Personajes

María Dueñas:

“Hemos sido una nación tan migrante que teníamos a muchos olvidados”

La autora de Puertollano aborda en su nueva novela, ‘Por si un día volvemos’, la historia de los ‘Pied-noirs’, un colectivo que trató de reconducir su vida en Argelia

Hasta 2009 era una desconocida para el mundo literario, pero la publicación de ‘El tiempo entre costuras’ lo cambió de todo. Desde entonces, cualquier lanzamiento de María Dueñas es sinónimo de expectación. ‘Por si un día volvemos’, su nueva novela, no es una excepción.

Ahora que ya es una realidad esta novela, ¿qué sensaciones tiene
Estoy encantada porque llevamos pocos días en las librerías, el 26 de marzo fue la salida y de todo lo que hemos hecho hasta ahora, como una presentación en Alicante para público en general y prensa, la respuesta está siendo magnífica. Además, hace justo cuatro años que no publicaba la novela nueva, con lo cual había muchas ganas, me preguntaba mucha gente cuándo saldría la próxima. La acogida está siendo estupenda, estoy muy contenta.

Cecilia es la protagonista de esta novela, un ejemplo de ‘Pied-noirs’, un colectivo del que se ha hablado poco en nuestro país. ¿Qué le ha llevado a poner el foco en ellos?
Es un colectivo emigrante. En los años de la Argelia francesa, una gran cantidad de población de Francia se mueve hasta Argelia y después, como necesitan más mano de obra, van muchos españoles también. Por cercanía geográfica, ya que es solo cruzar el Mediterráneo, va muchísima gente desde el sudeste español, desde el Levante, provincias de Alicante, de Murcia y de Almería. También se extiende más, va gente de Cataluña, Granada o Málaga, pero sobre todo es gente mediterránea la que emigra a trabajar en la Argelia colonial francesa, en los campos, como obreros, algunos empresarios, los menos. En general son gente con pocos recursos que huye de las situaciones difíciles, pobreza y adversidades de la España de aquellos años. Es un colectivo que después, cuando llega la guerra de la independencia y el final de la Argelia francesa, en el año 1962, se inicia un éxodo enorme de europeos hacia el continente, especialmente hacia Francia y también algunos hacia España. A mi me interesaba rescatar la memoria de toda aquella gente porque se mezclan todos estos emigrantes económicos con exiliados que se marcharon tras la Guerra Civil. En fin, es mucha de nuestra historia, un capítulo muy desconocido que me apetecía sacarlo a la luz.

Normalmente, cuando hablamos de emigrantes, sobre todo por causas económicas, nos fijamos en gente que se ha ido a Francia, Alemania, Suiza, e incluso América Latina. ¿Son los grandes olvidados los ‘Pied-noirs’?
Creo que sí. Había más gente, porque yo he tratado capítulos distintos de la emigración en otras novelas, por ejemplo, en ‘Las hijas del capitán’ también hablaba de la emigración española a Estados Unidos, que era muy desconocida, cuando hablábamos de emigración a América, tendíamos a pensar en los del sur, en los que iban a Argentina o a Cuba, y los del norte los teníamos muy olvidados. Hemos sido un pueblo tan migrante que teníamos a muchos olvidados, entre ellos estaban todos estos de la Argelia francesa.

Has hablado con algunos de ellos, como por ejemplo Carlos Galianas. ¿Qué ha sido lo que más le ha impactado de sus vivencias?
Fue muy emotivo. He hablado mucho con ellos, los he conocido, hemos comido en varias ocasiones, he ido a verles, hemos hablado infinito por teléfono y me han mandado muchísima información, por eso en Alicante quisimos hacer la presentación acompañados por ellos. Han sido muy entrañables y muy informadores porque te dan la dimensión humana, tú puedes leer porque hay mucho trabajo hecho de investigación por parte de universidades, de autores distintos, trabajos de divulgación que te dan cuántos habitantes se movieron cada año, cuánta gente había, dónde vivían... todas esas estadísticas las tenemos, pero el componente humano que te dan ellos, eso no tiene precio. Además, desde distintas dimensiones, porque hablamos con Manuel Roca, que es un investigador y divulgador que te da la panorámica más amplia; Galiana, al que tú mencionas, es descendiente de una familia de empresarios que hacía sobre todo destilería de anís, una bebida que se tomaba mucho entonces. Él nos habló de la perspectiva de montar un negocio en Orán y dar trabajo a los españoles, nos contaba cómo su padre empleaba a cada persona que llegaba a las puertas de la destilería pidiendo trabajo cuando decía que era español. Nos habló de esa solidaridad entre los desterrados. Después tuvimos a Eliane Ortega, que no es ‘Pied-noir’, ya que técnicamente son los españoles que se afrancesan cuando están allí, ella no viene de la inmigración, sino del exilio, un colectivo que suele mantener más la identidad española, entienden que no es voluntario el estar allí, que es algo forzoso y en cuanto pueden, vuelven a España. Ella fue muy entrañable en la presentación, porque nos hablaba también de cómo el libro la había devuelto a su juventud, a su infancia, a los olores, la luz, todo lo que yo describo de aquel Orán tan mediterráneo, tan múltiple. Y después, finalmente, tuvimos otro participante, Joseph Torroja, un señor también muy interesante que llegó a Orán con un año y vivió ahí hasta casi los treinta. Estuvo trabajando, muy activo siempre, y participó en un movimiento de resistencia muy violento, casi terrorista, que hubo en los años de laGuerra de la Independencia antes de volver a España. Es un episodio que yo rescato para el final de la novela, cuando están ya los europeos desesperados, no pueden salir, ya no hay más barcos y Franco manda dos barcos de la Transmediterránea para evacuar a los últimos españoles. En uno de esos barcos coloco a Cecilia, la gran protagonista, donde viajaron también Joseph Torroja con su mujer y su hijo, nos lo contó en primera persona muy emocionado. Es muy entrañable ver cómo ellos aportan ese punto de calor humano a una historia que yo he construido como una ficción.

Cecilia es la gran protagonista de esta novela, una mujer que desde luego tiene una gran capacidad para superar la adversidad. ¿Tiene algo de Sira, uno de sus personajes más icónicos?
No. Aparentemente puede dar la impresión de que sí, porque son mujeres jóvenes que se ven obligadas por circunstancias imprevistas a salir de su entorno, a moverse desde España a África y a empezar una vida nueva en un mundo que desconocen por completo. Entonces en ese sentido, ese formato simplificado quizá parezca similar, pero luego no tiene nada que ver, en absoluto. Cecilia está mucho más sola que Sira, su vida es más dura, más cruda, viene de un entorno más miserable, mucho más agrio, y su vida empieza desde lo más bajo. Luego es una mujer muy trabajadora, más sobria que Sira, es menos dulce, pero también es muy carismática. Entonces, son perfiles de mujer muy distintos, pero cada una, a su manera, van seduciendo a los lectores.

“Aunque pueda dar otra impresión, Cecilia y Sira son mujeres distintas”

Cecilia regenta una fábrica de jabón. ¿Por qué esa elección? ¿Tiene algún carácter simbólico?
No, más que simbólico es histórico. Me basé para crearlo en testimonios personales recogidos por exiliadas sobre todo de la Guerra Civil. Cuando llegaban a Argelia, el régimen francés las trató de pena, a los hombres se los llevó a campos de internamiento, que luego, con la Guerra Mundial y la presencia nazi, se convirtieron en campos casi de concentración donde les hacían trabajar en la construcción del ferrocarril transahariano. Unas situaciones durísimas, muy adversas. Las mujeres se quedaban en Orán y en los pueblos e intentaban salir adelante como pudieran, pero ni tenían permiso de trabajo, ni conocían la lengua. Muchas recurrieron a la manufactura casera de jabón, que lo hacían con sebo y con otros productos, era un jabón muy burdo. Lo vendían de manera clandestina, arriesgándose, porque estaba prohibida la venta ambulante. Supe de varios testimonios de este estilo en Argelia, Túnez o Marruecos, y me pareció que era interesantísimo. Cecilia arranca el negocio igual que esta gente, de forma muy casera y muy clandestina, pero mientras el resto de exiliados lo fueron dejando ella continúa. Cecilia avanza y logra tener una gran empresa.

Hay dos términos muy presentes en la novela: el empoderamiento y la sororidad. Aunque no se hubieran acuñado aún, se puede decir que ya existían.
Absolutamente. No aparecerán las palabras porque yo intento ser rigurosa en el discurso de los personajes, que hablen en consonancia con la época en la que viven, pero ambas cosas están presentes. Como una mujer ante la adversidad con su fuerza, con su coraje, con su voluntad, con su audacia, poco a poco, logra hacer frente a las adversidades porque no es una carrera de ascensión fácil. Hace frente a las adversidades, a las fracturas, a las zancadillas que la vida le va poniendo y al final se gana el respeto y un puesto. Es un verdadero ejemplo de empoderamiento según lo leemos con las claves del siglo XXI, pero con la realidad de aquellas épocas. Y con la sororidad pasa lo mismo, hay mujeres que van ayudando a Cecilia todo el tiempo, cada una, de manera humilde, en lo poco que puede tenderle, que no es más a veces que darle un poco de trabajo, enseñarla a leer o ayudarla en un parto, siempre hay alguien que le va tendiendo una mano y ella en reciprocidad también, luego, cuando la conocemos, ella es una empresaria solvente con un gran negocio en sus manos y un gran número de empleados, ella misma cuenta que para sus empleadas se convierte en una especie de referente, de consejera, de prestamista, de todo lo que va haciendo falta a esas mujeres que trabajan para ella.

Uno de los problemas a los que se tiene que enfrentar Cecilia, es un sometimiento por parte de una determinada persona. ¿Ha sido un tema muy difícil de tratar?
No es agradable escribir sobre violaciones y abusos, pero al final intentas reflejar una realidad, que era la de muchas mujeres, con un formato con otro, dentro del hogar familiar o de pareja o en el exterior. Las mujeres de esa época lo tenían muy difícil, más en estos entornos de pobreza, de casi miseria, no solo económica sino también casi moral. Había muchos hombres sin ninguna conciencia, ninguna sensibilidad, para quienes las mujeres eran poco más que simples sirvientas y un cuerpo del que aprovecharse. Ha sido duro, pero lo he construido con ganas de dar palabras a eso.

Casi un siglo después, ¿cree que hay muchas Cecilias?
Creo que cada vez menos. Ciertamente hemos avanzado muchísimo en todos los sentidos, otra cosa es que se haya llegado al punto más óptimo, que no lo hemos hecho, por supuesto. Queda trabajo, queda recorrido, pero creo que se ha mejorado mucho por suerte y lo que nos queda por hacer.

“Queda aún mucho por hacer, pero hemos mejorado como sociedad”

Esta primera edición ha salido con medio millón de ejemplares, en español, en catalán, en Estados Unidos, en partes de América Latina... ¿cómo lleva ese peso de las expectativas?
Estoy muy contenta, la verdad, es una satisfacción enorme saber que si mi editorial hace esa apuesta es porque tiene claro que ahí están los lectores, los libreros, la prensa y la crítica para acoger el libro. Eso me honra muchísimo, me llena de alegría, pero me hace también saber que tengo que estar ahí acompañando el libro y yendo de su mano para que llegue a cuantos más lectores.

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