sábado, 19 octubre 2024


Personajes

Rosario Raro:

“Las guerras deberían ser un anacronismo en este siglo XXI”

La escritora de Segorbe reivindica en ‘Prohibida en Normandía’ la historia de Martha Gellhorn, la única mujer que participó en este episodio histórico

El pasado 6 de junio se cumplieron 80 años de uno de los episodios históricos que marcó el rumbo de la II Guerra Mundial. Mucho se ha escrito (y filmado) sobre el Desembarco de Normandía, aunque eso no significa que no queden historias por contar. Una de ellas es la de Martha Gellhorn, que conocemos a través de la última novela de Rosario Raro.


¿Cuándo tuviste constancia de la historia de Martha Gellhorn?

A Martha Gellhorn la he tenido ya desde hace bastantes años en la recámara o en esta trastienda que tenemos los escritores, quienes escribimos siempre tenemos como varias historias a la espera. El detonante fue cuando supe, porque como corresponsal de guerra sí que tenía referencias de ella, que fue la única mujer entre más de 150.000 hombres que estuvo el Día D a la Hora H. Pensé que tenía, de alguna forma, que rescatarla del mar del olvido. Caí en la cuenta que en el 2024 se cumplían los 80 años del desembarco, me pareció que era una cifra redonda, de hecho estoy comprobando que hay una proliferación de artículos, reportajes y demás, pero que Martha Gellhorn no aparece lo que debiera.

Se ha escrito mucho sobre el Desembarco de Normandía, incluso se han hecho varias películas. ¿Por qué crees que la historia de Martha Gellhorn sigue sin ser conocida?
Ahí nos tendríamos que remontar al contexto del periodismo en esos momentos, a mediados de los años 40. El Alto Estado Mayor aliado prohibió expresamente que se acreditaran las corresponsales, de hecho, la revista para la que trabajaba Martha Gellhorn, Collier's Weekly, acreditó a Hemingway, y no a ella, a pesar de que ella era la que colaboraba. No querían que estuvieran las periodistas allí, mientras que los reporteros gráficos o los corresponsales tenían dentro del ejército el tratamiento prácticamente de oficial. De alguna forma, esto hizo que primero se le ninguneara, igual que a sus compañeras, que estaban allí, en el Dorchester de Londres, esperando que se produjera el desembarco, y que luego fuera borrada de este acontecimiento.

Pasados 80 años, seguimos viendo muchos conflictos internacionales y hombres que siguen sintiendo celos profesionales de su pareja, como en el caso de Hemingway. Cuesta ser optimista de cara al futuro.
Por una parte, 80 años es relativamente poco tiempo en el devenir histórico, entonces, que respecto a las guerras estemos en el mismo punto, que no acabemos de pasar página, creo que no habla nada bien de nosotros como especie, ya debería ser un anacronismo en el siglo XXI. Sí que he observado a propósito de la novela, que en el ámbito periodístico, a las mujeres se les suele nombrar por su nombre, y a los hombres por su apellido. Las reporteras que había en la II Guerra Mundial su profesionalidad y credibilidad estaba fuera de toda duda, muchas ya llevaban varias guerras en la mochila, pero de alguna forma se les hizo a un lado, se les apartó solamente porque eran mujeres, eso es una injusticia, el género debería ser un rasgo más, pero no algo definitorio.

”Gellhorn era una periodista de raza, no se arredraba ante nada”

Reconforta, en cierto modo, ver que en un ambiente tan inhumano como el de una guerra había gente como Lindsay Bennett. Podemos decir que existía la sororidad antes de acuñar el término.
Sí, porque hay veces que se inventa una palabra, parece un neologismo, y parece que ese comportamiento cobra una nueva luz, pero siempre ha habido esas conductas loables. En este caso, a las periodistas que se atrevieron a contravenir las órdenes las castigaron, bien con arresto domiciliario o, como en el caso de Martha Gellhorn, condenándola a un campo de trabajo al este de Inglaterra. Sí que es cierto que esta otra persona se hizo pasar por ella, pero también tenía un interés más allá, quería un ascenso y dinero para enviarlo a sus padres a Estados Unidos. Llegaron a un buen acuerdo.

Al final del libro hay un apartado de notas de la autora en el que explicas que muy libremente has adaptado ciertos episodios que vivió Martha Gellhorn. ¿Ha sido muy difícil desmarcarte de toda la documentación para crear ese espacio donde hubiera algo de ficción?
Creo que hay que ser muy rigurosos con los hechos históricos, pero después, por ejemplo, para recrear el personaje de Martha, yo me he basado sobre todo en sus escritos, yo soy profesora de escritura creativa y creo que leyendo lo que alguien escribe es una buena forma de conocer a esa persona. En ese sentido, claro, está la historia no sabida y, por otra parte, la historia contada, hay una biografía de referencia de Caroline Moorehead, que es la hija de una de las mejores amigas de Martha. Es muy fidedigna, se corresponde mucho con pasajes que la misma Martha cuenta de su vida, pero claro, también es cierto que hay muchos claroscuros y que, por ejemplo, a ella las autoridades estadounidenses y dentro de la profesión incluso la tildaron de antipatriota porque su relato del desembarco no coincidía con el relato épico y glorioso, ella contó determinadas acciones de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, como que 30.000 ciudadanos franceses habían muerto bajo las bombas de los aliados, no de los alemanes. Eso no interesaba que se supiera, o algunas violaciones cometidas por soldados estadounidenses contra las francesas. Ella no comulgaba con la historia oficial, además, los relatos que llegaban a Estados Unidos estaban muy sesgados, la censura militar era muy férrea y ella quería contar su verdad, que fue lo que siempre defendió. Como no se doblegaba, tuvo que autoeditarse sus crónicas porque los medios no querían reflejar lo que ella contaba.

En esa parte que hablábamos de equilibrio entre ficción y realidad, hay un personaje de ficción, el general Harvey. Aparte del juego literario que te da, ¿crees que sería muy difícil encontrar una persona así en un entorno tan hostil?
En el apartado de notas de la autora yo pongo las cartas sobre la mesa, quiero que el lector cuando termine sepa exactamente lo que es ficción y lo que es real. Normalmente la ficción suele coincidir de puertas hacia adentro, así que el hecho de que sea el general Harvey, y no Bradley, que es el personaje real, fue porque no quería inventarle un adulterio en Normandía. Pensé en este personaje porque quería un hombre a la altura de Martha, es decir, una persona que coincidiera con su idea del amor, que ella decía que consiste en confiar en alguien al cien por cien, saber que alguien no te va a traicionar, si es que eso se puede saber, también que entendiera su idea de la libertad. Ella decía que a los hombres les gustaba que fuera tan indómita para domesticarla, era como un reto, querían cortarle las alas, y Hemingway, por ejemplo, le planteó que eligiera entre él o su profesión, que para más bien inri era una profesión compartida.

El final de Martha Gellhorn fue bastante trágico, con una ingesta de cianuro. A partir de todo lo que has podido conocer de este personaje, ¿qué peaje crees que le hizo pagar toda esa vivencia, no sólo de lo duro que es una guerra, sino toda esa injusticia a la que fue sometida?

Creo que eso la invisibilizó bastante. Solamente el hecho de que tuviera que autoeditarse, incluso llegara a distribuir sus libros por librerías, cuando eran crónicas de primera mano por las que se había jugado la vida. Considero que también pesó mucho su matrimonio con Hemingway, ella fue la tercera esposa y, cuando se la citaba, se la despachaba de un plumazo, como si ya no tuviera entidad por sí misma. De hecho otra de las amigas de Martha que aparece en la novela, otra de las reporteras, Mary Welsh, también estuvo casada con él. Creo que ella merecía un reconocimiento mayor del que tuvo en vida porque incluso con 81 años cubrió la invasión de Estados Unidos de Panamá y llegó a plantearse ir a la guerra de los Balcanes, pero ya era muy mayor. Era una periodista de raza, no se arredraba ante nada y quería ser, como ella misma se autodenominaba, los ojos de América.

”El género debería ser solo un rasgo más, no algo definitorio”

Volviendo a esas notas de la autora, hay un momento en el que haces una especie de paralelismo entre Martha Gellhorn y tu historia como escritora, costó mucho tiempo que te publicaran tus textos. No ha sido fácil llegar hasta aquí.
No, para nada, yo pasé más de 35 años sin que me publicara nadie, quitando algún premio que iba ganando, yo imagino que para que no me faltara el aliento, era una especie de motivación. Antes de publicar mis cinco novelas en la editorial Planeta, había publicado un libro de microrrelatos en una editorial de Sevilla, otro de relatos con una editorial de Madrid, pero bueno, pienso que a veces las cosas suceden cuando tocan. En ese sentido me he identificado mucho con una expresión de Martha Gellhorn que he puesto también en ese apartado: escribir de esta manera, y cuando todo cuesta tanto, se parece mucho a masticar cemento. En mi caso creo que al menos me demostré a mí misma que lo que me gustaba era contar historias porque no desfallecía a pesar de ser la voz que clamaba en el desierto.

Este libro recorre muchos escenarios, no solo Normandía, también hace un viaje por gran parte del planeta. La inclusión de Canfranc, ¿es un guiño a tus lectores más fieles?

Sí. Está documentado que Martha Gellhorn cruzó el Pirineo a pie, lo que pasa que en esas circunstancias tener un mapa a mano, saber por dónde estaba dentro de la orografía era bastante complicado, entonces, como yo podía elegir por dónde atravesaba la cordillera, se me ocurrió que fuera por Canfranc, territorio que ya conozco por mis dos novelas anteriores ambientadas allí. Los lectores que han repetido, los más fieles, me lo han agradecido también.

Ahora que ya el libro es una realidad desde hace un tiempo, ¿cómo ha sido todo ese viaje? Para su elaboración te has desplazado a muchos lugares.

Sí, soy consciente de que eso es un privilegio, pero yo intento que cuando escribo, el lector no sienta que le están contando una historia, sino que esté allí y en ese momento, en 1944 en este caso, me parece que recorrer esos mismos lugares supone que escribes para todos los sentidos, no solo para la vista, se crea una especie de inmersión, como si fuera un entorno de realidad aumentada, es como que el lector percibe a través del resto de sentidos cómo sucede la acción. También es una excusa, como cualquier otra para viajar, buscando un destino interesante.

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