Personajes

Susana Hornos:

“Hay dolores que nos atraviesan a todos, da igual el país en el que vivas”

Después de una carrera prestigiosa como actriz en España y Argentina, Susana Hornos da sus primeros pasos en el mundo literario gracias a ‘Mañana seremos otro día’

Ya contaba con una reputada carrera como actriz y dramaturga, pero Susana Hornos fue tejiendo una historia que sólo podía ser contada a través de una novela. Así fue gestándose ‘Mañana seremos otro día’ (La Esfera de los Libros), una obra donde la autora va abordando con la delicadeza y la profundidad que requieren temas como la violencia de género, la homofobia y la capacidad humana de reconstruirse tras el trauma.

Después de una trayectoria muy asentada en el mundo de la interpretación como actriz, haces este debut literario. ¿Cómo lo estás viviendo?

Al principio te diría casi que con vergüenza. Se habla del síndrome del impostor, pero hasta que no lo vives, no eres consciente, yo no lo había vivido en mi trabajo. Estuve muchos meses desde que la editorial me llamó para decirme que querían publicarme el libro en los que tenía un sueño repetitivo, como dos o tres veces por semana me despertaba por una pesadilla en la que me llamaban y me decían que se habían equivocado de manuscrito. He tenido esa fase a la que luego ha sucedido otra de muchísima ilusión. Recibo mensajes muy bonitos de gente que no conozco de nada. El momento cuando has creado unos personajes, les has dado ese lugar, ese sitio, esa historia,
ya de pronto no es tuyo sino de los lectores, me hace mucha ilusión.

¿En qué momento esta historia decidiste que esta historia debía llegar a manos de una editorial?

Es que han pasado tantas cosas con el libro... En realidad, yo estaba creando los personajes por separado, porque siempre en el mundo actoral, sobre todo cuando diriges, tienes personajes por ahí dando vueltas o una historia que no sabes qué va a ser de ella. Estando en un festival de teatro, salí a caminar por la playa y vi una imagen muy potente: una mujer muy enferma, con un pañuelo en la cabeza ya que tenía un cáncer muy avanzado, estaba sentada en una pick up mirando al mar. Justo al lado tenía a un compañero tapándola con una manta mientras ambos miraban al atardecer. Esa imagen está en el libro y dije: Carmen y Tomás se conocen. Ahí fue cuando decidí crear una novela, hasta ese momento no sabía dónde iban esos dos personajes. Yo escribo, tengo un montón por ahí de libretas, pero no sabía qué hacer, necesitaba espacio, tiempo. A medida que me empezó a venir la historia vi que era una novela. Por otro lado, había conocido a una persona tras ver una obra mía de teatro, quien tras ver 'Demasiado joven para ser viuda', me comentó que su mujer y él estaban convencidos de que esa obra daba para una novela. Yo no lo veía, creo que no le iba a interesar a nadie como novela, pero sí le comenté que estaba escribiendo una. Me dijo que cuando la terminara se la enviara. Así lo hice y me llamaron enseguida, así que no he tenido el proceso que hubiera sido normal de haber ido a muchas editoriales. No me dio tiempo a asimilarlo porque fue muy rápido. Estoy muy agradecida, es una suerte muy grande que esto haya pasado.


La novela la defines como una mezcla de drama social y 'thriller' rural. ¿Tiene que ver con tus gustos literarios o ha sido la propia historia la que lo ha llevado por esos derroteros?
Fue la historia totalmente, aunque creo que también tiene que ver con el lugar en el que me crié. Últimamente leo muchos chistes a guionistas diciendo “por favor, otro drama rural, no”, a lo que yo respondo que me he tragado que todas las historias pasaran por Madrid o Barcelona, déjenos a los que somos de campo y de pueblo que hablemos de lo que conocemos. Desde el principio, cuando empecé a elaborar el personaje de Tomás y su trabajo de dedicarse a la instalación del riego claramente me llevaba al campo, pero es que es lo que yo conozco, es de donde vengo, me crié en la granja hasta los 18 años, mi pueblo, Fuenmayor, tiene 2.000 habitantes... Los paisajes que yo tengo y con los que me he criado, el mundo de los viñedos, el entorno rural, me animan a seguir hablando del campo. Además, para mí hay una izquierda tremendamente cosmopolita, para ellos todo pasa por Madrid y Barcelona, y hemos dejado totalmente solo al ámbito rural, por eso hemos dejado que la ultraderecha entre en el campo. A mí me da mucha rabia. Todo tiene que ver con un desconocimiento tremendo del mundo del campo, así que hay que seguir escribiendo.

“La visión cosmopolita de la izquierda ha dejado solo al ámbito rural”


La violencia machista y la homofobia están presentes en la novela, al igual que en nuestra sociedad. ¿Podemos ser pesimistas u optimistas respecto a su extinción?

Soy pesimista. El otro día tuve una charla muy larga con un amigo que me decía que hay una revolución feminista, pero yo no puedo ver el feminismo con la perspectiva de España, donde es verdad que se han hecho muchísimas cosas y muchas leyes, pero nos siguen matando. Además, me tengo que mirar en Chile, me tengo que mirar en Argentina, me tengo que mirar en Sudamérica, también tengo que mirar al mundo talibán, cómo ha regresado. Ocuparme del feminismo solo en la parte que me toca a mí, para mí es muy pequeño eso. Lo mismo me pasa con la homofobia. Soy pesimista porque la ultraderecha se burla de todo esto. Hay muchos adolescentes a los que, hoy por hoy, los está creando TikTok. He estado en charlas sobre el ciberacoso, porque yo lo sufrí, y recuerdo que en esas charlas una de las cosas que habló una de las ponentes era sobre cómo se está colando el mundo de la pornografía y la homofobia en TikTok y redes similares. Esa charla tuvo lugar hace como año y medio y ya se hablaba de que en poco tiempo iba a haber manadas de menores. A los seis o siete meses conocimos la primera; poco después hubo otra con chicos que tenían 12 o 14 años. Estamos viendo las estadísticas y creo que no estamos haciendo nada, siento que a nivel instituciones y colegios no estamos haciendo el trabajo, siento que los estamos dejando muy solos. Por eso soy pesimista, porque creo que donde hay que poner foco es en los adolescentes y en los jóvenes.


Este verano conocíamos el juicio de Gisèle Pelicot, que también toca muy de cerca a la novela. El hecho de tener toda la trama muy fresca en la cabeza, ¿hizo que lo vivieses de otra manera?

Siempre me acuesto y me levanto con la radio, así que no me acuerdo si era de madrugada o muy tarde por la noche. No lo podía creer. Cuando yo pensé en el personaje Carmen, la primera escena que siempre tuve en la cabeza fue la rueda de prensa hablando a esos periodistas y diciendo “estoy aquí, no tengo vergüenza, la vergüenza la deberían sentir ellos”. Claro, un año más tarde, de pronto escuché en la radio a esta mujer diciendo eso, pero es que encima cuando escuché todo lo que había vivido, ya no pensé en su marido sino en los otros hombres y pensé que estamos podridos como sociedad. Por eso, cuando mis amigos dicen que ahora nos molesta que nos digan un piropo les contesto con un término muy argentino: “Bánquensela, os toca”. A día de hoy acaba de pasar esto,
estamos al lado de Francia, son nuestros vecinos, aunque a veces nos olvidamos. De verdad, sentí una gran sensación de podrido, también por ser un lugar pequeño, no estábamos hablando en París, gente que igual iba al médico con sus hijos y acababan de violar a una mujer de esa forma. No me gustó que lo que yo había imaginado acabara siendo real, y lo mío era una manada, pero ese momento de ella frente a los periodistas no debería pasarlo ninguna mujer.

“Con el caso de Gisèle Pelicot vi que estamos podridos como sociedad”


En otra entrevista comentabas que en un momento muy duro de tu vida convertiste en una rutina sentarte a escribir unas 8 horas al día. Sin ánimo de caer en clichés, ¿fue un proceso terapéutico para ti?
Mira, la obra 'Demasiado joven para ser viuda' si está escrita y si yo la hice es porque la que a día de hoy sigue siendo mi coach y entrenadora a nivel actoral me dijo que escribiera cuando estaba cuidando a mi marido en el hospital. Yo llevaba escribiendo teatro muchos años, así que me propuso hacer escritura automática. Esa parte sí que es terapia, ya cuando me senté, añadí la disciplina, el oficio, la historia, la escaleta; ahí creo que la terapia la tienes que ir haciendo por otro lado, porque si no es como un cambalache. Una vez que incluí la disciplina, ahí empecé a hacer literatura.


Has vivido mucho tiempo en Argentina, también estuviste en Los Ángeles y ahora resides en España. ¿Qué poso ha dejado todo ese periplo internacional en tu literatura?

Más que el mundo en sí, creo que es la gente la que me sigue dando ese aprendizaje, ese conocimiento. Sobre todo creo que me ayudaron mucho esos 20 años en Argentina a eliminar mucho el prejuicio. A esto también me ayudan mis amigas que son de otros países. Justamente acabo de tener una charla en un grupo de apoyo que hacemos actrices y actores, y una chica era
de Australia, otra era holandesa... De pronto, la chica australiana estaba totalmente rota por un tema, con el que yo me reconozco y que me ha llevado a pensar que no importa el lugar del mundo en el que estés, al final hay unas semillas, unos dolores, unas pasiones o unos aprendizajes que nos atraviesan a todos. Yo aprendí que argentinos y españoles vamos de la mano, que luego h
ay algunas cosas que son diferentes, ellos tienen a Milei, nosotros ahora no, eso tiene ya más que
ver con una macroeconomía, con una parte histórica, es verdad que lo han votado. Busco más en lo que nos parecemos y en lo que aprendo que en lo que me separa, eso sí que tiene que ver con conocer el mundo, creo.


Hablando de Milei, su tijera también ha afectado a la cultura argentina. Para alguien como tú que ha vivido tantos años allí, ¿cómo lo estás viviendo?

Con odio, te lo digo tal cual: odio a Milei profundamente. Acaban casi de cercenar, de cargarse el Instituto de Teatro. Hablo como espectadora y, por supuesto, a partir de todo lo que he trabajado gracias a esa institución, no desde la subvención, porque lo que hace es fomentar, apoyar y ayudar, nunca te daban dinero como para poder sacar adelante la obra, lo que hacían era darte el apoyo que necesitabas, ahí se trabaja mucho en cooperativa, y sin el Instituto de Teatro eso no se hubiera podido hacer. Todas esas obras de teatro yo sé a cuánta gente han ayudado, han salvado, han entretenido en Argentina, un país en el que habrá 500 o 600 salas de teatro y allí no va la gente como en España, donde somos un grupo minoritario, en Argentina va todo el mundo, desde el taxista hasta el dueño de la tienda de la esquina. Una charla normal es hablar de la obra de teatro que han visto el fin de semana. En los peores momentos del país, y yo le vivido, el teatro ha estado ahí. Durante el Corralito la gente fue más al teatro que nunca. ¿Y qué hace Milei? Os arruino, os lo quito. Está haciendo lo mismo con el cine, así que lo vivo con un odio profundo y, a la vez, con una admiración tremenda a mis compañeros porque sé que aun así van a seguir haciéndolo.

Volviendo a la novela, antes comentabas esas valoraciones que te hacen llegar los lectores. ¿Es muy diferente el acercamiento del público en el marco de una obra literaria o actoral?

Es verdad que en el teatro es más inmediato, es en el momento y, además, he sido muy afortunada, quizás por el tipo de obras que he hecho, pero he tenido muchos abrazos del público, y eso es hermoso. En el mundo literario es más por goteo, pero me di cuenta que lo que me escriben es muy similar. Creo que hay una conexión desde lo emocional que es muy similar. Por ejemplo hace poco me escribió por WhatsApp un chico que me dio que el libro le había dado mucha esperanza sobre un momento de dolor en su familia. Lo sentí como una responsabilidad tremenda. Es algo que me ha pasado también mucho en el teatro, gente que me ha contado que una obra le ha llevado a algo personal. Cuando eso pasa, vuelvo a la magia, pero no lo es, es emoción.

El 5 de junio tienes programada una firma con lectores en la Feria del Libro. ¿Todas estas experiencias te animan a dar más continuidad a tu carrera literaria?

Sí, de hecho ya he escrito la segunda novela, lo que pasa que ahora es el momento en el que la editorial tiene que decidir si sí o si no. Así como en el del teatro es un mundo en el que se moverme, hay muchas historias que llevaba tiempo imaginando y ahora tengo el valor de sentarme a escribirlas. Me da una gran libertad la literatura. Mi tercer paso van a ser unos relatos que tenía de memoria histórica que tenía por ahí. Esa energía de volver a ellos y retomarlos me la ha dado el haber escrito la primera novela.

Comentarios