la crisis catatónica que le da a Rebeca, por la cual se queda paralizada, y su profesión. No me acuerdo dónde lo leí, pero me parecía ideal para contar una historia de misterio: alguien que se dedica a cazar herencias, a buscar a familiares de gente que ha muerto y no ha dejado testamento para quedarse con una parte de ese dinero. Es una profesión que existe, es legal. Esa labor tiene algo de detective, porque tienes que reconstruir la vida de gente que ha muerto, pero por otro lado hay algo amoral, colarte en medio para quedarte con parte de la herencia. Esos fueron los primeros apuntes que tenía de la novela. Con lo que creo que he tenido suerte en este libro es que no tenía ninguna prisa en terminarlo, he dejado que pasara el tiempo, tenía muchas cosas que hacer también, he está publicando en Carmen Mola y haciendo series de televisión, no tenía urgencia por ponerme a escribir. Fui recopilando cosas que terminaron de formar todo el puzle de la novela, aunque la última pieza es cuando encuentro la isla de Alderney y todo su pasado. Ahí todo encajó y ya sí me lancé a escribir.

Te gusta tener todos los cabos atados a la hora de sentarte a escribir una novela. ¿Te resulta complicado dejar en barbecho una historia como esta?
Creo que es bueno a veces, no todas las historias funcionan igual, hay algunas que salen muy rápido y que tienes casi que vomitarlas de manera inmediata, y hay otras que está bien dejarla reposar, volver sobre ellas, porque puede haber cosas que te gustaban mucho y cuando vuelves pasado un tiempo consigues que funcionen mejor, o les encuentras un giro nuevo. En este caso es una novela que tiene muchos temas, muchas aristas, sí que quería conseguir un libro muy unitario, que no tuviera un montón de elementos demasiado diferentes. Encontrar todos esos elementos diferentes pero que, al mismo tiempo, están hablando del mismo tema, lleva su tiempo. También está la parte de la documentación, he tenido que documentarme mucho sobre el pasado de este lugar. Hacer eso sin prisa creo que ha sido bueno para el libro.

La novela es muy entretenida. Busco encontrar un punto entre la profundidad y el entretenimiento, quiero que la novela tenga un poso, que cuando uno la termine se le queden durante un tiempo los temas dando vueltas en su cabeza, pero también quiero que se lo pase muy bien el lector. Eso supone encontrar ese lugar intermedio entre el entretenimiento, el suspense, el estar enganchado a la historia y que te importe de lo que está hablando.

En relación a ese trabajo de documentación, viajaste a Alderney para conocer de primera mano donde está ambientada la novela. ¿Es imprescindible para ti ese trabajo, o puede bastar con unas búsquedas acertadas por Internet?
De hecho viajé a posteriori, había escrito ya la novela cuando viajé a Alderney. Hago muchísima documentación a través de Internet, por un lado, de cosas que vas encontrando allí, aunque es verdad que esta isla no está cartografiada en Google Maps y, por lo tanto, no puedes recorrerla. Además, tiro mucho de literatura. Me encontré con una obra que es prácticamente el libro canónico de las islas del canal de La Mancha de un agricultor de allí que te cuenta toda su vida a lo largo del siglo XX. Leerme todo eso, aunque luego no esté en el libro, creo que me fue creando una imagen real de cómo es el lugar. Eso, sumado a toda la documentación histórica que tuve que hacer de Alderney, que no era fácil de encontrar y todo eso, me sirvió para ir construyendo mi historia. Después fui al lugar para comprobar si lo que he escrito está casando o no con el sitio. Lo cierto es que después de ese viaje retoqué algunas cositas de lo que había escrito, pero en general es la misma historia.

En Alderney también se vivió la barbarie nazi. Ahora que se ha cumplido el 80 aniversario de la liberación de Auschwitz, llama la atención que se ponga mucho empeño en recordar en descubrir la memoria de sitios que nos son un poco ajenos y, en cambio, historias como la de Juan Dalmau nos son aún desconocidas. ¿A qué crees que se debe?
En el caso de Alderney, creo que hubo un gran empeño durante mucho tiempo de silenciar qué había pasado en la isla y de minimizarlo, de hecho durante mucho tiempo se dijo que los alemanes habían hecho allí una ocupación modélica y que se habían portado muy bien con los habitantes. La realidad es que la isla es liberada incluso después de Berlín, no es hasta una o dos semanas después de que cayera Berlín cuando llegan los ingleses allí y los liberan. Desde ahí hasta mediados de los años 80, no se publica nada sobre esa isla, el gobierno inglés abandona la investigación y se la entrega el gobierno ruso, el único documento que hay de un militar inglés que estuvo en la isla en el momento de la liberación se convierte en secreto y no se desclasifica también hasta finales de los 80. Hay como un intento un poco torticero, la verdad, de ocultar qué había pasado allí, como si los ingleses no quisieran reconocer que los nazis habían ocupado suelo inglés. En todo ese proceso de lo que nos hemos olvidado por completo es de las víctimas, qué pasó con la gente que fue torturada y que murió en esos campos de concentración, dentro de los cuales hubo muchos españoles, gente que estaba en campos franceses y que fueron derivados a estas islas. Muchísimos murieron ahí. Después de tanto tiempo sin investigar es muy complicado llegar a algo preciso porque no hay documentación, porque todo se destruyó, porque los jefes de los campos de concentración murieron y apenas quedaron supervivientes, así que es muy difícil reconstruir con exactitud qué pasó.

Has hecho alusión anteriormente a la peculiar profesión que tiene una de las protagonistas, Rebeca. La de César no va muy a la zaga.
Él se considera más una especie de guía de lujo de la alta sociedad, de esta gente que va a fiestas súperexclusivas, donde hay muchísimo dinero, gente guapísima. Hay una cosa que me gustaba explorar en la novela, mundos que no vemos, pero que están a nuestro lado. En Madrid existen este tipo de fiestas en las que uno paga lo que sea, 1.500 euros o 2.000 por una botella de champán, que también tiene que desembolsar dinero por reservar un sofá para sentarse y donde se mueve una clase social que está por encima del bien y del mal. Eso sucede a nuestro alrededor continuamente. César es una especie de infiltrado en ese mundo, ha conseguido colarse convirtiéndose en una especie de guía y moralmente prefiere definirse así antes que como un vulgar camello, porque eso lo colocaría en otro lugar.

En la relación sentimental que tienen Rebeca y César hay una especie de pacto no escrito a la hora de no hablar del pasado. ¿Crees que realmente se puede dar una situación así, es decir, que alguien intente hacer de partir de cero y comenzar una historia sin tener en cuenta su pasado?
Creo que es una fantasía bastante común, todos en algún momento hemos fantaseado con cómo sería nuestra vida si de repente saliéramos de un lugar y no volviéramos nunca más, instalándonos en un lugar lejano con otro nombre para empezar de cero. En el fondo ellos están viviendo sobre esa fantasía, ese es su gran error como pareja, prefieren eliminar ese pasado, deciden que lo que han vivido previamente no les importa ninguno de los dos y que van a construir una historia nueva. Creo que la realidad es pertinaz y que el pasado termina apareciendo tarde o temprano. Hay una especie de paralelismo con lo que hablábamos de la isla, ese pasado que intentan silenciar es imposible, siempre va a explotar en un momento determinado, el error es no enfrentarlo, no plantarle cara.

Esta idea de empezar de cero conecta con los ‘johatsu’, un concepto que también está muy presente en el libro. Según las estadísticas en las últimas cuatro décadas, unos 100.000 japoneses al año se consideran ‘johatsu’. ¿Esta tendencia podría llegar en algún momento a España o las diferencias culturales son tan grandes que es imposible que suceda?
No lo sé. Me da la sensación de que Japón es una especie de mundo occidental en el futuro, como una proyección de la sociedad occidental dentro de varios años, no sé cuántos. Hay cosas que nos parecían fantasiosas y locuras que oíamos de Japón pero que hemos terminado adoptando, desde el consumismo, los micropisos, el tipo de relaciones sociales.... La cultura japonesa ha entrado muy fuerte en occidente. Allí hay una especie de epidemia de gente que no soporta el fracaso, es una sociedad muy exigente en la que el éxito lo es todo, así que cuando fracasas no eres capaz de enfrentar lo que tienes alrededor, ya sea porque has suspendido unos exámenes, porque te han despedido del trabajo o porque has creado una deuda que no puedes sostener. La gente prefiere desaparecer, esfumarse; johatsu significa evaporarse, abandonan completamente todo su entorno y empiezan de cero en otro lugar con otro nombre para intentar reconstruirse desde ahí. Eso, que puede parecer excéntrico, deja unos 100.000 casos al año, un número importante. No sé si a nosotros nos llevará a lo mismo, pero esa presión del éxito creo que sí la tenemos en la cabeza.

Volviendo al personaje de Rebeca, en las primeras páginas sufre esa crisis catatónica, un ejemplo de las respuestas complejas del cuerpo y la mente tras episodios traumáticos. ¿Es un filón literario aún por explotar?
No lo sé, yo al menos no lo he visto mucho. Siempre que oía hablar de la catatonia me iba al siglo XIX, pero leyendo casos e informes médicos la catatonia puede ser una reacción al estrés postraumático, vivir algo tan tremendo que no eres capaz de procesarlo y tu cuerpo se bloquea, de hecho el término que se usa en la novela es ‘playdead’, aparentar que estás muerto, lo mismo que hacen los animales cuando creen que van a ser cazados. Eso me daba un punto de partida que me parecía muy literario y que era muy sugerente: a alguien le ha pasado algo tremendo y está ahí, delante de ti, pero no puede contarte nada porque está atrapada dentro de su cuerpo. La imagen me parecía terrorífica, ver a la mujer a la que quieres en ese estado, y también genera mucha impotencia, porque es imposible ayudar a alguien que está en ese estado.

Dentro de todos los temas que trata la novela, ¿es la moral el más relevante?
Quizás sí. Creo que el tema central de la novela es la identidad muy vinculada a la moral, son esos dos mundos los que están en el centro de todo lo que estoy contando, cómo construimos nuestra identidad en función de qué meta, de qué queremos conseguir en nuestra vida, y para conseguirla cómo nos comportamos. Ese juego está muy presente en la novela, y cómo esa moral, que parece inalterable, a veces puede saltar por los aires completamente cuando conseguimos validar el objetivo que tenemos. Esto es muy claro en el universo nazi; no es que fueran monstruos terroríficos todos los que estaban allí, sino que el esquema moral había cambiado completamente. En el campo de concentración, si un soldado mataba a un preso, le daban cinco días de vacaciones. Si ese es tu entorno, tu esquema moral está cambiando, se está transformando y convirtiéndote en otra cosa. Desde fuera lo percibes como un monstruo, pero el que está dentro no lo ve así, simplemente está haciendo las cosas en función a las normas que hay a su alrededor. Todo eso me interesaba muchísimo, cómo construimos nuestra identidad y nuestra moral, y también hablar de que es cómodo imaginar a los monstruos como seres con cuernos y rabo, pero darte cuenta de que eso no es así, de que hacer cosas horribles solo depende de las circunstancias que haya a nuestro alrededor, es enfrentarse a un abismo que da un poco de miedo y es al que se asoman todo el rato los personajes.

Por lo tanto, si nosotros perteneciéramos a una de esas élites de la novela, podríamos tomar parte de esas fiestas desenfrenadas y ser uno más de ellos...
Cabría la posibilidad. Cuando estaba escribiendo, pensaba en algunos casos que han sido muy mediáticos, tipo Epstein, este mundo de grandes fiestas, de gente que jugaba fuera de la ley. Al final, y esto también me da un poco de susto, uno mira a su alrededor las figuras que se están convirtiendo en modelos a imitar son figuras un poco amorales, como por ejemplo Donald Trump, hay gente que admira a alguien así cuando ha estado haciendo cosas que están completamente fuera de la ley y jugando con sus propias normas. Como digo, eso me genera miedo. No tengo una respuesta absoluta, pero quizás si estuviéramos allí haríamos cosas de las que no nos imaginábamos que seríamos capaces.

En 2019 adaptaste tu primera novela a la serie ‘La caza. Monteperdido’. ¿Qué posibilidades le ves a ‘El esplendor’ para seguir esos pasos?
Pues no lo sé. Justo en estos momentos estoy presentando la novela y, hablando de ‘La caza’, acabamos de terminar el rodaje de la cuarta temporada. Esa experiencia ha sido muy chula, disfruté mucho adaptándome a mí mismo y luego haciendo crecer la serie por encima de la novela. En el caso de ‘El esplendor’ no sé lo que pasará, es verdad que es una novela muy visual, creo que tiene elementos que podrían funcionar a nivel cinematográfico, pero no me obsesiona en absoluto. A lo mejor suena un poco presuntuoso, pero tengo la suerte de poder hacer series, cuando una historia creo que funciona mejor como novela, como es el caso de ‘El esplendor’, voy a la novela, y para mí ese es el final. Que luego se convierta en serie o en película, bienvenido sea, si el proyecto es chulo lo valoraré, pero no está entre mis objetivos.

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