Personajes

Beatriz Serrano:

“Hablamos mal de salud mental, es un problema estructural, no individual”

Tras el éxito con ‘El descontento’, la autora madrileña ha sido seleccionada finalista del Premio Planeta 2024 con su segunda novela, ‘Fuego en la garganta’

Se había ganado el respeto de público y crítica con su primera novela, ‘El descontento’, pero ahora Beatriz Serrano sube su apuesta literaria con ‘Fuego en la garganta’, una obra que le ha valido para ser finalista del Premio Planeta 2024 y que pone el foco en cuestiones que atañen a todas las generaciones.

‘Fuego en la garganta’ le ha servido para ser finalista del Premio Planeta. ¿Qué se siente?
Lo empiezo a procesar porque, desde el momento en el que me subo a ese escenario, todo sucede súper rápido. No tengo recuerdos de esos momentos, solo algunos flashes hasta la mañana siguiente, a las 7 y media, cuando me fui a hacer entrevistas; todo estaba como en una bruma enorme. Ten en cuenta que a mí esto me ha cambiado la vida, lo primero que hago es ir a mi trabajo, pedir una excedencia, dejar de trabajar, empezar una promoción... son muchas cosas, es un cambio total en mi vida. Este premio me da una libertad que me permite dedicarme única y exclusivamente a escribir durante una temporada bastante larga, y eso me hace súper feliz. Sí que es verdad que cuando ya tienes el libro de forma física y lo empiezan a leer la gente que tienes alrededor, es como que se materializa y se hace real, ya existe.

En 2023 veía la luz ‘El descontento’, su primera novela. Ahora, en 2024, llega este galardón de finalista del Premio Planeta. ¿Le está dando tiempo a digerirlo todo o se están sucediendo los acontecimientos demasiado deprisa?
Todavía no lo proceso, es que lo de ‘El descontento’ también fue muy bestia, que una primera novela funcione así es algo bastante extraordinario. Lo que sucede es que con esa novela y con todo lo que ha pasado este año realmente mi vida no cambiaba, iba todos los días a trabajar, la promoción y las firmas me las ponían en los fines de semana, así que mi vida seguía siendo un poco la misma, con lo cual era más fácil compaginar todo. Con este el cambio sí que es bestia. Todo va muy rápido.

Comentaba que hay gente de su entorno que ya lo ha leído. ¿Ha dado tiempo a que le llegue alguna valoración?
Sí, el otro día me llegó una cosa muy bonita, es una escena de ‘Matilda’, alguien me dijo que mis libros le hacían sentir así. A mis amigos les sorprende porque la historia en apariencia pega un giro, un volantazo, respecto a lo que era ‘El descontento’, pero creo que tienen muchas cosas en común estas dos novelas; en cuanto abres este libro me reconoces: tiene el humor, tiene la acidez, tiene el sarcasmo, tiene los personajes ‘outsiders’, personas fuera de la norma, que no se rinden, que se rebelan contra el sistema establecido. Tienen muchas notas muy parecidas. A ellos les está gustando, si no fuera así les tengo prohibido que me lo digan (entre risas).

Lo han catalogado como una novela generacional. ¿Está de acuerdo?
Con la anterior y con esta me ha pasado que las han catalogado de novelas generacionales, lo que creo que sucede es que los ‘millennials’ estamos publicando novelas, un movimiento muy similar al que hubo con la ‘generación X’, que hablaba de lo que habían vivido. Pese a todo, igual que ‘Menos que cero’, de Bret Easton Ellis, es un libro que yo puedo leer para entender a esa generación, aunque no pertenezca a ella, la gente puede leer mis libros para también comprender a los ‘millennials’. Sí que es muy generacional porque, por ejemplo, utilizo muchísimos elementos de la cultura pop, me parece que en los 90, con la llegada de internet, es cuando explotó la verdadera cultura que llevábamos amasando durante todo este tiempo. De repente fue un boom, con internet en nuestras casas tenemos prácticamente a tiempo real lo mismo que aquello de lo que la gente está hablando en Estados Unidos. En esta novela hay muchas cosas muy generacionales, pero creo que tiene una universalidad, por ejemplo, Blanca encuentra a sus amigas de internet y son personas con las que puede hablar de cosas de las que no puede hablar en casa porque está construida con muros de silencio. Blanca lo hace a través de Messenger, pero muchas veces nos hemos encontrado en situaciones donde de repente nos pasaba algo y se lo hemos contado al camarero, o nos hemos sentado en un parque y hemos empezado a hablar con un desconocido. Esa universalidad no es simplemente para esta generación, los conflictos y los problemas que tienen son muy humanos y muy universales.

Hay temas que, efectivamente, siguen siendo muy de relevancia, como la salud mental y esa tendencia a abordarlo solo desde el punto de vista farmacológico. ¿Cree que le hace falta a la literatura abordar aún más esta cuestión para que deje de ser definitivamente un tabú?
Me parece que se habla mal de salud mental, se ha roto el tabú de decir que vas a terapia, ya no se te ve como un loco, pero solo se habla de depresión y de ansiedad, no de otros problemas. Además, se habla de depresión, de ansiedad y de ir a terapia como soluciones individuales a problemas que son colectivos, tú en realidad estás en terapia porque tienes ansiedad, generada porque te pagan muy poco y porque el alquiler es muy caro; entonces, esto es un problema estructural, no es algo que tengas tú que solucionar tomándote una pastilla. Me parece que hace falta ir un poco más allá y, sobre todo, si hablamos de salud mental, hagámoslo sobre la excesiva medicación, la Seguridad Social está colapsada, el médico solo tiene 5 minutos para ver al paciente y acaba recetándole un orfidal, hay una lista de espera para ir al psicólogo por la sanidad pública que se puede alargar por varios meses, un tiempo crítico si estás verdaderamente mal. No sé si hace falta más literatura que aborde esta cuestión, a mí, desde luego, es un tema que me interesa mucho, especialmente ese debate sobre si mis personajes están realmente locos o son los más inteligentes y los únicos capaces de ver la realidad que tienen alrededor. Hay una expresión que me encanta, que es “meterte en la cajita de las locas”. Si tú te rompes una pierna, la gente no va a estar siempre diciéndote que no te muevas e incluso se va a alegrar cuando pasado un tiempo te vayas a hacer montañismo, pero si has tenido un brote psicótico, siempre vas a ser la persona que tuvo el brote psicótico. Por eso digo que no se habla de forma correcta de la salud mental, me parece que no se va a la raíz de los problema.

“Este premio me da libertad para dedicarme a escribir, y eso me hace muy feliz”

Blanca es un personaje que ha sido marginada por parte de sus compañeros, una práctica que muchas veces asociamos a la infancia, pero cuando somos adultos no cambiamos demasiado nuestro prisma cuando miramos a alguien que consideramos diferente. ¿Cómo se podría cambiar, es cuestión de educación?
En el tú a tú esto se puede cambiar con cierta empatía. Pongo un ejemplo. Al lado de mi casa tengo dos pollerías, una donde el producto está mejor y otra donde la dependienta me llama “cariño” y “mi vida”. Cuando tengo un muy mal día o cuando la vida me ha sobrepasado por alguna cosa, acabo yendo a la segunda pollería. Creo que falta mucha empatía, ponerse en los pies de la otra persona, todos deberíamos ser conscientes de que estamos muy jodidos, pero es que el de al lado también lo está, nunca sabes por lo que está pasando otra persona, quien te parece raro o estúpido, igual es tímido, igual le cuesta tener relación con los demás, o a lo mejor es un gilipollas, pero por lo menos intenta conocer un poco a esa persona. Nos falta ser un poco menos prejuiciosos con los demás. La novela habla mucho de eso, de la fuerza y del poder de las emociones y cómo eso afecta sobre los otros, para bien o para mal.

Blanca encuentra un refugio en Internet, esas comunidades que le sirven de espejo en el que mirarse a través de blogs y Messenger. ¿Era mejor Internet entonces?
No dejo de darle vueltas a una cosa, tanto durante el proceso de escritura como ahora: no dejaban de decirnos lo peligroso que era Internet entonces, cuando creo que es mucho más peligroso ahora, por todo a lo que estamos expuestos, por toda la información que estamos dando, porque hay un montón de señores inteligentísimos en Silicon Valley que se han dado cuenta de que nuestra atención les reporta muchísimos beneficios, que polarizar a la sociedad a ellos les reporta beneficios, que la emoción es más poderosa que la información... Creo que sí que era más inocente en aquellos tiempos. Para mí, la evolución de Blanca va en paralelo a la evolución de Internet, empieza siendo algo muy inocente donde simplemente conectar con otras personas, a ser algo un poco más oscuro. Tengo la sensación de que antes las personas sí que entrábamos en internet para tratar de conectar y para hacer preguntas que no podíamos responder. En el caso de Blanca es porque tiene una situación familiar muy jodida y porque tiene, además, algo dentro de ella que no puede entender. Esto sucedía con la comunidad LGBT, que no podía preguntar en casa o no podía hablar de determinadas cosas y entraba en internet para ver qué era eso; sucedía con el chico que era obeso, no se le daban bien los deportes y le marginaban en clase, pero que internet encontraba una comunidad con gustos similares... Sucedía de muchas maneras. Entrábamos en Internet con la idea de escapar del mundo que teníamos alrededor y de encontrar ciertas respuestas que no nos daban en ese mundo real, y ahora queremos escapar de internet y volver a construir esos lazos que también estaban antes allí pero que ya no encontramos.

El personaje de la madre de Blanca da pie a temas muy interesantes, como la insatisfacción en la mujer. ¿Qué le ha llevado a escribir sobre ello?¿Cree que en algún momento desaparecerá esa especie de convención social?
Empezando por la última parte, creo que la situación ha mejorado muchísimo, una barbaridad, pero creo que todavía falta por hacer. Sobre la primera parte de la pregunta, para mí también era un homenaje a la generación de mi madre. Estas mujeres en los años 90 fueron muy pioneras y muy valientes, fueron las que trabajaban dentro y fuera de casa a la vez, y, al mismo tiempo, fueron las que renunciaban por las carreras de sus maridos, las que sabían que si había que quedarse en casa para cuidar de los niños, lo iban a hacer ellas, tenían un pie fuera y un pie dentro. Pensando en ellas, hablando mucho con mi madre y con mujeres de esa generación, les quería rendir un homenaje a estas mujeres que eran inteligentes, habían visto mundo, y, de repente, se veían metidas en esas jaulas de oro. Muchas de ellas se sentían como si les hubiesen tendido una trampa, muy frustradas, muy insatisfechas, muy tristes. En ‘El descontento’ trataba una de las fuentes de infelicidad fundamentales de mi generación, el trabajo y nuestra relación con él, parece que el trabajo construye nuestra propia identidad, creo que en las mujeres de los 90 esa fuente era la maternidad, casarse y convertirse en madre es lo que construía su identidad. El personaje de la madre de Blanca, que no tiene nombre, hay un momento que dice: “Yo no quiero ser solo la madre de Blanca, yo no quiero ser solo la esposa de Jorge”.

“Internet era más inocente años atrás, ahora estamos mucho más expuestos”

Hay una especie de banda sonora también en el libro. Esta decisión de incluir a grupos musicales como Joy Division o The Cure, ¿tiene que ver con gustos personales o servía para identificar mejor al personaje de Blanca?
Ambas. Yo soy muy musical y muy cinematográfica, en ‘El descontento’ también tenía una banda sonora, en ese caso era The Smiths, había una canción que a Marisa le gusta mucho y que tenía mucho que ver con el trabajo. Este libro se ambienta en la época de Marilyn Manson, pero si ibas un poco más atrás encontrabas a niñas que escuchaban a The Cure y a Joy Division. También hay mucho de gusto personal, me encanta Joy Division y New Order también, The Cure me gusta un poco menos, pero me parecía que encajaban. Sin embargo, Blanca es infinitamente más guay de lo que yo era a esa edad, he querido que fuera una niña que diera puñetazos encima de la mesa y más cool. Luego, además, me gustaba mucho jugar con esta idea de los 90 de las tribus urbanas, que su cambio y su evolución fuese también muy física, una especie de Winona Ryder en ‘Beetlejuice’, porque también así está mostrando su diferencia. Creo que soy muy musical porque vengo de una cultura también audiovisual muy bestia, me gusta mucho el cine, cuando estoy escribiendo me gusta tener una banda sonora porque me mete también en la piel del personaje. Por ejemplo, cuando estaba en la parte de la madre de Blanca, escuchaba a Héroes del Silencio todo el rato, porque es la música que escucha ella, eso hacía que me pudiera meter mejor en su cabeza, me ayuda a generar atmósferas.

La crítica aplaudió en su anterior libro el tratamiento de aspectos como el ‘burnout’. Como decíamos antes, en esta novela también hay problemas del día a día de nuestra sociedad. ¿Hay algún otro asunto que tenga en mente para abordar en libros futuros?
Ahora mismo creo que sabría decir exactamente. Tengo el proyecto de la siguiente novela con unas pinceladas, pero está muy verde, con lo cual no sé exactamente qué temas trataré. Soy una escritora más de brújula, así que ya me llegarán esos temas.

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