Personajes

Noemí Casquet:

“Es fácil decir que la culpa es del porno, pero quién llena ese vacío educativo”

La periodista especializada en educación sexual presenta ‘Pirómanas’ (editorial Planeta), una obra para “reconectar con la identidad, reclamar el poder, potenciar el placer y construir un amor sano”

¿Cómo ha evolucionado el concepto de ‘Pirómanas’ desde que lo concebiste hasta ahora que está a punto de publicarse?

Al principio ‘Pirómanas’ ni siquiera se llamaba así, se llamaba ‘Las elegidas’. Partía de esa idea de que a las mujeres se nos educa para ser “las elegidas”, y yo quería decir: vamos a elegirnos a nosotras mismas. Pero ese título se me quedó flojo, poco potente, y además ya había otros libros con ese nombre.


En agosto del año pasado, ya escribiéndolo, apareció ‘Pirómanas’. Y fue muy loco, porque todo en el libro ha sido así: desde una tirada de tarot con una tarotista venezolana, hasta ir descubriendo heridas que tenía que poner al servicio del texto. Pasaron muchas cosas, a nivel personal y profesional, que me hicieron escribir desde otro lugar. Todo ha sido necesario para llegar a este punto, realmente no cambiaría nada. Creo que es un libro muy necesario.


Este no es tu primer libro, pero sí el primero de no ficción desde ‘Mala mujer’. ¿Sientes que hay un hilo que los une?

De hecho, me di cuenta hace poco, gracias a mis editoras: ‘Mala mujer’ salió el 9 de abril de 2019 y ‘Pirómanas’ lo hizo el 9 de abril de 2025. ¡Seis años exactos! No fue premeditado, pero me pareció muy simbólico. Es un cierre de círculo.

Entre medias he escrito novelas, claro, donde también he transmitido muchas de mis ideas: feminismo, no monogamia, sexualidad consciente... En ‘Éxtasis’, mi último libro, ya notaba que quería volver a la divulgación, y tras todo lo que pasé en 2023, una ruptura que me rompió por dentro, decidí que tenía que escribir desde mi experiencia, desde mi voz.


Volver a la no ficción me ha puesto muy nerviosa. Ayer mismo lloraba pensando: “no estoy preparada para que salga este libro”. Me siento muy vulnerable porque hay mucha verdad mía ahí. Y cuando expones tu verdad, los juicios duelen más. De algún modo, este libro soy yo.


El libro tiene una parte muy íntima y otra más teórica. ¿Hubo momentos de pudor al decidir qué contar?

Al principio el libro era un manual teórico feminista, casi académico, con mucha reflexión. Creo que escribía para demostrar que era lista, que podía manejar esos conceptos. Pero estaba más enfocada en gustar a los demás que en conectar conmigo. Mi editora me decía que no encontrábamos el tono y yo me sentía muy agobiada.


Luego, cuando atravesé la ruptura con mi ex, el libro se convirtió en un desahogo: solté todo el dolor, la rabia, la manipulación que había recibido... Había nombres y apellidos. Y en un momento dije: “no quiero que este hombre vuelva a ser protagonista en mi vida dentro de unos años cuando relea este libro”. Así que lo transformé. Dejé solo una frase al inicio donde explico por qué incendié tanto, desde ese corazón roto.


‘Pirómanas’ me ha llevado a romper muchos patrones. He entendido cómo he ido cambiando en relación con el poder, con el placer, con el amor, con mi propia identidad. Esto ha sido fruto del trabajo de toda una vida, de ahí que me provoque mucha vulnerabilidad.


El libro se estructura en torno a focos: identidad, poder, placer, amor... ¿Hay un orden pensado o se puede leer en cualquier secuencia?

Al principio explico que puedes buscar un capítulo donde conecte más con el momento que estés atravesando, no hace falta llevar un orden lineal tal y como está escrito, aunque sí está hecho con ese propósito. Primero está la identidad: ¿quién soy? Desde ahí pasamos al poder: qué lugar ocupamos, cómo nos posicionamos, romper con el síndrome de la impostora, entender el abuso del poder. Luego al placer: el poder más profundo que tenemos. Y por último, el amor: cómo nos relacionamos con otras personas, la romantización necesaria con nuestras amistades y cómo nos amamos a nosotras mismas. Todo es una línea de incendio.


Hablas también de figuras mitológicas femeninas olvidadas, como Kali. ¿Por qué crees que las hemos borrado?

Porque la historia la han escrito hombres blancos, cis, heterosexuales y bastante conservadores. Así que muchas figuras femeninas poderosas se han borrado o reducido. Hay mujeres que fueron sacerdotisas, que usaban la sexualidad como vía espiritual, y las llamaron “putas”. Nos han contado una historia distorsionada. Nos tenemos que cuestionar mucho.

Con las mujeres arqueólogas, historiadoras y académicas estamos reescribiendo la historia. Ya sabemos que no solo los hombres pintaban las cuevas; también las mujeres. Que hubo sociedades matrísticas con religiones centradas en lo femenino, un culto a la mujer del que no somos nada conscientes.


Pero llegó el cristianismo y con él el patriarcado. Se estableció un dios hombre, la serpiente, símbolo ancestral femenino, pasó a ser “la mala”. Por ejemplo, Lilith, que fue la primera mujer de Adán y le dijo “yo soy igual que tú”, fue eliminada del relato. Si en una religión tan cercana tenemos una censura así, cómo no se van a censurar figuras femeninas en otras religiones, como Kali. En nuestra cultura no tenemos una figura femenina que encarne la rabia, el poder destructor. Solo vírgenes, madres, mujeres compasivas. Y eso configura también nuestro inconsciente colectivo y el arquetipo femenino.


Uno de los conceptos que abordas es el “techo de cemento”. ¿Podrías explicarlo brevemente?
Conocemos el techo de cristal: cuando las mujeres llegamos a ciertos niveles profesionales, pero no podemos ascender más, aunque veamos esos puestos.


El techo de cemento es anterior, es el que nos ponemos nosotras mismas. Por falta de tiempo, de confianza, por el síndrome de la impostora... ni siquiera aspiramos a llegar más arriba, nos ponemos nuestro propio techo. No es que no nos dejen, es que pensamos que no podemos o no queremos porque ya estamos saturadas de responsabilidades.

Romper con ese techo también serviría para romper con el síndrome de la impostora, algo que se lograría con la corresponsabilidad doméstica y familiar. Necesitamos hombres adultos funcionales, que no esperen que se les diga que hay que poner una lavadora o bajar la basura, así se accede al privilegio de la comodidad, es muy cómodo vivir así porque hay una mujer pendiente de eso. Es agotador tener que gestionar todo, hay una carga mental brutal para nosotras en el manejo de las vacaciones, doméstico, de la crianza...


En relación con lo laboral, también hablas de la educación financiera, al mismo nivel que la sexual o la amorosa. ¿Crees que estamos lejos de integrar eso en la educación formal?

No solo no aprendemos de educación sexual o amorosa, tampoco aprendemos cómo alimentarnos, cómo gestionar nuestras emociones, nuestro dinero, nuestro cuerpo... Es un sistema educativo que no enseña al ser humano a ser humano.

Y cuando no hay conocimiento, hay más espacio para la manipulación.


Además, los hombres llevan siglos teniendo independencia económica. Nosotras, apenas unas décadas. Por cuestiones como esta seguimos teniendo un síndrome de la impostora brutal. Por eso también el manejo del dinero está atravesado por inseguridad, por hipermandatos de consumo (ropa, belleza, yoga, skincare...) que drenan nuestra energía económica, impidiendo que no podamos competir con otras personas que sí ahorran.

Es importante la insurrección femenina en estos ámbitos para empezar a ahorrar. Necesitamos educación financiera feminista que nos permita ahorrar, tomar decisiones, entender en qué gastamos el dinero y por qué. Es una forma más de liberación.


¿Hasta qué punto influye en nuestra concepción de la sexualidad el peso que en el pasado tenía el cristianismo en nuestro país?

Parte de culpa hay. Nos sigue todavía asustando mucho la sexualidad, pero creo que hay un punto en que nos hemos quedado ahí, es muy fácil mostrar que es culpa de la religión cuando es muy difícil cambiar el sentido del dedo y empezar a señalar a nosotras y a nosotros mismos qué estamos haciendo por la sexualidad, cómo estamos apoyando la educación sexual, qué estamos haciendo para nuestro propio deseo, nuestro propio conocimiento de la sexualidad. Sí, obviamente tenemos un pasado que está muy presente, pero también tenemos la posibilidad de cambiar el futuro, abriéndonos a muchas posibilidades y a que hay nuevas formas de educar sobre sexualidad.

Por ejemplo, aquí en Madrid hay un taller de pajas en mi escuela, en Santo Amor, es una escuela de amor consciente y entre otras cosas enseñamos sobre educación sexual. Bueno, pues somos virales. Esto es necesario en nuestra sociedad, es necesario aprender a tocar un cuerpo, porque nadie nos ha educado, y si tenemos que estar 40 personas tocando una polla, pues me parece estupendo, qué problema hay. Que me haya hecho viral, me parece perfecto, porque genera debate, dónde está el problema de querer aprender sobre nuestro cuerpo, de querer aprender nuevas técnicas. Es muy fácil decir que la culpa de todo la tiene el porno, pero quién cubre ese vacío educativo.

En ‘Pirómanas’ también hablas del amor y de conceptos que ya forman parte del lenguaje común, como el ‘ghosting’ o ‘luz de gas’. ¿Crees que están más presentes que antes o que ahora los sabemos nombrar?

Ahora los nombramos. Antes también estaban, pero no teníamos herramientas para identificarlos. Hoy hablamos más, compartimos más en redes, ponemos nombre a lo que sentimos. Y eso es poderoso, porque nos da lenguaje, y el lenguaje nos da poder para actuar, para poner límites, para entendernos.

Comentarios