Personajes

Juan Cavestany:

“Madrid, Ext’ tiene un sesgo de mirar a aquello que ha quedado en los márgenes”

El director, junto al compositor musical Guille Galván, ha dado forma a una cinta donde rincones y personajes de la capital se entrelazan con una gran riqueza sonora

Cada viernes llegan a las salas de nuestro país nuevas películas, títulos que, en muchas ocasiones, llegan bajo el paraguas de una inversión millonaria, tanto en producción como en promoción. Sin embargo, la cartelera también deja espacio para otras propuestas, pequeñas joyas como ‘Madrid, Ext.’, que se ha convertido en una de las gratas sorpresas de la temporada. Detrás de este proyecto está el director Juan Cavestany y el compositor musical Guille Galván.

Empecemos por el origen del proyecto. ¿Cuándo y por qué decidiste darle forma a ‘Madrid Ext’?
Juan Cavestany.
Fue un proceso muy gradual. A principios de 2022 empecé a fotografiar y a rodar sin un plan concreto, más bien por instinto, sin saber qué iba a hacer con ese material. Al poco tiempo me di cuenta de que había una energía o unas intenciones en esas imágenes que podía transformarse en algo mayor. Muy pronto llamé a Guille para contarle el proyecto, que aún estaba en pañales, y le propuse un reto ambicioso: hacer una especie de sinfonía a partir de mimbres inciertos, un collage incipiente a partir de ese rastreo de la calle y de las miradas recónditas de la ciudad. Él empezó a componer, a veces con imágenes, otras sin ellas, y eso me ayudó a rodar con una dirección más clara. Así arrancaron tres años de exploración, montaje y descubrimiento, hasta convertirlo en una película.

P. Guille, ¿qué te atrajo de la propuesta?
Guille Galván.
Aparte de trabajar con Juan, admiro mucho todo lo que hace, fue la libertad de ir descubriendo poco a poco lo que buscábamos. No había guion cerrado y eso lo convertía en un lienzo en blanco. Me interesaba descubrir el camino mientras lo recorríamos. En la música me pasa igual: no parto de un destino claro. Además, siempre he tenido una relación fuerte con el cine, estudié Comunicación Audiovisual y trabajé en documentales, así que me ilusionaba aportar mi mirada sobre mi ciudad. Lo viví como un reto y una responsabilidad, pero también como un ejercicio de pensar quiénes somos y de qué manera nos relacionamos con los espacios y con la gente que nos rodea. Me pareció maravilloso. Le dije que sí antes de saber qué había.

P. ¿Qué ha sido lo más complejo del proceso?
J.C.
Encontrar un sentido, una estructura. Salir a explorar la ciudad siempre es interesante, puede estar rodando sin parar. La música de Guille siempre me gustaba, todo me parecía bien, era alucinante el entendimiento al que llegamos. Todo eso podría no haber tenido fin, así que lo más difícil ha sido acabar de rodar y ver qué formaba parte de la película, había que decidir qué quedaba dentro y qué se descartaba, cómo de explícito se contaba aquello que habíamos ido viendo. Grabamos más de 150 horas y la película dura 90 minutos. Fue duro sacrificar material. El montaje pasó por varias manos, desde yo mismo pasando por Cristóbal Fernández y después otro montador hasta llegar a un relato con coherencia. La película se escribió en la sala de montaje prácticamente hasta el último día.

  • La película también rinde culto a establecimientos arraigados en varios barrios

P. Guille, ¿tenías clara la identidad sonora de Madrid desde el principio?
G.G.
No, la identidad sonora de la ciudad precisamente era algo que queríamos descubrir. Nos preguntábamos: “¿a qué suena Madrid?” y cuáles de esos sonidos podían convertirse en música. Salía a grabar sonidos, a veces preguntaba a la gente qué ruidos rescatarían de la ciudad. Muchos mencionaban el tapicero, el butanero, las campanas de su barrio, las castañas en otoño... Queríamos reflejar esa educación sentimental sonora de cada uno de nosotros sin caer en el folclore fácil. Igual que Juan encontraba imágenes, yo intentaba aprovechar de la realidad todo lo que pudiera para ser justo con la película.

P. La película refleja un Madrid que ha sido y un Madrid que es. ¿Creéis que ganará valor con el paso del tiempo?
J.C.
Sí, la película tiene un sesgo de mirar a aquello que ha quedado en los márgenes. Intentamos no ser excesivamente nostálgicos, no romantizar demasiado el pasado. Hay sobre todo el retrato de un presente que pasa desapercibido por lo general porque no es noticioso, no es el Madrid que está de moda. Es curioso, esta es una ciudad que está en auge, que atrae flujos de gente, pero el motivo original por el que Madrid es así de acogedora es por esa sustancia de autenticidad que muchas veces no se cuenta. La película se pregunta también si esa autenticidad no debería ser un valor a preservar. De cara a un futuro espero que la película no quede demasiado arqueológica, porque significara que eso ha sido erradicado totalmente. Sí que está hecha con la idea enviar una botella con un mensaje a otra orilla, me gustaría que dentro de unos años tuviera cierta vigencia. Hemos tenido un estreno muy satisfactorio, la acogida nos señala que es una película de entidad de cierta representatividad del momento, con lo cual creo que puedo perdurar.

P. ¿Os permitisteis licencias personales, sonidos o lugares que quisierais incluir por motivos íntimos?
J.C.
Prácticamente todo, por un motivo de afinidad personal, romántica, emotiva.... También el azar está muy presente, porque hay muchas cosas planificadas o bien construidas, pero sobre todo es un ejercicio de de subjetividad.

G.G. Totalmente. Esa sensación de hacer algo especial y de estar tan poco sujeto a ningún tipo de canon hizo que todas las decisiones eran por un pálpito. Por ejemplo, Juan me regaló un juguete encontrado en el Rastro, una especie de xilófono. En sí mismo no generaba música, así que lo sampleé y lo convertí en parte de la banda sonora, no porque lo hubiera imaginado, sino porque era un regalo de Juan que debía estar en la película. También me planteé grabar el famoso silbido de los afiladores, pero entendí que lo auténtico era registrarlo en la calle, con su contexto sonoro, a través de un altavoz, no en un estudio.

P. ¿Hubo momentos de dudas o necesidad de reorientar el rumbo?
J.C.
Todo el rato. Pero sin frustración, porque la clave, tanto en el rodaje como en la composición musical, es que no ha habido tiempos ni un calendario, salvo al final, que ya pusimos unas fechas de entrega. Esos reencuadres, ese ensayo y error estaban muy asumidos, no era frustrante ni ha dado pasos a crisis.

G.G. Había que ir tomando decisiones. En algunos momentos trabajamos más por bloques o por capas de contenido. Cuando se juntaron, en el primer montaje de Cristóbal, fuimos tomando decisiones. La más grande fue dar con el final. A última hora hicimos algunos flecos musicales para terminar de coser la película. Vimos que era necesario que hubiera la sensación de que, una ve te sentabas en la butaca, ibas teniendo un viaje por la ciudad tanto visual como sonoro. Eso fue una decisión que tomamos casi al final, dando un empujón mayor al diseño sonoro que no sabes si forma parte de la música de la película o de la misma banda sonora.

P. ¿Os está sorprendiendo la acogida que está teniendo la película
J.C. Sí, mucho. Guille y yo nos hemos sentido muy acogidos en los encuentros con el público. La película ha conectado con inquietudes, formas de pensar que creías que eran solamente nuestras. La gente está saliendo emocionada de la película, lo cual nos ha inspirado y también, en parte, nos ha ayudado a terminar el relato de la propia película.

P. ¿Hay alguna valoración que se repita?
G.G. Nosotros llegamos prácticamente en los títulos de crédito a las salas, así que coges la primera sensación del público; es muy bonito ver el impulso de la gente nada más acabar la película, sin que lo reposen demasiado. Una de las frases que más nos dicen es: “gracias, esta película me ha reconciliado con la ciudad”. Esa palabra, reconciliación, se repite mucho.

P. El cartel de la película dice “Ciudad busca sinfonía”. ¿Podemos decir que la ha encontrado?
G.G. No lo sabemos. La frase me hace gracia, no deja de ser anuncio como muchos de los que vemos en la película.

J.C. Es un trabajo que no está acabado, hemos cogido algo que nos ha tocado vivir y lo hemos reflejado y reconfigurado. Hemos sido recolectores, es un anillo de una cadena para pasarlo a otros. La búsqueda permanece activa.

Comentarios