La escritora madrileña Teresa Cardona presenta ‘A la vista de todos’ (Siruela), la cuarta entrega de la serie protagonizada por Blecker y Cano. Una vez más, la localidad de San Lorenzo de El Escorial tiene un papel muy relevante

Teresa Cardona:
“Los límites, tal y como los imaginamos, casi nunca son una línea recta”
Tres historias que han funcionado realmente bien a nivel de crítica y ventas son motivo más que suficiente para que Teresa Cardona dé continuidad a la saga de Blecker y Cano. En esta ocasión presenta ‘A la vista de todos’, una novela en la que San Lorenzo de El Escorial vuelve a ser el escenario de un caso que mantiene al lector conectado desde la primera página.
La cuarta entrega de la serie de Blecker y Cano ya es una realidad. Con estos personajes, ya conocidos, y un asesinato en San Lorenzo de El Escorial, los amantes de la saga tienen motivos de sobra para acercarse a ella.
Sí, espero que les guste este nuevo camino con un asesinato otra vez en el mismo pueblo, la gente todavía no ha protestado por la subida de la mortalidad, están completamente de acuerdo en que siga matando (entre risas). Además, es un asesinato de alguien que vive en el pueblo que antes, ya que en ‘Un bien relativo’ era una monja que no era oriunda de ahí, el asesinado de ‘Los dos lados’ tampoco es oriundo de San Lorenzo del Escorial y en ‘La carne del cisne’ el muerto tampoco vive directamente en El Escorial. En este caso se trata de un habitante que lleva ahí viviendo desde hace 15 años, que la conoce todo el pueblo, que trabaja allí, tiene una relación con la gente, por eso este es un libro mucho más escurialense porque todos los testigos son de allí, aparte de su familia, que vive en Madrid y en Ávila.
Toda buena novela que se precie debe tener un título sugerente. ¿Por qué ‘A la vista de todos’?
Porque las razones del crimen están a la vista del lector desde el primer momento. Me ha encantado una frase que me ha dicho el librero: este libro era como una lluvia fina que iba cayendo y que teóricamente es comprensible, es coherente, pero en el que te llevas una sorpresa al final. Me divirtió mucho un lector que me llamó para decirme que se había todo el libro pensando sobre quién es el asesino.
Sobre el asesinato con el que empieza esta historia, en un principio invita a pensar un robo con violencia. ¿Querías mostrar la capacidad de trabajo que tienen tanto Blecker como Cano o, por el contrario, te servía para avisar al lector de que la apariencia no es sincera?
La apariencia no es sincera, claramente, es un crimen tan extraño que pasa de repente un viernes por la tarde; tienes que ser un ladrón un poco tonto para irte a robar a San Lorenzo de El Escorial el viernes por la tarde. Eso es lo primero que llama la atención al lector, que puede que no sea un allanamiento a pesar de que todo esté colocado para ello. Además, es una mujer que es la dermatóloga del centro médico, la conoce la gente y que, aunque es poco sociable y un tanto arisca, es muy reconocida, es una gran profesional. La gente que la conoce sabe que está casada, lleva un matrimonio que parece que funciona, tiene un hijo único del que se ocupa una barbaridad. No es una víctima que trabaje en algo turbio que te invite a pensar en algún móvil del crimen, no, es una familia tan estándar, en el buen sentido de la palabra, que resulta extraño. Sí, no todo es lo que parece y por eso me gusta utilizar el pasado para darle al lector la posibilidad de ver, de conocer a nuestra protagonista, que es la muerta. En muchas ocasiones, cuando leo novelas policíacas veo que nos tiramos todo el libro hablando de un muerto sobre el que lo único que sabemos es lo que nos cuentan los otros, y eso, la mayoría de las veces, no responde a la realidad, al fin y al cabo la memoria es muy traicionera, tú piensas que algo ha sido así y estás convencido, no mientes, estás convencido, pero de repente ves una foto y esa persona que tú pensabas que estaba en esa cena, realmente no estaba. Por eso me gusta darle al lector la posibilidad de ver las cosas desde la perspectiva del personaje principal.
“Me gusta que el lector pueda conocer el pasado de la asesinada”
La asesinada es Maya Vargas. ¿Qué ha sido lo más complicado a la hora de diseñar toda su historia vital?
Lo que más me costó, porque no lo conocía, fue intentar meterme en la conciliación de una persona que estudia medicina y que, cuando empieza a trabajar, tiene un niño pequeño con problemas de salud, por lo que tiene que pasar mucho tiempo en casa. Tuve que enterarme cómo funcionaba en España a principios de los años 2000 porque no tenía ni idea. Bueno, tuve mucha suerte, tengo un tío que es médico y que, además, se acaba de jubilar, así que me pudo explicar cómo era aquella realidad y me puso en contacto con mujeres de esa edad que me pudieron contar qué te pasaba si trabajabas en un hospital en esa época si tenías un niño, cómo te las arreglabas. Eso es lo que más me ha costado esa vez, cómo era la vida de una mujer que acaba de terminar de estudiar, que es médico en esa época, cómo funciona con los niños, cómo entra en el MIR. Me ha gustado acercarme a los límites de dónde acaba el amor y dónde empieza la compasión, cuál es el límite del odio y cuál el de la piedad, a partir de qué momento todo se empieza a tambalear y pierde el equilibrio. No he tenido esa investigación de otros libros.
¿Son muy difusos esos límites entre el amor y la compasión?
Creo que los límites como nos los imaginamos, como una línea completamente recta que nunca atravesaríamos, son, no quiero decir cuestionables, pero las cosas nunca suelen ser ni blancas ni negras, hay muchos más grises, por mucho que nos gustaría que el bien fuese el bien y que siempre debería prevalecer. Los límites muchas veces están difuminados, de hecho en este libro tengo una cita de Goethe que es la que refleja mejor todo esto: “Todos nuestros defectos pueden transformarse en virtudes y nuestras virtudes en defectos, y estos últimos son precisamente los más peligrosos”. Me divirtió entrar en esta especie de conflicto y ver hasta dónde considera el lector que esto es una virtud.
Antes hablabas de las trampas que nos hacemos hablando del pasado, de ciertos recuerdos del pasado. ¿El mundo es como lo percibimos o lo ajustamos a como nosotros deseamos que sea
Tenemos a los dos protagonistas, uno es el emisor y el otro es el receptor, lo primero que hay que pensar siempre es que el contenido de una conversación lo define el receptor y no el emisor, la cara que estamos dando a lo mejor no es real, pero lo estamos haciendo para proteger al otro, intentamos dar una imagen agradable de nosotros mismos, también por autoprotección. Por otro lado, intentamos esconder nuestros efectos, yo soy una persona muy impaciente y cuando estoy en una cola muchas veces me tengo que contener para no empezar a dar con el pie en el suelo, es un proceso de aprendizaje. Muchas veces a la gente no la conocemos, no sabemos sus prioridades, también porque somos muy egocéntricos, vemos hacia donde nosotros miramos, por eso el ejercicio que me gusta hacer con mis personajes en el pasado es obligarme también a meterme en la perspectiva del otro, eso te permite saber por qué ha reaccionado de esta manera. Me ha gustado muchísimo escribir este libro sobre Maya y me ha gustado muchísimo escribir el final.
“Las cosas no son blancas o negras, casi siempre hay muchos grises”
Sobre Blecker y Cano, muchas veces obviamos que alguien que está metido en una investigación también tiene sus dilemas éticos y sus traumas. ¿Ha sido difícil dotar de esa humanidad a estos personajes
El otro día estaba hablando con mi lector cero y me dijo que este es el momento de que escriba una biografía de estos dos. Es algo que yo tengo ya en la cabeza, sé perfectamente a qué colegios fueron y he estado maquinando sobre cómo entraron en la Guardia Civil. Ahora se conocen muchísimo mejor, en el primer libro era todo desconcierto, no entendían nada el uno del otro, hasta que en el segundo libro ya pudieron empezar a intimar un poco más en una terraza con un gin tonic. Después, en ‘La carne del cisne’ se peleaban porque no eran de la misma opinión y se tiraron todo el libro discutiendo de la mejor manera posible, porque, además, eran unas discusiones muy enriquecedoras que les hacían avanzar a los dos. En este libro es todo más personal, se cuestionan sus propias formas de vivir, qué es lo que les ha llevado a vivir así, si tiene derecho alguien a cuestionar su forma de vida. La que más pena me da en esta historia es la pobre Romero, a la que he puesto a dieta. A Suárez le llegan todo tipo de dulces al cuartel y hay un momento que disfruté escribiéndolo cuando a Suárez le han regalado unos sobaos y Romero amenaza con pedir un traslado. Creo que es un poco influencia de mis lectores, quienes siempre me preguntan cómo sobreviven Karen y Cano, porque están todo el día tomando chistorra y morcilla, algo que yo justifico por el diseño de las calles de San Lorenzo de El Escorial. Me ha gustado mucho entrar un poco más en esas vidas que he ido creando y en las relaciones entre ellos. Ahora estoy escribiendo la quinta entrega y hay un capítulo en el que Karen aparece de lo más vulnerable, algo que no podría haber escrito en el primer libro, el lector ahora ya puede ver esa vulnerabilidad, un lado mucho más íntimo.
Después de este largo camino con estos personajes, ¿hay algo que estés descubriendo de tu personalidad que hayas proyectado, casi de forma inconsciente, en alguno de ellos?
Continuamente descubres cosas. Se aprende muchísimo en conversación, cuando más avanzas es intercambiando pensamientos, te sientas con alguien, empiezas a hablar y aunque el otro solo haga unas pequeñas preguntas o haga algún tipo de reflexión, de repente ves que hay algo que no habías visto anteriormente. Esta mañana he escrito un capítulo y, cuando lo he acabado, he pensado que ahora entiendo lo que le pasó a mi abuela, y lo he entendido porque estaba en conversación conmigo misma. Aprendes de ti, de lo que escribes y también aprendes una barbaridad de los lectores, por eso me fascinan los clubs del libro porque cuando vas y escuchas lo que han entendido de ellos es impresionante en algunos casos. Con ‘Un bien relativo’ me invitaron a un club del libro en el mercado de Vallehermoso que estaba fenomenal, lo organizaba una pastelería y cuando lleguéhabían hecho unas cantidades de pasteles fantásticos y maravillosos, pero yo no tomo azúcar por temor a los picos de glucosa. Traté de ser educada y, como tampoco tengo ninguna enfermedad queme lo impida, tomé un pedacito pequeño. Allí alguien me dijo que en mis libros se pasan la vida comiendo y bebiendo pero nunca toman postre. No había caído en ello pero, efectivamente, yo nunca tomo postre. Sin darte cuenta, le estás dando al lector muchísimas más pistas de lo que eres tú. Mucha gente me pregunta si Karen es un alter ego, no es así, pero cuando los escritores dicen que sus protagonistas, sobre todo los investigadores, no tienen nada que ver con ellos, o se equivocan o mienten directamente.
“No es cierto que un autor no tenga nada que ver con su protagonista, sobre todo cuando éste es un investigador”
¿Cómo te enfrentas a la creación de nuevas historias dentro de una saga literaria? Imagino que hay un reto de darle algo distinto al lector.
Empecé con las estaciones del año, cada libro se desarrollaba en una diferente: ‘Un bien relativo’ es en otoño, ‘Los dos lados es en el verano más absoluto, ‘La carne del cisne es invierno’ y este es enSemana Santa. Para el siguiente estaba un poco perdida, porque lo había empezado a escribir antes de ‘A la vista de todos’. No hay una estructura en ese sentido a la que me puedo agarrar, pero sí hay una sobre la relación de ellos, que avanza y que cada vez es más intensa. Se va ampliando un poco el círculo, en ‘A la vista de todos’ aparece el monasterio por primera vez, hasta el momento solo salía el pueblo. En la estructura geográfica se sigue manteniendo San Lorenzo, bajan a Madrid porque evidentemente hay testigos que viven allí, también hay unos testigos en Ávila y otros en Las Navas del Marqués, también tengo público que protesta porque los personajes no bajan nunca a El Escorial de abajo, así que llevo un año desayunando allí para hacerme una idea sobre cómo es.
Tenías un recorrido previo literario en Francia y ahora que aquí en España ya tienes una serie de novelas, además de varios reconocimientos, ¿consideras que ya tienes un hueco importante en la literatura de nuestro país?
Estoy feliz. ‘Los dos lados’ está en la quinta o en la sexta edición, ‘Un bien relativo’ también anda con varias ediciones, es decir, que está muy bien y estoy contentísima, pero hay que decir que tengo dos columnas muy importantes que me sostienen. Una es San Lorenzo de El Escorial, cuando me dicen que he vendido 5 o 6 ediciones recuerdo que una de ellas se la lleva siempre San Lorenzo, los habitantes son maravillosos y han acogido estos libros de forma estupenda, incluso en las semanas previas a los lanzamientos ya hay varias reservas. La otra columna es Siruela, que al ser un sello de calidad permite que llegue a muchos más lectores, hay mucha gente que te compra sin conocerte simplemente porque vas con es sello.