Después del éxito de ‘Las chicas del muro’, el autor y guionista Jorge Corrales presenta ‘El escritor y la espía’, donde se sumerge en el Berlín Oriental de la década de los 80

Jorge Corrales:
“Ahora es más fácil espiar, damos mucha información en el ámbito digital”
Se define a sí mismo como “un yonki de la Historia”, Berlín es una de sus ciudades preferidas y, desde hace tiempo, tiene a la literatura como uno de sus ámbitos profesionales. Con estos mimbres no es de extrañar que Jorge Corrales haya alumbrado ‘El escritor y la espía’ (Planeta).
‘El escritor y la espía’ toma el relevo de tu anterior libro, ‘Las chicas del muro’. Si tuvieras que definir en pocas palabras esta nueva historia, ¿cómo sería?
Es un compendio sobre la escritura disfrazado de ‘thriller’ de espías.
Es una historia de escritores protagonizada por una espía y una historia de espías protagonizada por un escritor. ¿Son vasos comunicantes estos dos mundillos?
Sí, son dos vasos comunicantes. Esto es una historia real, está basado en el círculo de escritores chequistas, que existió de verdad. Eran agentes de la Stasi, del Ministerio de Seguridad del Estado, que un día a la semana quedaban para hablar de escritura y hacer ejercicios. Cuando encontré esta historia, me pareció apasionante ver que hay gente que convivía con esos dos mundos, que son exactamente los dos mundos de John le Carré, que es uno de mis escritores fetiche, y que él lo define muy bien en una de las citas del libro: “Espiar y escribir novelas están hechos el uno para el otro. Ambas cosas exigen una mirada atenta a la transgresión humana y a los numerosos caminos de la traición”. Me parece que el trabajo del espía y el trabajo del escritor tienen mucho que ver, ambos tienen que ser más observadores que parte de la acción. Además, hay una parte que he intentado transmitir en el libro, es un trabajo muy solitario, pero a la vez tienes que estar siempre pensando en qué está sucediendo en la cabeza de los demás, y eso me parece apasionante.
“El círculo de escritores chequistas sí que existió en la realidad”
Como en ‘Las chica del muro’, Berlín es el escenario de la trama. ¿Esa elección viene dada por el hecho de que es una ciudad que conoces bien o simplemente porque es allí donde se dieron estos acontecimientos históricos que te invitan a crear esta trama?
Siempre digo que Berlín es mi ciudad, he vivido allí un montón de años, llegué sin ser escritor y salí siéndolo. Al final los escritores escribimos de lo que conocemos, aunque resulte raro que un español escriba sobre Berlín, que siempre causa mucho interés, es que es mi ciudad, es la ciudad que conozco, es el lugar sobre el que históricamente más interés he tenido, así que para mí es mucho más fácil hablar de Berlín que de cualquier otra ciudad española. Por todo ello, plantear una novela en Berlín para mí es mucho más sencillo, además de que es una ciudad que tiene una historia apasionante, soy un empedernido forofo de la Historia, de hecho he incluido en la novela una frase que una vez me dijeron, “eres un yonki de la Historia”, y es así. Berlín tiene tantas historias que contar que no me resulta raro hablar sobre ella.
Daniel Medina es un escritor frustrado que está en Berlín. Lo fácil es hacer un paralelismo y pensar que es un alter ego.
No, en absoluto. Me han preguntado ya varias veces sobre ello y siempre respondo con la broma de que yo no soy el escritor, soy la espía. Partimos de lugares totalmente diferentes, Daniel Medina tiene que escribir esa segunda novela, la cual no quiere crear, es un escritor frustrado, y a mí me ocurrió todo lo contrario. Tuve, por suerte, un gran éxito con ‘Las chicas del muro’ y para mí era muy fácil escribir la segunda, teóricamente, aunque luego, cuando me he metido en harina, ya era mucho más complicado. Sí que es cierto que he estado en ese lugar, el de no tener ganas de escribir o sentir un bloqueo muy grande. Hay muchos escritores que tienen la suerte de nunca haber tenido un bloqueo, pero yo estuve cinco años sin escribir y me costó muchísimo volver a sentir alegría, a estar a gusto con la escritura. Ese es el proceso que hace también Daniel Medina, en el cual comienza sin ninguna gana de escribir y al final encuentra en la escritura precisamente lo que no tenía en su vida, esa alegría por hacer un proceso creativo, por crear.
“Sufrí un bloqueo, me costó volver a disfrutar de
la escritura”
En ese contexto de aquel Berlín, podría pensarse prácticamente que todo el mundo espiaba a todo el mundo. ¿Qué tiene la figura de la espía para que sea tan inspiradora en materia literaria?
En concreto era casi una de cada diez personas las que ejercían como espía al servicio de la Stasi, así que lo normal es que alguien siempre estuviese informando sobre ti. La figura del espía tiene algo muy interesante para los escritores porque realmente lo que hace el espía es crear un personaje, genera una serie de características que tiene que tener para conseguir un objetivo, y eso es a lo que nos dedicamos nosotros, los escritores estamos siempre creando una ficción para poder contar algo. Lo interesante de la figura de la espía, y es una cosa que he intentado transmitir en el libro, es que es contradictoria, y eso siempre es apasionante para un escritor, porque su vida personal siempre está en lucha con el personaje que ha creado. A mí me parecen interesantísimas estas personas que tienen una doble identidad y que tienen una serie de deseos que no pueden cumplir porque su personaje se lo come, incluso hay personajes muy interesantes de la vida del espionaje que acaban fagocitados por el propio personaje que han creado para acabar siendo más el personaje sobre el que han ideado que tenían que ser, sobre la ficción, que sobre ellos mismos. Entonces, ese juego entre ficción y realidad es muy atractivo para el escritor.
Salvo algunos contextos, como podría ser por ejemplo Corea del Norte, que a veces nos llegan noticias de algún caso de presunto espionaje, quizás ahora no esté tan visible esa figura. ¿Sigue existiendo esa figura actualmente? ¿Dentro de 30 o 40 años tendremos literatura sobre ellos?
Sí, lo que pasa es que han cambiado. La figura de la espía que tenemos todos en la cabeza, la figura literaria, es el de los años 60, 70 o incluso antes, en la II Guerra Mundial, era muy humana. Lo que ocurre ahora es que los espías no son personas, sino que se utilizan los medios digitales para espiar, ahora es muchísimo más fácil espiar, es más, estamos constantemente dando información a quién sabe qué en el mundo digital y es mucho más fácil obtener esa información. Hay un personaje en la novela que todo el rato está criticando a Daniel Medina por usar medios tecnológicos porque dejan una huella, claro, si dejas una huella, es mucho más fácil espiarte. Es lo que sucede ahora, que realmente los espías no necesitan trabajar tanto para encontrar nuestra información, pero sigue habiendo muchísimos espías y la información sigue siendo importantísima.
A pesar de que la Stasi tiene una poderosa historia detrás, no ha dado muy pie a demasiadas creaciones literarias, incluso audiovisuales. ¿A qué crees que se debe, a todo ese oscurantismo que hay en torno a la Stasi?
Realmente lo que sucede es que fue una época muy gris y es difícil armarse de ficción para contar algo tan gris y tan plano. En Alemania sí que es un tema más tratado, la Stasi está mucho más presente y pertenece a su memoria histórica. Sin embargo, sí que es verdad que no han trascendido mucho más allá, siempre han sido los malos de la película y se ha quedado en un cliché, era justo lo que yo intentaba hacer con este libro, que no fueran simplemente personajes caricaturescos de una novela de espías, sino realmente intentar entender cómo vivían esas personas que realmente sabían lo que estaban haciendo, sabían perfectamente que estaban intentando llevar un control ideológico y social de la población, pero que también tenían una vida diaria y normal, tenían sueños de ser escritores igual que cualquiera de nosotros.
“La figura del espía que más conocemos, la del siglo xx, era muy humana”
Como buen conocedor de la historia alemana, ¿nos hace falta aprender cómo tratan allí la memoria histórica?
Nos hace falta muchísimo. Alemania hizo un proceso que creo que deberían de hacer todos los países después de la II Guerra Mundial para, primero, intentar entender las causas y, segundo, poner soluciones para que esto no vuelva a suceder. Ellos han creado esta especie de, no sé cómo definirlo, proceso educativo democrático en el cual intentan que sus ciudadanos entiendan la democracia, que eso ya me parece muy importante, y que intenten defender los valores democráticos. Siempre hay una anécdota que cuento a mis amigos, hay una asociación de padres y madres y expertos en educación que, cuando tienes un hijo en Alemania, te comienzan a mandar cartas para que entiendas los procesos madurativos de tu hijo. Cuando nació nuestro hijo nosotros lo vivimos, y era muy práctico porque te iban llegando cartas según el mes en el que tu hijo estaba para enseñarte qué es lo iba a pasar en ese mes, cómo iba a madurar. Obviamente, esto nos pareció fenomenal, pero después nos enteramos que esto pertenecía a un proyecto de la sociedad civil que nació después de la II Guerra Mundial precisamente para establecer valores democráticos y que todas las personas tuvieran acceso a una información importante, que consiguieran criar a sus hijos en determinados valores sociales. Es decir, el objetivo era conseguir que la sociedad, a través de la crianza, la educación o a través de cualquier medio, pudiese dotar a la sociedad alemana de las mejores herramientas para tener la mejor sociedad posible. A mí eso me parece muy bonito y, a la vez, me entristece mucho ver cómo está la política ahora mismo en Alemania, cómo la AfD, el partido de ultraderecha, está socavando todo ese trabajo que han hecho durante años y, especialmente, los jóvenes, que están más desligados de todo lo que ocurrió en la II Guerra Mundial, de ese proceso de humanización por parte del gobierno alemán.
Volviendo la novela, ¿qué ha sido lo más complicado? Da la sensación de que es un libro con muchas capas.
Ha sido muy difícil crearlo. Yo no soy un escritor de ‘thriller’ o de novela negra, y esta novela, como la definimos a veces, es una falsa novela de espías, es decir, no son espías que están constantemente en peligro y que utilicen armas, no hay nada de eso. Utilizo la estructura de novelas de espías, sobre todo las de John le Carré, lo que hago es envolver toda una historia. Lo que ocurre es que yo no soy un experto en este tipo de estructuras, por eso me ha costado muchísimo. Mi editor, Leo Campos, me ha echado una mano muy grande, hemos reescrito tres veces toda la trama de espías hasta que hemos encontrado el final y los giros que necesitábamos, pero sí, nos ha costado mucho. Estoy muy contento con el resultado, porque las primeras impresiones que vienen son de gente que se entretiene mucho, que le llega de forma muy entretenida la novela, cosa que era lo que yo buscaba, aunque luego hay muchísimas más capas y puedes profundizar más en otros temas.
Enlazando con una de las preguntas anteriores, en un momento dado Daniel Medina interpela directamente al lector. ¿Existe también ese ejercicio de espía como lector?
Sí. Esto me gusta mucho, porque cuando tenía el libro acabado, encontré una cita de Leila Guerriero que habla de que todos comenzamos siendo espías, porque somos lectores que estamos ahí detrás observando y en un momento damos el salto a ser espiados. Esto es precisamente lo que me gustaba de esa mezcla entre espionaje y escritura, que al final los lectores somos espías y, de alguna manera, los escritores nos dejamos ser espiados, nos mostramos más o menos en todo lo que escribimos y nos dejamos una parte de nosotros en cada novela. Esto es algo que aprendí con mi primera novela porque yo pensaba que había ocultado muy bien mis pequeños guiños y la gente que me conoce me dijo enseguida de dónde venía cada cosas. Me di cuenta de que no era tan fácil ocultar en la literatura aquello que sentimos. A la vez me parece bonito porque de eso va a escribir, dejarte llevar y ser capaz de contarte a ti mismo cosas que jamás contarías y dejarte ser espiado porque de alguna manera te abres. En la vida privada soy una persona muy poco dada a abrirme y, sin embargo, cuando escribo intento quitarme el freno de mano y dejarme llevar. Por eso esta novela está dedicada a mi mujer, que es la ultima lectora, nunca le dejo leer nada hasta que no está terminado, pero a la vez es la que mejor sabe espiarme.
Trabajas en la escuela de escritores, creaste el podcast de Material Narrativo y tus historias se vuelven virales en los perfiles de redes sociales. ¿Sientes ese peso de las expectativas que puede tener la creación de una nueva novela?
Podría mentirte y decir que no pasa nada, pero sí, he sentido la presión de la segunda novela. El otro día hablaba con Manuel Vilas, coincidimos en una entrevista, y él decía que cuando escribes una primera novela es como lanzar una botella al mar con un mensaje, no sabes qué va a pasar, estás esperando, a la expectativa; sin embargo, cuando hay una segunda novela, tienes esa presión de que hay lectores que están esperando algo. Mucha gente me ha pedido la segunda parte de ‘Las chicas del muro’, había gente que me aconsejaba sobre lo que escribir... es un poco raro. Soltar ahora un libro sobre el que ya se han generado expectativas cuesta mucho. Precisamente por eso quería que Daniel Medina escribiera esa segunda novela, porque aunque él no tiene esos problemas, sí quería ver reflejado en la novela que ahí estaba yo un poco, sintiendo lo que me iba a costar. Ha sido un proceso interesante, y como Daniel Medina, empecé con una cierta presión que poco a poco se ha ido quitando y me lo he pasado muy bien escribiéndola.