Magüi Mira adapta y dirige ‘La música’ con Ana Duato y Darío Grandinetti como intérpretes. Se podrá ver en el Teatro Infanta Isabel desde el próximo 26 de febrero

Darío Grandinetti:
“Hay más visiones sobre el ‘para siempre’ que han variado, no solo el amor”
Dos personajes que han sido marido y mujer se reencuentran en un hotel después de haber firmado su divorcio. Este potente punto de partida es el arranque de ‘La música’, un texto que fue creado por Marguerite Duras en 1965 y que ahora, seis décadas después, llega a las tablas del Teatro Infanta Isabel de la mano de una adaptación de Magüi Mira.
Se cumplen 60 años desde que se publicó el texto original de ‘La música’. ¿Casualidad o causalidad?
Magüi Mira: Eso es una magnífica casualidad de la que me acabo de enterar, no había reparado en que, efectivamente, Marguerite Duras lo escribió en el 65 y ahora justo se cumplen 60 años. Es constelación, yo creo que nada es casual en esta vida, por algo pasan las cosas. Ha sido la oportunidad, mi oportunidad. Para mí es un tesoro haber podido contar esta historia con Ana Duato, con Dario Grandinetti, con una productora capitaneada y gobernada por José Velasco, que ha arriesgado, con todo el equipo artístico que está volcando su talento, la escenografía, la luz... en fin. Ha sido mi gran oportunidad, a veces no me lo creo. Yo me felicito, una especie de sexto sentido, ves algo, dices sí y apuestas por ello. Y con todas las dificultades, pero esto empieza a fluir, a fluir, a fluir, y un día te ves ensayando, al otro estoy con los medios de comunicación y dentro de poco estamos con los espectadores, que son los que le van a dar sentido a todo el trabajo que estamos haciendo.
Ana, Darío, cuando os habéis acercado a vuestros personajes, ¿qué ha sido lo más difícil, el mayor reto para meteros en esas pieles?
Darío Grandinetti: El reto siempre es el recorrido que hace el personaje. Es una obra con una carga emocional fuerte y constante, de los dos personajes, no hay momentos de contemplación, llegan en un estado muy especial. A mi personaje, que llega casi alterado, lo que va pasando en esa noche, lejos de aclararle algunas cosas, se entera de otras que lo confunden más. Convertir eso en algo creíble, ese subibaja emocional, ese es el reto, siempre, no solo aquí. Hacer teatro es un reto, en general. Yo diría que hay personajes más atractivos o menos atractivos. Los actores no sacamos agua de las piedras, hay algo que está escrito y que nos sirve, nos es es útil para nosotros para poner lo que tenemos que poner y sacar cosas que ve cada actor o cada actriz en ese personaje, porque hay diferentes maneras de interpretarlo. El reto es el teatro.
Ana Duato: El reto es, como decía Magüi, conmover al espectador y que esto le llegue. Es una historia fuerte que va a hacer reflexionar al espectador o espectadora, y a mí eso me parece importante cuando contamos desde la capacidad que tenemos de hacerle, no solo emocionarse, sino pensar en su vida y en abrir su horizonte. Eso sería lo deseado.
Se cumplen 60 años desde que Marguerite Duras creara este texto
Lejos del desgaste gradual de una relación, estos dos personajes se encuentran ante un momento sin retorno: ya se ha firmado el divorcio. ¿Cómo conviven ambos con ello?
Ana Duato: Ellos ya han firmado el divorcio cuando llegan al momento que muestra la obra. Es un viaje doloroso de conocimiento, de toda una vida que han tenido juntos y de cómo se han transformado, donde están metidos los celos, el desamor, el amor, la pasión, la infidelidad... Ahí hay una buena mezcla.
Darío Grandinetti: Los comportamientos descubiertos en esa noche, del uno y del otro, las preguntas que hay pendientes, las cosas que quieren saber que no han sabido y que se cuentan años después, con lo que eso significa. El recuerdo se va deteriorando también con el paso de los años. Son muy humanos los dos personajes, muy humanos, profundamente.
Magüi Mira: Ellos llegan a esa noche de hotel, han firmado el divorcio, realmente creen que van a concluir y a la siguiente frase el personaje de Ana está diciendo “buenas noches, me voy a dormir”, pero se encuentran con algo que no esperaban de esa manera tan brutal que se va a producir en esa noche, vuelven a verse arrastrados y arrasados por esa droga que es la pasión. Ella no la quiere vivir de esa manera y él la quiere vivir de otra manera. Creen que está todo cerrado, y no, no, se encuentran con todo lo contrario, eso está más sangrante que nunca y que no saben cómo concluirlo. Esa tensión, ese hilo rojo, está muy presente en la función, sigue y va a seguir en los brazos, en las manos y en las cabezas de cualquier espectador o espectadora, que yo espero que sobre todo gocen, porque eso que dice Ana de reflexionar también es una manera de gozar, porque para eso hacemos teatro, para que sea goce, goce del público que viene a sentarse en el patio de butacas.
Es una obra con “una carga emocional fuerte y constante”
¿Hay algún momento en el que vuestros personajes confundan la pasión con el amor?
Darío Grandinetti: Todo el tiempo.
Magüi Mira: Esa es la obra, que no saben cómo manejarlo, es algo que nos pasa a los humanos, porque el sexo es un lenguaje, es una manera de comunicarse, no tiene por qué ir pegado al amor, pero cuando se establece esta pasión, esa suma, ese apego y esa simbiosis, ¿cómo se hace? Se convierte en una droga y, si lo quieres vivir, no sabes cuánto te va a durar.
A la hora de afrontar ese crítico momento, ¿vuestros personajes actúan más desde su singularidad o desde un prisma que tiene que ver con la masculinidad y la feminidad?
Darío Grandinetti: Lo que tiene de bueno esta obra es la igualdad. Aquí no hay nada de eso planteado, no hay maniqueísmos, no hay feminismo, no hay patriarcado ni matriarcado... Nada de lo que pasa es porque vengan de un matriarcado o de un patriarcado, o de un machismo. No. En todo caso, el conflicto viene del propio conflicto que generan las relaciones humanas, por las cuales se despierta el amor, las guerras, los odios. ¿Cuántos grandes temas universales que se han tocado en los grandes clásicos? El amor, la muerte, la religión y el poder. Se acabó. Todos los grandes autores dan vueltas sobre eso de distintas maneras. Aquí también se habla de la muerte, mucho.
Magüi Mira: Marguerite Duras nos da un texto maravilloso para poder contar precisamente todo lo que está diciendo Darío. Es un texto bello, hermoso, a veces hasta en verso, con un vuelo poético, no es un texto cotidiano. El gran reto es convertirlo en verdad, en realidad, sin abandonar la poética escénica porque el teatro es síntesis. No estamos haciendo naturalismo ni costumbrismo, en absoluto, trabajamos con solo una mesa. Realmente ella nos da una herramienta fabulosa, un texto escrito sin filtros, con su libertad, tal y como ella se comportaba. Y así hemos intentado trabajar.
Mira: “Para mí es un tesoro haber podido contar esta historia”
Las estadísticas reflejan que a comienzos de este siglo había en España unos 37.000 divorcios al año. En 2023 la cifra era casi el doble. ¿Hemos dejado de creer en esa idea de que el amor es para siempre?
Darío Grandinetti: Creo que hay muchas visiones relacionadas con el para siempre que se han modificado, no solo el amor y el matrimonio, están la casa o el trabajo también. Antes había unos trabajos que tú decías mira, entro al correo o entro al banco y listo, tengo trabajo para siempre. Ahora te pegan una patada en el culo. Nada es para siempre. Todo es más efímero, incluso la amistad.
Magüi Mira: Cuando yo era adolescente mi madre me compraba un abrigo y era para siempre.
Ana Duato: Cierto, ahora todo es mucho más efímero.
Darío Grandinetti: Por supuesto que hay una inmediatez y una volatilidad de las cosas, pero que las cosas se puedan terminar, que nada sea para siempre, no me parece mal, la verdad. Yo creo que estamos mejor. A lo mejor por eso somos actores, ¿no? Porque es una forma también de enfrentar lo volátil, lo inútil, lo efímero, lo poco sustancial, eso que se olvida rápidamente que nos deja huella.Creo que hace falta mirar las huellas, aunque después tomes otro camino te tiene que servir para saber que no es por ahí. El arte en general ayuda a eso.
En algún momento de la entrevista habéis hablado de la fuerte carga emocional que tiene la obra. ¿Tenéis que hacer un trabajo posterior a cada función para resetear la mente de cara a vuestra vida cotidiana?
Darío Grandinetti: Eso yo creo que va en cada uno y que también puede ser que esté alimentado por el tipo de personaje. Pero hay distintas formas de asumir y de despojarte de los personajes, así como hay una manera de prepararte para hacerlo que cada uno elige, no son todas iguales, también hay una distinta para decir “bueno, ya está, se acabó”. Lo que sí sugiero es que encuentren alguna, porque llegar a casa, si vivís con alguien, trayendo cualquier personaje que sea, te van a pegar una patada. Prepárate lo que quieras, pero después despójate.
Magüi Mira: En ese sentido, yo disocio, soy muy profesional, trabajo con toda la pasión que puedo, pero un personaje es un personaje y yo soy yo. Intento, como cualquier compañero y compañera, ser generosa y beber de mí, de mi imaginación, de lo que sabemos todos y de lo que nos viene de fuera, pero el personaje es algo muy poderoso, es como una sinfonía, tú lo tocas, guardas el violín y ya está, no vas tocando a la cena que tienes después. Eso es algo que yo no concibo, lo respeto, porque hay gente que para que su cerebro funcione lo tiene que conectar así, pero no es mi caso, en absoluto, ni lo predico ni lo aconsejo.
Ana Duato: Sales con una adrenalina de la función que lo que tienes que hacer es que lo que tienes que hacer es relajarte un poco, porque durante una hora tu energía tiene que estar altísima, pero no más que eso.
Darío Grandinetti: Cada uno es distinto, pero hay un montón de cosas técnicas de las que tienes que estar pendiente, para empezar dejar de hablar para que lo haga tu compañero, no moverte si tienes el foco... Hay muchas cosas de las que ocuparse, si te dejas llevar por el personaje, a lo mejor terminas en el patio de butacas. Eso sí, los procesos son todos válidos, después el acierto o el error son otra cosa. Había un gran actor español que vivió en Argentina mucho tiempo, se llamaba Pedro López Lagar, era un gran actor de teatro. Los grandes maestros de teatro de Argentina lo fueron a ver un día porque estaban con esta cosa del método. Todos decían que era extraordinario, que era fantástico y ellos querían saber cómo lo hacía. Le hablaron de una escuela de interpretación, él los escuchó y solo les contestó: “Yo me pongo la gorra y salgo”. Gandolfo, que era un maestro, siempre decía que cuando empiecen con las dudas confíen en la primera intuición de los actores. Si estás perdido, llevas un mes de ensayo y no vas adelante ni atrás, confía en tu primera intuición, en lo primero que te pasó por la cabeza cuando leíste la obra, y empieza de nuevo desde ahí. Era un tipo preparado, formado, que sabía la técnica, llevaba treinta años psicoanalizado, y en el fondo confiaba en la intuición del actor, porque él lo había sido también. Llega un punto en el que actor sabe más del personaje que quien lo escribió.