La cómica cuenta en ‘Esto no está pasando’ (editorial Planeta) el duro proceso que atravesó tras el suicidio de su hermano, lejos del tabú, el miedo y el silencio
Carmen Romero:
“Sería una tontería dejar de hacer mi humor porque a alguien le moleste”
El 16 de junio de 2016 todo cambió en la vida de Carmen Romero. Su hermano Miguel se quitó la vida al saltar por la ventana en el domicilio familiar, dejando paso a un dolor casi inexplicable y que el tiempo no cura, solo mitiga. De aquel duelo nació un libro, ‘Esto no está pasando’, que lleva la firma de la humorista madrileña.
En la faja del libro aparece una declaración de Dani Rovira en la que dice que ‘Esto no está pasando’ es “un parque de bolas lleno de cristales rotos”. Me parece una de las mejores formas de definir el libro.
Lo tuve que leer varias veces porque dije: “Es la metáfora perfecta del libro”. Si me hubiesen pedido que resumiera el libro, me costaría mucho, pero esa frase es el libro de forma exacta.
¿En qué momento decidiste que esta historia tan dura, tan personal, merecía ser plasmada en un libro?
Llevaba ya mucho tiempo pensándolo, de hecho, revisando unas cartas que tiempo después le escribí a Miguel, algo que me recomendó mi psicóloga, en ellas hablaba de escribir un libro, así que se puede decir que la idea estaba desde hace tiempo. Desde pequeña quería escribir novelas y libros en general. Con el tiempo he visto que iba llevándolo mejor y haciendo terapia para colocarlo, así que cuando me vi preparada pensé que quizá era una historia que merecía la pena ser contada.
¿Ha ayudado en este proceso terapéutico el hecho de escribirlo, de plasmarlo en un libro?
Sí, totalmente. Ha sido volver a vivirlo otra vez, evidentemente no de una forma tan intensa; hacía ocho años que no sentía lo que he vuelto a sentir escribiendo el libro. Sí, para mí ha sido terapia total, lo veo ahora y pienso que, ostras, ha dolido y ha costado mucho, pero ha merecido la pena totalmente porque me ha ayudado a colocar las cosas, a asentarlas, a que mi cabeza se termine de creer que de verdad esto pasó, a aceptarlo de alguna manera.
Sin ánimo de caer en el cliché, el humor te ha salvado la vida.
Pues justamente no me gustaría tampoco caer en el cliché, pero sí, a mí sí. Ha sido mi forma de escapar cuando no podía más y cuando quería huir de la realidad y no puedes hacerlo, por lo menos podía fingir demencia riéndome de lo que estaba pasando porque no hay otra manera de escapar.
Una de las cosas que pone de relieve el libro es la necesidad de cuidar la salud mental, un asunto que parece que, afortunadamente, va estando más visible, pero que para ello hay que empezar por el sistema sanitario.
Para mí totalmente. El caso de Miguel lo viví súper de cerca y en algún que otro caso que también he podido conocer siempre es lo mismo: en lo que yo he vivido, la gente está desatendida, hacen falta muchísimos recursos, darle la importancia que tiene a la salud mental, que parece que es una tontería, incluso todavía hay cierto estigma con las personas que lo padecen. Al fin y al cabo, todos somos humanos y vivimos como vivimos, en las mismas condiciones, y en algún momento u otro nos va a fallar la cabeza de alguna forma, aunque sea mínima, el porcentaje de gente que tiene ansiedad es súper grande, y el de gente que tiene otro montón de problemas de salud mental es muy grande también, parece que es lo raro pero no, es casi lo normal a día de hoy que alguien en algún momento de su vida sufra depresión o ansiedad. Que tratemos de ocultarlo es estúpido y lleva a que esté tan denostada la salud mental.
“Tratar de ocultar la salud mental es estúpido y hace que se denoste aún más”
Otro tabú es el suicidio. ¿Crees que este libro, tu historia, puede contribuir a que la gente cambie ese chip? A nivel periodístico, hasta hace poco, se decía que mejor no hablar de esos casos por miedo a un efecto llamada...
Me parece una locura. El efecto llamada sería no hablar de ello, porque yo, que estuve en ese punto, puedo decir que te sientes rara porque crees que a nadie más le pasa. Si nadie habla de esto, si no hay casos, si no se sabe, la rara soy yo, lo cual te hace sentir peor, te hunde más. Lo del efecto llamada no sé en qué se basa, pero para mí es liberador, hablar del suicidio me parece súper importante y me parece hasta que sirve para prevenir mucho.
En el libro, el lector te va acompañando durante todo el periodo de duelo. Hay un momento en el que aceptas este suceso tan duro, pero aparece la victimización. ¿Es la fase más difícil?
Es muy complicado, sí, es un mecanismo de autodefensa, pensar que yo no enfrento esto porque no voy a poder, pase lo que pase va a venir otra cosa mala, todo me pasa a mí, soy la diana del universo de las cosas malas... He pasado mucha parte de mi vida en modo víctima sin darme cuenta y veo que a mucha gente le pasa igual. Si no lo percibes, no puedes cambiarlo, es un patrón que te sale ya todo el rato, inconsciente. Cambiarlo también es muy difícil, pero vivir en modo víctima, para mí, es horrible.
Antes hablábamos de ese sentido del humor tan presente en ti, casi innato. ¿El humorista nace o se hace?
Creo que se puede hacer. Considero que trabajando puedes llegar a conseguirlo, te lo tienes que proponer y esforzarte, casi como si fueras un deportista, aunque si naces con esa facilidad, no va a ser más fácil porque hay que trabajar igual, pero de alguna manera creo atrapas más. Veo a muchos humoristas, sobre los que no quiero distinguir, todo tipo de humor es respetable, pero a mí, personalmente, lo que me gusta ver que alguien muestra algo con lo que ha nacido y lo lleva a la comedia. Eso me parece súper especial, aunque también valoro muchísimo cuando veo trabajo, cuando veo curro, porque nacer o no nacer con algo no depende de ti, pero el trabajo sí, y eso me parece súper admirable. Por tanto, creo el humorista nace y se hace.
Hay un momento del libro en el que también hablas de los límites del humor. ¿Cuál es tu visión al respecto?
Que cada uno que tenga los límites que quiera, pero que no trate de imponer a nadie sus propios límites, tus límites no son la verdad absoluta; los míos, tampoco. Más que los límites, hay que saber el contexto y a quién le estás haciendo la broma, si es un monólogo de humor, no es una conversación entre dos personas que se acaban de conocer. En un monólogo y en un contexto de humor que cada uno tenga el límite que quiera, para mí no hay límites, pero yo, por ejemplo, hay chistes que tampoco voy a hacer, pero porque no me sale, no por límites, sino porque no me apetece. Eso sí, jamás le diría a otra persona: “Oye, de esto no hagas un chiste”. Incluso, fíjate, hay gente que me ha hecho chistes de mi hermano, que sé que van con buena intención pero no me han hecho gracia, simplemente paso de largo y ya está. Me parece que es darle importancia, honestamente, a gente que para mí no la tiene. Hay que tener en cuenta la intención con la que se hace el chiste, algo que ignoramos siempre o tendemos a pensar que siempre el chiste es para ofender o como para reírte de alguien, y no, muchas veces es simplemente una forma de comunicar, incluso una forma de conectar, una forma casi de intimidad. Hay que pararse un poco a pensar y no reaccionar enseguida, ver qué ha querido decir esa persona, y aun cuando quiere ir a malas, como por suerte vivimos en un país que tenemos libertad de opinión y de expresión, que cada uno diga y haga lo que quiera. Pondría más el foco en mí misma, en pensar qué me molesta y a qué le estoy dando importancia, con qué estoy perdiendo el tiempo. Eso me preocupa más que lo que digan los demás.
“Cada uno tiene sus límites del humor, pero no se pueden imponer al resto”
A la hora de preparar un monólogo o un guión, ¿existe la autocensura? ¿Algún momento has tenido miedo a eso que puedan decir los demás, incluso al revisionismo?
A mí el revisionismo, si es para aprender y para decir, “mira, esto ya no se hace más”, me parece perfecto. Ahora, revisarlo en la actualidad, como si se hubiese hecho a día de hoy, me parece una estupidez y una pérdida de tiempo. La autocensura depende para quién trabajes, ahí están los límites del que manda. Yo en mi monólogo no tengo límites, para nada, de lo que me apetezca hacer, o sea, no me frena nada. Como decía antes, es el contexto, incluso la gente ha pagado un dinero por ver un monólogo, si no se ha informado sobre el tema que trata, ya lo siento, totalmente aceptable que te levantes y te vayas. No porque alguien se enfade, se moleste o no le guste mi humor, voy a dejar de hacerlo, es tontería, imagínate que un director de cine dejara de hacer sus películas porque a una parte de la gente no le gusta, nadie haría absolutamente nada, no habría cultura.
Hay humoristas que hacen muchas bromas con la proliferación de los podcast. Imagino que, al margen de chistes, esto os ha abierto una ventana a los cómicos, ya no es sólo stand-up comedy.
Sí, totalmente. Y, fíjate, gracias a la proliferación de los podcast, que yo también he hecho muchos chistes de eso y ahora tengo uno, podemos tener podcast como los que hay ahora mismo que son maravillosos, como ‘La ruina’, ‘Mi año favorito’, ‘Nadie sabe nada’... Está muy guay que sean también un espejo y una inspiración para otra gente, un montón de gente consume podcast. Con lo que cuesta hacerlo y sacarlo, por mí que haya muchos, es una oportunidad distinta y una forma diferente de hacer comedia que yo, por ejemplo, no conocía, y que es muy chula y muy interesante.
Estás con tu primer monólogo en solitario, ‘Chochito’. ¿Cómo está siendo la experiencia?
Pues muy bien, la verdad. Llevo ya, no sé, dos años, he visto cómo ha crecido, con lo que cuesta hacer una hora de texto entero que funcione, estuve dos años probando, ahora que funciona, me agarro a eso. Tengo que empezar a hacer otro porque al final se te va quedando antiguo, tampoco puedes estar toda la vida haciendo lo mismo. Pero ha sido muy bonito y una experiencia increíble. A la vez que crecía el monólogo y que se iba cerrando cada vez más, había más disfrute en el escenario, me ha hecho crecer mucho profesionalmente. Lo tengo muchísimo cariño, no voy a dejar de hacer monólogos, yo creo que nunca.
¿Qué visión tienes desde tu comienzo en el mundo de la comedia hasta hoy?
Si me lo hubiesen contado, habría dicho, no, me estás mintiendo, no voy a llegar a eso. Lo pensaba el otro día justo con mi compañera Bianca Kovacs y decíamos que tenemos que estar muy orgullosas de lo que hemos conseguido, de dónde estamos, de lo que hemos pasado, y encima privilegiadas de poder hacer lo que nos gusta y de disfrutar. El camino me ha parecido, fíjate, corto, no es mucho tiempo, pero muy intenso. Soy otra tanto personal como profesionalmente de hace un par de años a acá.