La autora vallisoletana presenta nueva novela, ‘Los crímenes del caviar’. Ambientada en Sotogrande, pone el foco en los anhelos de los grupos de poder


Reyes Calderón:
“Aparte del amor, hay algo que el dinero no puede comprar: el tiempo”
Como autora referente dentro de la literatura de intriga, cada lanzamiento con la firma de Reyes Calderón alcanza la categoría de noticia. ‘Los crímenes del caviar’ (editorial Planeta) no ha sido una excepción. La última novela de la escritora pucelana traslada al lector al ambiente exclusivo de Sotogrande, donde se han registrado seis asesinatos de personas que pertenecen a las altas esferas.
Su nueva novela, ‘Los crímenes del caviar’, ya es una realidad. Tiene muchos ingredientes, desde conspiraciones en las altas esferas eclesiásticas, hasta una radiografía de la aristocracia. ¿Es su novela más ambiciosa?
Mi ambición fundamental es divertirme escribiendo, para empezar, y luego unirme a los lectores, o sea, sentir con los lectores. Mientras eso ocurra, se puede decir que no tengo más ambiciones.
¿Ha sido la más compleja a la hora de crearla?
No exactamente, pero bueno, quizás sí. La complejidad es que en una novela de suspense todos los ingredientes tienen que estar perfectamente conectados en el momento. A mí, además, me gusta jugar con los lectores, voy poniendo pistas, pero nunca miento, no les voy engañando, para que el público pueda seguir con su propia cabeza, con el detective que todos tenemos dentro, las tramas e intentar adelantarse al libro. Dicho de otra manera, que el lector pueda ejercer de Puarot en cada novela. Eso en esta novela era un poco más complejo.
Ha apelado a uno de sus personajes más icónicos, la jueza Lola MacHor. ¿Lo tuvo claro desde el primer momento o fue algo que ‘demandó’ la trama?
No, digamos que MacHor llamó a la puerta diciendo “a mí este papel me va muy bien”. Tenía antes la idea que el personaje.
Aunque las primeras páginas se suceden en Lyon, el escenario por antonomasia es Sotogrande. ¿A qué responde esta elección? Muchas veces cuando pensamos en una ciudad de riqueza y opulencia miramos primero a Marbella...
Tenía la idea del contraste. La riqueza es muy variada; si quieres ver opulencia, coches que hacen ruido para que todo el mundo les vea o joyas inmensas, te vas a Puerto Banús o a Marbella. Sin embargo, la opulencia de Sotogrande es absolutamente discreta, la gente no quiere ser observada, no quiere ser fotografiada, todo lo contrario que en esas otras ciudades. Dentro de esa anatomía que decías de las clases saltas hay mucha variedad. Yo prefería más el mundo de la discreción de Sotogrande, que es mucho menos conocida.
“En una novela de suspense todo debe estar conectado”
Leyendo la novela, da la sensación de que conoce muy bien el terreno.
Sí, he estado muchos años yendo allí, también a Marbella, pero me he pateado bastante el escenario. Siempre lo hago porque, como dice la Guardia Civil, los escenarios no solo hay que verlos, hay que olerlos, hay que estar allí mirando qué falta, qué te llama la atención, qué diferencia ves con otros. Eso lo hago siempre.
En esta radiografía que hace de la aristocracia llama la atención el recelo de los ricos tradicionales respecto de los nuevos ricos. ¿A qué se debe?
Si hubiera un club de gente pudiente, estos que vienen llamando la atención y haciendo cosas que los demás no harían, desmerecería al club en general. Sobre todo es un tema de discreción, la riqueza para unos está para exhibir y para que todo el mundo lo sepa, lo vea y ser posteado en redes sociales. Para los otros es un servicio para otro fin. Ese recelo es muy obvio, creo que se ve muy bien allí.
El comandante Iturri va recabando información sobre el caso y en una cena queda con un personaje enmarcado en lo que define como ricos auténticos.
En realidad en la novela se hace una triple clasificación. Sobre los que viven de las rentas, me hace mucha gracia una frase que le he oído a otra persona: educación y descanso. Son hipereducados, pero en realidad no hacen nada productivo, simplemente se dedican a descansar. Luego están los tradicionales, que son muy discretos, muy austeros en muchas ocasiones, que encarnan los antiguos principios monárquicos, por eso son nobles. Hasta bien entrado el siglo XIX tenían prohibido trabajar, les podían quitar el Estatuto de Nobleza. Pasado ese momento, se trata de empresarios que han trabajado y se han movido mucho, fundamentalmente tienen la idea de pasar a sus hijos y nietos la riqueza. Eso es muy distinto en los nuevos ricos, que normalmente los nietos ya no tienen nada, se lo han fundido todo.
De los personajes secundarios, me gustaría poner el foco en la gente que forma parte del servicio. ¿Se puede interpretar en la novela una crítica al clasismo?
Sí. El dinero es un medio para otras cosas, el problema que tiene es considerar que el que lo tiene y el que no lo tiene son personas de distinta categoría. Eso es lo que hace el clasismo, dividir entre clase A y clase B. Cualquiera que desarrolla un trabajo y lo hace bien es digno de elogio, da igual la profesión, de hecho, ahora tenemos escasez de mano de obra poco cualificada, no encontramos profesionales de este tipo, la escasez está en otra parte. Uno podría pensar que las personas que están al servicio de un tipo muy rico tiene un gran sueldo, y no es así. Quería llamar la atención sobre ese clasismo que se puede instaurar y que no tiene ninguna lógica. Se trata de tipos de trabajos distintos y remunerados de forma diferente, nada más.
“Sotogrande es discreción; hay variedad en la anatomía de las clases altas”
Solemos decir que la línea entre ficción y realidad es, en ocasiones, muy difusa. ¿Podemos llegar a creer que existe actualmente un club del caviar?
¿Podría existir? Yo creo que sí.
En los lobbies que aparecen en la novela se entremezclan altos representantes eclesiásticos con jeques árabes. ¿Es más pequeño el mundo del poder de lo que nos imaginamos?
Creo que por encima de lo que vemos, hay unas redes que no vemos, y esas redes tienen que ver con la capacidad de influencia, con el poder, pero no con el poder concreto para hacer una cosa, sino el poder para mover los hilos, y eso tiene mucho que ver con el dinero. El que tiene petróleo hoy, mientras dure, tiene una capacidad de mover hilos, igual que una empresa farmacéutica. Todo eso está un poco por encima de lo que habitualmente vemos, sobre todo porque ahí está la discreción, no les interesa a ninguno de ellos figurar en ninguna parte. Solamente se dedican a lo que quieren hacer.
Aunque es ficción pura y dura, ¿hay alguien de carne y hueso que se pueda dar por aludido con algún personaje concreto?
Si te refieres a la mujer innombrable, es posible, sí, puede darse por aludida.
También hay espacio para el amor a través de la relación entre Iturri y Lola MacHor. ¿Le ha servido este elemento para suavizar la trama
El poder y el amor son como los dos reversos de una misma moneda. Este hilo ya quedó en la anterior novela de MacHor. En el trasfondo está la posible amistad entre un hombre y una mujer, algunos dicen que es imposible, que o va a más o desaparece. Yo creo que no, tengo muy buenos amigos, pero cuando una de las dos personas está enamorada del otro, que es lo que pasa con Iturri, ahí hay un problema. Por eso Iturri se marchó a Interpol y dejó España para poner kilómetros de distancia y ver si así desaparecía ese sentimiento. No lo ha conseguido, y ahora que Lola se ha quedado viuda, acude a ayudarla por amistad, pero también por un cierto interés.
Otro ingrediente muy presente en la novela es el humor...
A mí me gusta mucho el humor. A veces mi editora me pregunta cómo meto humor en una novela negra. A todos los que hemos estado en un tanatorio nos ha pasado, la muerte y el crimen nos ponen en una situación de tensión de la que se sale bajando el ritmo a través de humor. Incluso en situaciones poco recomendable tienes que cerrar la posibilidad de la risa porque puede acabar saliendo. Al lector el humor en una novela le sirve para poder dormirse, especialmente si lee por la noche. Creo que nuestra vida es así, no es negra o blanca, sino que va mezclando puntos de una cosa y de la otra.
Los primeros episodios son muy breves. ¿Responde a una estrategia para enganchar al lector?
Eso es un poco estilo Agatha Christie. Vivimos en una época muy acelerada y captar la atención no es fácil. Además, tenemos muy poco tiempo, a veces tenemos tiempo para un solo capítulo, dejarlo a medias te obliga a volver a empezar y volverlo a leer. Por eso creo que al lector le vienen bien los capítulos cortos. Hay también una parte de técnica: cuando las novelas son corales, como es el caso, el lector se maneja mejor en esa posición de inspector mirando las escenas así.
En todos los escenarios del crimen aparecen unas inyecciones naranjas, lo que personalmente me ha recordado a la película ‘La sustancia’, protagonizada por Demi Moore. ¿Cree que estamos cerca de que la ciencia dé con una solución parecida?
Lo están estudiando, la verdad, todo el asunto de las telomerasas está encima de la mesa porque con el dinero hay una cosa que no se puede comprar, además del amor, como hablábamos antes: el tiempo. El tiempo del que disponemos es finito, pero el ser humano siempre ha tendido a buscar fórmulas para alcanzar la inmortalidad, los griegos hacían estatuas para que la gente les recordara y nosotros tratamos con cirugías recuperar aquellas partes de nosotros mismos que hemos perdido. No se puede comprar ni un segundo de nuestro tiempo.
Para ir acabando, ¿qué visión tiene de todo este recorrido como escritora?
Estoy alucinada, sigo sin creérmelo. Cuando entro en una librería y veo tal cantidad de libros que me preguntó cómo acertará alguien con el mío. La única manera es que alguien vaya preguntando por algún libro de Lola MacHor. Esa posibilidad de haber conectado con personas que me escriben ya sea por Instagram o por correo, para decirme que se han divertido es una sensación que no sé cómo describir. Entiendo que tendría que haberme acostumbrado, pero no, no me acostumbro en absoluto. Me doy cuenta de que hay gente que escribe superbién, autores y autoras que tienen una cabeza fantástica, hay mucha oferta y, sin embargo, hay personas que siguen apostando por mí. De verdad, me alucina y no hago más que agradecérselo. Sobre esto quiero destacar la dedicatoria de esta novela. La entrega del libro coincidió con la DANA, para mí también fue un impacto, así que cambié la dedicatoria para ellos, para nuestros amigos valencianos que ya no piensan en caviar, sino en barro.