sábado, 19 octubre 2024


Personajes

Emma Nogueiro:

“En contra de lo que pudiera creerse, Sánchez Dragó fue una extraordinaria pareja”

La periodista gijonesa, última pareja sentimental del escritor, le rinde homenaje en ‘Querido Nano’, un libro donde aborda su figura desde una perspectiva diferente

El pasado 10 de abril se cumplía un año de la muerte de Fernando Sánchez Dragó, un aniversario para el que Emma Nogueiro ha querido realizar un homenaje de lo más emotivo publicando ‘Querido Nano’ (editorial Planeta), un libro que sirve para “dar una perspectiva quizá no tan conocida de él, puesto que está contada desde la voz de la madre”, al tiempo que “es también una guía de cómo era el Madrid de esa época, cómo era descubrir países en los años 60, además de un homenaje a Fernando y a Elena, su madre, que también lo merece”.

'Querido Nano' ya es una realidad, llegó a las librerías hace unos meses. Para un amante de contar historias como tú, ¿qué se siente al pasar por una librería y ver que tu obra está ahí?
Se siente mucha emoción, no sólo en el momento en el que ya sabes que el libro ha llegado a las librerías, sino también cuando tú lo tocas por primera vez y la editorial te lo envía. En este caso es un libro muy especial porque viene a ser mi homenaje una vez que se ha cumplido el año de la muerte de Fernando Sánchez Dragó. Entonces, por una parte, se ve satisfecho ese deseo que tuve desde pequeñita de escribir, de tener a la creación en las manos y también, por otra parte, de mirar al cielo y decir “aquí está, te mando mi homenaje”.


Debut literario y además homenaje a Sánchez Dragó. Parece difícil acumular más carga emocional en un libro.
Me lo estoy pasando muy bien, ya desde la hora de corregir el libro y de estar con mis compañeras de la editorial y las correctoras, pero evidentemente es un libro que supone para mí muchísima emoción, solamente ver mi nombre y el de Fernando en la misma portada es difícil, pero bueno, lo logramos.


Esta entrevista la estamos haciendo en un sitio muy especial que también aparece en el libro. Me imagino que la elección no es baladí.
No, no es baladí porque date cuenta que si en el libro recoge gran parte de la vida de Fernando, se empieza narrando los primeros años de calas y catas literarias de Fernando en este mundillo y, claro, el Café Gijón ha sido un referente para todas esas personas, estudiantes de letras, políticos y escritores de los años 50 en Madrid. También es un espacio muy ligado a mí y a mi historia con Fernando, con lo cual no, no ha sido casual.

Se ha cumplido un año de la muerte de Fernando Sánchez Dragó. ¿Tenías anteriormente en mente que podía dar pie a un libro todo este intercambio de cartas entre madre e hijo?
Sí, de hecho, el germen del libro surgió cuando Fernando todavía está vivo. Contaba a otros compañeros periodistas estos días que fue un poco de carambola porque estando un mes en la casa de Soria, que tenía Fernando y que ahora sigue teniendo la familia, encontré en su archivo un baúl destartalado, un poco misterioso, que llamaba la atención, decidí abrirlo y encontré de todo, desde recibos de sus épocas de exilio hasta cajas y cajas de cartas muy extrañas. La mayor parte de ellas eran de correspondencia entre la madre y Fernando, o Nano como se le llama en este libro. Había también cartas de amigos, de esos años de viajes, de cárceles, de exilios, cartas de mujeres, de novias, pero en concreto las cruzadas entre la madre y él eran de tanta calidad, de tanto cariño, de tanto amor, que vi que había un historia, literatura, y se podía montar algo entorno a ellas. Estuve la friolera de tres o cuatro semanas leyendo todas esas cartas, porque era una cantidad ingente, había que ordenarlas y escoger, una vez que lo tuve todo ordenado fue un ejercicio maravilloso, porque descubrí otras épocas, y no sólo la relación de Fernando con la madre, sino también lo que se contaban del uno al otro, pues una en España y otro ya a lo mejor en el exilio o en la cárcel de Carabanchel te sirve también para ver cómo eran esos escenarios y cómo era la vida y la sociedad en España y en el mundo durante esas décadas.


Conociste bien a Fernando en persona, ¿ha habido alguna faceta o alguna aventura que hayas descubierto a través de estas cartas y que desconocieras?
Bueno, Fernando era una persona a la que le encantaba hablar de lo que había hecho en la vida, y lo entiendo porque ha tenido una vida tan azarosa y tan repleta de aventuras que con cualquier mínima historia que te contara ya captaba tu atención. Además, como era escritor de la cruz a la bola, le daba a todo ese toque literario. No descubrí ninguna que no supiera, porque yo conozco a Fernando cuatro años antes de empezar a escribir este libro y, más o menos, tenía bien controlado todo lo que había hecho en la vida, pero sí adquirí detalles divertidísimos, a veces muy emotivos, de esas aventuras que él me había contado. Vinieron a completar un poco lo que él me había puesto ya en antecedente.


Está ese amor maternal y la persona que ha sido la última pareja sentimental de Sánchez Dragó. ¿Qué similitudes, qué puntos en común ves entre ambas historias?
Es curioso porque Fernando y su hija Ayanta, que también es escritora y periodista, cuando me conocieron me dijeron que físicamente yo me parecía un poco a la madre de Fernando en los años mozos. No sé si me parezco o no, pero desde luego al asomarme a la correspondencia de las cartas de la mamá, de Elena, me di cuenta de que era una mujer apasionante. Entonces empecé a interesarme cada vez más, y gran parte de los años que duró la escritura del libro, en las conversaciones con Fernando, iban un poco para sacarle cosas de cómo era esta mujer, que me parecía increíble. Respondiendo a tu pregunta, aparte de esta posible similitud entre nuestros rostros, Fernando era una persona extremadamente joven, aun teniendo 80 años y yo era un poco más reservada, no tan aventurera como él, así que no sé si hice un papel de madre. Desde luego hay un amor materno-filial y hay también un amor hacia Fernando. Yo creo que ese es el punto en el que más podemos coincidir.


Hay muchas relaciones de parejas reflejadas en el libro, y hay un momento en el que se dice algo así como que él nunca supo cerrar de todo esas historias de amor. ¿Es una de las conclusiones que te ha dejado?
No, y voy a luchar lo que pueda y más para que la gente no piense que esto es así (entre risas). Hay una historia en concreto en la que se utilizan estas palabras que tú me has dicho esto, hay que ponernos un poco en contexto, Fernando era muy jovencito, tenía toda la vida por descubrir, era una persona con un cohete en el trasero, con el cual enseguida se cansaba de las cosas, tenía muchísima imaginación, quería cambiar, quería descubrir, quería vivir, quería, como él decía, dejar que la vida viviese. Creo que a todos nos ha pasado alguna vez en la vida que estás en una relación, la cosa funciona del todo bien, aparece otra persona y cambias. No es que no supiera cerrarlas, es que creo que era tan explosivo en esos años que todo se le quedaba pequeño. Con lo cual el cambio fue una parte de su vida. En contra de lo que se puede pensar, fue una extraordinaria pareja, extraordinario marido y extraordinario padre, es verdad que hacía las cosas un punto de locura, pero siempre muy meditadas.

Has reflejado también sus claroscuros. ¿Ha sido difícil poner distancia con todo lo que sentías hacia Fernando para poder dar esta visión en el libro?
No fue muy difícil porque aunque es una novela, gran parte de la inspiración viene en las cartas, me inspiré en ellas, con lo cual, no lo decía yo, era una labor de poner voz a las personas que ya no estaban, que ya no estaban vivas, como la madre u otras mujeres. También entendí que para que un libro fuese coherente, todos tenemos claros y oscuros en la vida, así que había que reflejar un poco los errores, muchos de ellos de juventud, que tuvo Fernando. Él se divertía mucho, alcanzó a leer hasta la mitad del libro y al recordar esos errorcillos que pudo cometer, le hacía mucha gracia y se emocionaba, le gustaba leer estas cosas.


Fernando era muy crítico con todo lo que hacía y también con todo lo que llegaba a sus manos. ¿Qué valoración te hizo llegar sobre lo que pudo leer?
Es una de las cosas que me llevo conmigo, una de mis grandes satisfacciones, porque el libro estaba prácticamente terminado y yo no acababa de rematarlo hasta que un día Fernando me dijo oye, mira, ya, porque como sigas así no lo vas a acabar en la vida. Lo pensé en la noche y dije, bueno, ha llegado el momento de enviárselo a Fernando. Pasamos varias semanas, porque íbamos escogiendo las lecturas, y cada vez que Fernando abría el libro, se emocionaba. Me decía que está muy bien escrito y que le encantaba que lo hubiera hecho. Al final del libro, en el epílogo, están reproducidos fragmentos de una carta que él me escribió dándome una valoración sobre el libro. Es verdad que Fernando era crítico con todo lo que él hacía porque quería rozar la perfección, y con lo que recibía es verdad que pudo ser crítico en algunas ocasiones, pero al mismo tiempo ayudaba muchísimo a las personas que se acercaban a él, sobre todo del ámbito literario. Consideraba que había una buena cantera de escritores y a los que él consideraba buenos los defendía a tope.

La de Sánchez Dragó fue una vida muy azarosa, como has dicho, muchos viajes, historias personales, represión política. ¿Ha sido difícil acotar?
Sí, ha sido dificilísimo. La historia del libro termina en el año 80 más o menos, pero la correspondencia a la que yo tuve acceso iba más allá. Llego hasta que le dan el Premio Nacional de Literatura por 'Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España', pero voy desde 1956 a 1980. Aunque eso ya estaba acotado, en esos casi 25 años, era dificilísimo alcanzar la correspondencia, no había ni teléfonos, él vivió en Italia, recorrió todo Oriente en viajes de años y años, pasó por el desierto de África, se llevaba libros con él, escritos... Sí, me volví un poco loca. Hay una foto que no está publicada, pero la teníamos en casa y siempre nos reímos cuando la vemos, en la que se ve mesas y mesas con todas las cartas esparcidas en un despachito que yo tenía. Aparte de todo, las cartas no se conservaban en una buena calidad, muchas se me rompían en las manos prácticamente. Fue muy difícil pero muy divertido también.


El género epistolar, que está muy presente en el libro, está prácticamente en vías de extinción. ¿Consideras que la tecnología está matando un legado que dejamos muy personal, en el que expresamos muchos miedos y también muchos amores?
Creo que las nuevas tecnologías van en contra de esta magia que tienen las cartas, el papel escrito y el negro sobre el blanco, pero creo que también depende un poco de la persona. Por ejemplo, cuando conocí a Fernando, lo hicimos por carta. Nuestro primer encuentro fue en persona, yo le hice una entrevista y luego, por razones de la vida, estuvimos un mes uno en una parte de España y él en Francia. Nos escribimos en 15 días la friolera de 600 correos electrónicos, que venía a ser un poco la carta de entonces. Si no hubiese existido el correo electrónico, yo no tendría 600 cartas ya mías en 15 días escritas y cruzadas con Sánchez Dragó, con lo cual depende un poco del uso que se le quiera dar.

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