Nathalie Poza y Pablo Derqui encabezan el reparto de ‘Un tranvía llamado deseo’, la adaptación de David Serrano. Tras una gira por varias ciudades, se podrá ver en la Sala Principal del Teatro Español del 12 de junio al 27 de julio



Nathalie Poza:
“Estamos en un momento muy despiadado con la fragilidad y la indefensión”
La misma complicidad que Nathalie Poza y Pablo Derqui destilan sobre las tablas vuelve a quedar patente en una entrevista con GENTE, una charla sobre los pormenores de ‘Un tranvía llamado deseo’ que acaba tocando a asuntos que marcan la actualidad y la naturaleza del ser humano.
Tras haber estado en varias ciudades con ‘Un tranvía llamado deseo’ llegáis al Teatro Español. ¿Cómo afrontáis esta cita?
Nathalie Poza: Con muchas ganas, muchísimas, y mucha necesidad, de verdad, porque llevamos casi dos meses sin hacer la obra, pero ahí está, incubada. Hicimos 12 bolos después de un proceso de ensayos intenso y la dejamos en un sitio lindo, pero claro, ahora ya tenemos la necesidad de volver a encontrarnos en este espacio, que venga al público y estar estas siete semanas haciendo lo que más nos gusta y resucitándola.
Pablo Derqui: Estrenar en gira está muy bien, pero luego echamos en falta la repetición, todavía estamos descubriendo la función, que está creciendo con nosotros y tenemos muchas ganas de entrar aquí.
Yendo al origen, ¿en qué momento y cómo os llega la propuesta de poneros a las órdenes de David Serrano?
Nathalie Poza: Yo tenía muchas ganas de hacerla entre otras muchas funciones que te laten, ideas que uno tiene y que se quedan ahí, pero fue casi un impulso. Me preguntó David en qué andas o qué te gustaría hacer y le dije que me encantaría hacer ‘Un tranvía llamado deseo’ y hacerlo, además, recuperando el libreto original para hacer el texto tal cual. Me parece un texto tan hermoso, tan poético, tan vivo, con unos personajes tan maravillosos. Le comenté que ojalá pudiéramos hacerlo, es complejo y difícil de levantar por la cantidad de actores que se necesitan. Casi que lo dejé ahí, y a la semana lo había levantado en cuanto a producción y derechos, David estaba entusiasmado con la idea. Había hablado con María Vázquez de hacer las hermanas haciendo una obra de teatro juntas, pero nunca sabes si años después vas a poder tener a los compañeros soñados. Tuve el privilegio y la suerte de que Pablo y María dijeran que sí, luego el resto ha sido una bendición también, así que estoy deseosa de seguir con ellos y de alzar el vuelo con esta suerte, que es una producción difícil de llevar de gira por lo que implica hoy en día hacer una producción con nueve actores.
Cuando hay un trabajo de interpretación siempre hay un grado de responsabilidad, pero, al ser un texto con tanta reputación, ¿añade un punto mayor de presión?
Nathalie Poza: Personalmente me ocupo mucho de estar en el texto, en hacer lo que tengo que hacer y olvidarme de algo que se nos repite mucho, hasta andando por la calle siempre viene alguien para recordarnos que estamos haciendo ‘Un tranvía llamado deseo’.
Pablo Derqui: Sí, la presión viene dada siempre. Diría que en este caso es al contrario, es una gran oportunidad de hacer un muy buen texto. Hacer un buen texto siempre es una presión, por lo que siempre va a haber esa presión. Yo lo veo más como oportunidad y la posibilidad de poderte poner en una tesitura en la que no estabas acostumbrado y quizás subir un peldaño más dentro de tus posibilidades como intérprete. Más que una presión, es una motivación.
Nathalie Poza: Siempre que pueden más el estímulo, la ilusión y la excitación que te provoca el material que el propio miedo, pues ya está, ya lo tienes. Sin embargo, un cierto vértigo siempre hay, si no, estaríamos locos. Es natural. Es una obra que cada vez que la hacemos te sorprende todo lo que te pasa ahí, eso es fascinante, está muy viva y está llena de hallazgos constantes. Son dos horas y media de un texto que no te lo acabas nunca. Hay que estar muy concentrado en ponerse en los zapatos de esos personajes y acompañarlos, porque cuando el texto es tan potente te lleva solo, no te deja pensar en el miedo, cuando te das cuenta ya te ha arrollado la obra entera. Lo interesante es ver que cada día esté muy viva, que lance muchas preguntas y mucho gozo al espectador para que les guste tanto como nos gusta a nosotros el material.
El montaje original se estrenó en 1947. ¿Por qué creéis que sigue vigente? ¿Por qué sigue llegando tanto al espectador?
Pablo Derqui: Primero por cómo escribía este señor, Tennessee Williams era un artista, un alquimista describiendo el alma de los personajes. Luego hay aspectos, temas que trata, que yo diría que nos siguen atravesando. No hay que olvidar que se estrena en el 47, justo tras la II Guerra Mundial, es una obra estrenada contemporánea, es decir, no habla del pasado, era un momento de expansión de Estados Unidos, de auge del capitalismo, de bonanza económica, y el personaje de Stanley es un poco el paradigma del hombre hecho a sí mismo, hijo de inmigrantes polacos y se ha hecho a sí mismo, encima es exmilitar. Por contra, Blanche es el pasado que ya no es, vive en terreno de terratenientes, hija de terratenientes con un servicio en el sur de Estados Unidos, es otra época. Va a la ciudad, a la ciudad moderna, con el individuo moderno, con el individualismo y el consiguiente egoísmo, y esos dos mundos chocan, ella es profesora de literatura, él es hombre hecho a sí mismo que no tiene estudios, un pasado que intenta perdurar y un presente capitalista implacable que no quiere individuos débiles, que no tiene tiempo para la poesía. Esa tensión es palpable hoy, estamos en un momento en que el capitalismo, por ejemplo, ya está dirigiendo países directamente, estamos ya a las órdenes de capitalistas, no hay lugar para la sensibilidad ni para la compasión, la empatía, la poesía, el lirismo... Eso hoy en día nos resuena mucho todavía.
Nathalie Poza: Yo lo repito mucho, pero es cierto que el propio Williams describió la obra como una plegaria para comprender a los seres delicados. Creo que hay que volver a ese lugar de nuevo. Estamos en un momento muy despiadado con la fragilidad, con la desdicha, con la indefensión. Estamos asistiendo en directo a una masacre de niños y de miseria constante y con una impotencia brutal. La poesía es de lo poco que nos puede curar, por eso vamos al teatro, por eso nos agarramos a estos textos. Ahí está la responsabilidad por la que preguntabas, si alguien es capaz de profundizar tanto en su propia alma herida y observar el mundo desde un lugar tan sensible, la responsabilidad es honrar esa manera de transmitir su dolor, y la alegría y el humor con el que cuenta todo lo que le duele, ahí está también la belleza de estos textos, te hacen gozar. Siempre la ausencia de compasión es algo que nos constituye, la especie humana es la única especie tan estúpida como para destruir su único medio de vida. Mientras no nos reconozcamos los unos a los otros, no hay nada que hacer. Es una oportunidad de oro para sentarse en la butaca y ver a seres que tienen muchas razones en muchas de sus reivindicaciones, pero no se ven, no se escuchan, se hacen daño. Cuando lo vemos como un espejo en el que nos podemos mirar, quizás volvamos a plantearnos determinadas cosas.
Compartís, por tanto, esa visión de Arthur Miller de que, ante todo, esta obra es un grito de dolor.
Nathalie Poza: Totalmente, sí, es una súplica, un grito de dolor. De hecho Tennessee Williams se reconocía tanto en lo violento como en lo frágil, en lo poético o en lo despiadado, por eso era tan sabio a la hora de contar al público esos personajes, es una obra muy coral, todos tienen mucha riqueza, mucha contradicción, son muy humanos, no hay que idealizar a ninguno, todos tienen sus luces y sus sombras. Elige precisamente convertirlo en una tragedia que acaba aniquilando al más frágil, al personaje de Blanche, para contar lo que es inevitable, que es lo que pasa en la actualidad. Tú sales a la calle y muy cerca de aquí, en la plaza Jacinto Benavente, hay un montón de personas tiradas en la calle que no se sostienen en un sistema que no abraza al débil. Ya nos lo dicen muchos de nuestros políticos: esta ciudad está hecha para los fuertes, para el que sabe competir. ¿Cómo es posible hablar así al ciudadano en estos momentos? Esto está a la orden del día.
David Serrano decía que uno de los retos era alejarse de la versión cinematográfica. ¿Cómo ha sido ese trabajo?
Pablo Derqui: Yo la había visto hace muchos años y no la quise volver. De hecho, la idea no era alejarse de la película, sino acercarse al guión original, al libreto, a la obra dramática que escribió Tennessee Williams, que se estrenó en el 47 en Broadway, que luego se hizo en el 51 en cine. La que se alejó del guión, de la obra original, fue el guion adaptado porque la censura entró por medio e hizo destrozos, tuvieron que inventarse cosas, edulcorar, eliminar, cambiar el final, buscar soluciones medio expresionistas, recursos fílmicos para poder sacar algo de lo que escribió Williams. Nosotros lo que hemos hecho ha sido centrarnos en lo que escribió, la obra es más potente, porque en la película está un poquito edulcorado. Por ejemplo, que Stella se quedase a gusto con su marido viendo que su hermana se va a un sanatorio, en la película no pueden perdonar a Stanley. Lo que escribió Williams es que el status quo se mantiene.
Nathalie Poza: A mí siempre me parece una inspiración, yo no descarto nunca ver las pelis, me parecen bellísimas, pero no dejamos de ser actores en 2025, somos quienes somos, con la edad que tenemos, con estos cuerpos, nuestra experiencia vital, lo que vivimos a nuestro alrededor, el mundo en el que estamos... toda esa experiencia y eso que nos constituye está sobre el escenario, es inevitable. Creo que lo bonito de los clásicos no es cuál fue mejor, cuál está bien, cuál está mal, sino que cada propuesta es una visión diferente. Afortunadamente, las obras perduran y nosotros vamos pasando la batuta a otros actores, a otros escenarios.
Pablo Derqui: Williams hacía el seguimiento, era un obseso de saber cómo se estaban llevando a cabo los ensayos y cómo se estrenaba. El cine tiene ese poder, encumbra o deja ya para la eternidad algo, pero no es más que una foto de un momento dado, luego tuvo muchas otras representaciones que también apadrinó él mismo.
Nathalie Poza: Aun así, si realmente ves la película, que yo lo he hecho muchas veces, ves a Marlon Brando que hay momentos en los que está torpísimo, que hace el ridículo, hay algo cateto, burdo, su manera de comer, su torpeza lingüística, hay un trabajo ahí. Da igual que sea Pablo o Marlon Brando, el texto es el que es, luego es cómo uno recibe todo eso. También es muy interesante que encima ese violento pueda ser un hombre muy deseable, según para quién.
Dentro de todas las aristas que tienen vuestros personajes, ¿qué ha sido lo más complejo a la hora de acercaros a ellos?
Pablo Derqui: En mi caso, yo soy menos rudo, algo más refinado, y Stanley no lo es, para nada. Soy más formal por la educación que he tenido, y por ahí, yo me estoy deconstruyendo, aún estoy en ello. Lo de Stanley es una manera de estar en el mundo, incluso a la hora de estar quieto.
Nathalie Poza: En mi caso, son muchas cosas. Hay un momento, sobre todo cuando pones en pie algo que llevas mucho tiempo analizando, trabajando sola, y de repente llegas y quieres estar para el otro, quieres honrar ese texto, hay momentos que tu mismo cuerpo te dice “no te creo, no suenas de verdad”. Es una línea muy fina, hay un teatro en la manera de hablar de Blanche, hay un querer sonar bonito porque le calma el cerebro y porque quiere gustar. Como me dijo un día Pablo en los ensayos, estáte tranquila, encontrarás su respiración. A veces es difícil no juzgar al personaje cuando todavía no lo tienes integrado, y ella tiene brotes, literalmente descritos por Tennessee Williams, de histeria, hay momentos donde es terriblemente insoportable, me imagino, para los demás. Tengo que poder hacer eso, poder tener un brote histérico y darle lugar y espacio. Había veces que no sabía si la histeria era mía o suya, es ese momento del trasplante en los ensayos. Ahora entiendo que tiene distintos tipos de brotes histéricos, a veces hasta me daba pudor hablar tanto, no sabía si quitar frases, pero no, hay que darle el espacio que necesita el personaje, no soy yo, que me cortaría mucho más, ella no se contiene. Darse el permiso de entrar en un juego, hacerlo gozoso y hasta hacerlo con alegría, aunque el personaje esté sufriendo, esos momentos son a veces un poco dolorosos hasta que haces el trasplante, y entonces ya hasta te lo pasas bien haciendo esa locura y aburriendo al personal con tus verborreas. Al principio es entrar en la cabeza de otra persona y dejar que se exprese sin juzgarla.