El compositor, pianista, director de orquesta y productor musical Juan Antonio Simarro lleva el día 23 al Teatro Gran Vía su espectáculo ‘Música para contar historias’

Juan Antonio Simarro:
“A la hora de componer, para mí, antes que la técnica está la emoción”
Asegura que su gran objetivo es “acercar la música a la gente”. Por eso Juan Antonio Simarro no dudó a la hora de dar el paso de crear la Orquesta Sinfónica Contemporánea de España, con la que actuará el próximo 23 de septiembre en el Teatro EDP Gran Vía.
El 23 de septiembre estará en el Teatro Gran Vía para presentar este espectáculo, que se anuncia como una experiencia musical única. ¿Qué se va a encontrar el público?
Pues hemos visto que hacía falta una orquesta nueva, y de esa necesidad nació la Orquesta Sinfónica Contemporánea de España. El adjetivo “contemporánea” es importante: cuidamos lo mejor de la tradición y de la innovación. Queremos que el público viva los conciertos de una forma más amena, divertida, con espacio para reír y emocionarse. En este concierto, que es el primero de la temporada, titulado 'Simarro, música para contar historias', además, yo mismo podré explicar detalles sobre cómo compuse las obras, algo que la gente normalmente no conoce.
Como director artístico de la Orquesta Sinfónica Contemporánea, ¿cuánto tiempo de trabajo conlleva preparar un espectáculo de este calado?
Muchísimo. En realidad, toda la vida. Lo importante aquí no es sólo el número de músicos, sino su versatilidad. Habrá conciertos variados con 15, 30, 45 y hasta 63 músicos en distintos auditorios. En este caso hemos preparado piezas como un tango que compuse para los Juegos Olímpicos, una obra para ballet, otra que posiblemente se convierta en himno de la UNESCO... Queremos que el público disfrute de obras nuevas, cercanas, y no únicamente de repertorio clásico, como puede ser una obra de Wagner, que está fenomenal pero que ya se ha escuchado miles de veces.
Ha mencionado que intercalará explicaciones sobre su proceso creativo. ¿Cómo se organiza para transmitir esas experiencias al público?
Todo surgió porque vengo también de la música pop, africana o de teatro. En los conciertos de clásico echaba de menos poder hablar con el público. No me imagino a los Rolling Stones comenzando a tocar sin decir nada, algo en lo que sí se cae en los conciertos sinfónicos. Así que en mis conciertos hablo de manera natural, como si estuviera en el salón de mi casa. Me organizo en intervenciones breves, de dos o tres minutos, para explicar cómo compuse una obra y qué pueden percibir al escuchar ciertos instrumentos. No es una conferencia, es simplemente compartir de forma amena.
Dentro de esas anécdotas y curiosidades, ¿tiene alguna favorita?
Hay muchas. Por ejemplo, cuando compuse un dúo para cello y piano, la gente piensa que fue en un momento a la luz de la luna con una copa de vino. La realidad es que estaba en pijama, lavándome los dientes, y al apoyar la mano en el piano surgió la idea. Otra anécdota es que mi hija escuchó un sonido mientras jugaba y dijo ‘me gusta, papi’. De ahí nació una obra que después sonó en el Fórum de los Premios Nobel de la Paz.
¿Diría que su proceso de composición es distinto al de otros músicos?
Para mí, antes que la técnica está la emoción. Primero me dejo llevar, dejo que la música fluya sola. Luego, para darle estructura, aplico la técnica, porque si no, el edificio se cae. Hay muchas técnicas, desde donde cae la mano, tarareando por la calle o pensando en una sonoridad especial. Todos los recursos que podamos emplear serán bienvenidos. Compongo en mi salón, en la calle grabando ideas en el móvil.
Se atribuye a Picasso la célebre cita “que las musas me pillen trabajando”. ¿Qué conexión existe entre la inspiración y el hábito de trabajo?
Tener un hábito de trabajo es bueno. Donde estoy más acostumbrado a componer es en el salón de mi casa y, si cambias de sitio, no es lo mismo, aunque también compongo en la calle; de hecho la gente me verá tarareando, grabando por el móvil y pensarán que estoy loco. A veces incluso estoy durmiendo y sueño una melodía. En ocasiones he llegado a ser consciente de que estaba soñando y he imaginado la partitura, así que al día siguiente no recordaba la melodía, pero sí tenía memorizada como una fotografía la partitura y he conseguido volver a sacarla.
En sus conciertos el público alterna entre sonrisas y lágrimas. ¿Es difícil lograr esas emociones tan dispares en un mismo repertorio?
No sé si es difícil, pero creo que todo está unido. Me emociona ver al público sonreír en un momento y, en otro, ver incluso a un amigo duro con lágrimas en los ojos. A veces digo en broma que es como un público bipolar, capaz de reír y llorar casi a la vez. Para mí, esas dos emociones son de las más bonitas.
Ha trabajado en cine, teatro, ballet y televisión. ¿Cuál de esos ámbitos le ha dado mayores satisfacciones?
Me gustan todos los estilos, no podría decirte uno en especial. Una sorpresa fue trabajar para la Selección Nacional de Gimnasia Rítmica, ya que es una especie de danza pero con un trabajo enorme. Ideé un tango en un avión, lo adapté para ellas y después lo interpretaron en competición. Otra obra, 'Esto es cine', fue utilizada por Alba Bautista en su ejercicio en los Juegos Olímpicos. Me pareció increíble cómo la música se conectaba también con el deporte.
Además de los Juegos Olímpicos, su música ha sonado en el Fórum de los Premios Nobel de la Paz. ¿Son esos los momentos cumbre de su carrera?
Son hitos muy importantes, sí, a veces miro atrás y me doy cuenta de todo lo que me ha pasado. Pero para mí lo más especial es tocar en casa con mis hijos. Mi hija cantando, mi hijo a la percusión o al piano... esos son los momentos verdaderamente importantes. Muchas veces pensamos en músicos profesionales, pero antes de ello la música empieza en casa, en la calle o en la escuela. Ahí está la raíz de todo lo demás.
¿Cuánto camino le queda por recorrer en ese objetivo que tiene de acercar la música a la gente?
Me queda mucho, no sé si más o menos que antes. La música está en todas partes, incluso una palabra tiene musicalidad. Animo a los padres a que metan a sus hijos en clases de música, no para que sean concertistas, sino como quien aprende inglés sin ser un traductor de la ONU, como un recurso más en la vida. Lo importante es que los profesores fomenten la creatividad. Repetir notas mecánicamente como loros, para mí, no es música. La música debe servir para crear, para trabajar en equipo y, sobre todo, para disfrutar.
Para quienes duden si acudir al Teatro Gran Vía, ¿qué les diría para convencerles?
Que se acerquen, que se lo van a pasar bien. Además, que inviten a sus amigos. La música sinfónica no es algo lejano: es una trompeta, un violín, una flauta... pero presentados de una forma cercana que les sorprenderá. Todo esto es posible gracias al trabajo en equipo con Atrevida Producciones y Alter Media, y sobre todo los músicos de esta orquesta, que para mí son los mejores de España.