Personajes

Miguel Vasserot:

“Casi dos siglos después no está superado el debate entre ciencia e intuición”

El autor almeriense publica ‘Cuando llegues al infierno’. Ambientada en el Madrid de finales del siglo XIX, ha sido reconocida por escritores de la talla de Máximo Huerta

Publicar una primera novela siempre es un reto. Llegar a la segunda ya supone una criba importante y escribir la tercera quizás supone el paso definitivo para consolidar una carrera literaria. En esta última fase ha entrado Miguel Vasserot de la mano de ‘Cuando llegues al infierno’ (NdeNovela), una historia para la que ha escogido una época histórica determinada, finales del siglo XIX, y una ciudad concreta, Madrid.

Esta es su tercera novela tras ‘¿Serías capaz de quedarte por mí?’ y ‘Me llamo Victoria’, ¿siente que está en un momento clave de su carrera literaria?
La verdad que sí, pero sobre todo porque la novela es muy ambiciosa, es una novela que exteriormente es un libro-caja que es una auténtica obra de arte. Simplemente por la aportación que ha hecho el ilustrador Antonio Lorente e incluso por la reseña que ha hecho Máximo Huerta ya merece ser parte de cualquier biblioteca. Ahora me corresponde a mí defender su interior. Es una novela en la que pretendo llevar al lector de la mano, no lo voy a soltar ni un momento, me lo voy a llevar por ese Madrid sucio de los cafés literarios, a una morgue, a pasear por esas casas también burguesas y por esos palacios. Creo que la diferencia con mis anteriores novelas es que pretendo ir más allá, busco que el lector cuando cierre el libro se pregunte si todo lo que pasa en ese libro ha valido la pena, porque hay muchos interrogantes que intento dejar ahí para que el lector los pueda responder por sí mismo.

Como escritor, ¿cuál ha sido el mayor reto de hacer esta novela?
Soy muy obsesivo con los problemas de raccord, tengo que buscar muchísimo que no haya contradicciones y eso significa también que en el contexto histórico en el que me muevo debo tener mucho cuidado, por ejemplo, puedes estar hablando de la iglesia de Santa Ana, que en 1850 estaba muy cerca de la Puerta del Sol, en una calle que ya ha desaparecido, pero tienes que sacarla de ahí o no nombrarla porque si no el lector se va a salir del sueño narrativo. Lo que pretendo sobre todo es que se note la documentación, la formación del autor, y ahí puedo ser un poco pedante, pero, como tengo la doble formación de licenciado en Ciencias Biológicas y en Derecho, hay una parte que es muy científica y otra que es la parte de jurista, que es también la que pretendo trasladar a la novela. El autor no tiene que parecer que sabe mucho, no somos eruditos, o si lo somos, el lector no debe notarlo, no puede parecer un ensayo, tenemos que intentar que ese dato pase desapercibido, pero sí que es importante que al final se note o que plasme esa formación y ese caminar por descubrir, por saber cómo se hacía una autopsia en ese momento, por cómo era el tratamiento que tenían las mujeres en ese momento, sobre todo aquellas que querían destacar, como la protagonista, Eugenia. Todos esos datos intento llevarlos con un ritmo trepidante, me gusta mucho dar giros, capítulos que sean más misteriosos, más de novela negra, más sucios, y otros capítulos quizás más de ‘thriller, más dinámicos’, también intento meter humor, que es parte fundamental de mi forma de escribir.

¿Por qué la elección de ese momento histórico concreto? ¿Ha tenido algo que ver la experiencia de documentación para ‘Me llamo Victoria?
Madrid tiene una cualidad, a finales del siglo XIX era muy cambiante. Me gusta pasear las calles recorrer todos los sitios que hayan recorrido mis personajes, como puede ser la Cava Baja, que es un lugar que me fascina. Pero Madrid era una ciudad de contrastes, en el sentido tanto peyorativo como positivo, estaba entre las más sucias y con más problemas de las que había en Europa. Eso se producía porque estaba llena de personas que venían a intentar sacar su mundo adelante, venían de los pueblos y no tenían sitio donde dormir o vivir. Por eso he incluido estos escenarios sucios, ese tranvía que se escucha, esa calle repleta de farolas de gas, además de plasmar cómo se resolvía un crimen con los datos que se podían y de hablar de los trajes, de la moda, de las obsesiones, de los noticiarios que había en ese momento y que se han ilustrado dentro de la novela. Los periodistas de entonces trataban ciertos sucesos, especialmente los crímenes, de una forma muy sensacionalista para generar miedo en la ciudad.

“Con Eugenia buscaba un personaje que se enfrentara a un crimen y a una sociedad”

Eugenia Alonso es la protagonista de la trama. ¿Cómo lleva meterse en la piel femenina?
A mí la psique de la mujer me fascina, es más compleja y eso nos da una libertad o cierta capacidad para crear muchas personalidades diferentes; a los hombres los veo más básicos. La mujer tiene muchísima más capacidad de observación y también de plasmar el sentimiento, aunque siempre haya excepciones. Me interesaba mucho crear ese personaje de Eugenia, aunque en este caso es una antiheroína, no es ni es guapa ni agraciada, tenía que buscar un personaje que a mí me diera la facilidad de enfrentarse no solamente a un crimen sino también a una sociedad. Siempre la defino como la amiga que a todos nos gustaría tener. Creo que es un personaje que construye la novela.

¿La elección de una mujer era algo pensado desde el comienzo o lo usa para exponer esas diferencias que había en la sociedad?
Insistiendo en lo que te he dicho antes, desde mi anterior novela, la mujer siempre ha sido la protagonista. El hecho de elegir la mujer te da una capacidad de lucha, de enfrentamiento, y sobre todo de problemas a los que no tiene que enfrentarse el hombre. Para un escritor, tener ese barro que puedes modelar y al que puedes enfrentar con todo el pensamiento imperante en aquella sociedad es un filón. Eugenia tenía grandes dificultades en la Facultad de Ciencias Médicas para explicar su manera de entender un expediente judicial, porque ella es hija de un forense, de un profesor de Medicina Legal. Quería salirme de ese cliché preestablecido.

Las víctimas que van apareciendo a lo largo de la novela responden a un prototipo. ¿Había víctimas de primera y de segunda en aquel Madrid?
Por supuesto que sí. Una de las cosas que aprendes cuando investigas, habré leído como 30 autopsias de la época para saber cómo se redactaban o en qué se fijaban, te permite conocer cuál es la dinámica de esos personajes que están apareciendo en la novela. Respondiendo a tu pregunta, no es que no murieran hombres ricos, sino que esa información también pasaba más desapercibida. Cuando aparecían cadáveres de hombres ricos, si se había suicidado nunca se contaba en la prensa.Sin embargo, por el Puente de Toledo se tiraban muchos hombres pobres y eso sí aparecía en la prensa porque era una muy sensacionalista. Cuando no se lograba esclarecer un asesinato, el miedo que tenía la policía es que los tildaran de inútiles, así que se zanjaba con el término de muerte súbita, que era una manera fácil de meter en esa caja a todos los que habían fallecido y no se sabía o no se conocía la causa de su muerte. A mí me gusta meterme en esa época porque me tengo que poner en el lugar del investigador con esos pocos medios que tiene, ni siquiera se utilizaban entonces las huellas dactilares. Ahora, evidentemente, hay una manera mucho más sencilla de encontrar al culpable. Una de las complicaciones que aparece en la novela es que tienes que buscar una pista, tienes que saber por qué ha muerto alguien, y esa razón te llevará a quién lo ha podido matar o cuál ha sido la forma y buscar un nexo común entre ellos. El único nexo común que hay entre las víctimas de la novela es el olor, pero el olor también es complicado de identificar en la actualidad.

En ese trabajo de las autopsias que aparece revelado en el libro, se ve muy claro el debate entre lo que es la ciencia y lo que es la intuición. ¿Cree que está totalmente superado casi dos siglos después?
No, no está superado. Yo he sido juez de primera instancia de instrucción sustituto durante dos años y todo es interpretable. En los juicios penales, por ejemplo, las autopsias no solamente lo hacen los médicos forenses, sino también médicos que tú contratas, así que en cualquier expediente judicial verás que las autopsias, con los mismos datos objetivos, con los mismos hechos, llegan a conclusiones diferentes. Esto significa que la variabilidad humana a la hora de interpretar una autopsia, ya sea por el interés, y ahí puede ser interés político o económico, hace que la interpretación, incluso con los mismos datos, se lleguen a conclusiones diferentes.

“Una autopsia deja varias conclusiones, incluso con los mismos datos”

El deseo es otro de los temas muy presentes en la novela. ¿A qué responde su inclusión dentro de esta trama?
La importancia que yo quería darle es salir de ese estereotipo de mezcla entre ‘thriller’ y novela negra. Me gustaba que la protagonista, aun teniendo sobrepeso y poco agraciada, es una mujer que tiene mucho éxito en todas las facetas, tanto en su compañía teatral como a la hora de tener amigos o de pasárselo bien. Pero el deseo está en todos, entonces no quería renunciar a esa faceta, sobre todo en la mujer, para abrir ese debate. El deseo es igual que el humor, podemos meterlo dentro de este tipo de novela para que tener ese punto un poco más fresco, me parecía fundamental. Eugenia tiene todo aquello de lo que estamos construidos los seres humanos, no solamente es una investigadora, no solamente es una buena estudiante, también tiene deseo, y como es una mujer rompedora que intenta salirse de su cliché, ese deseo aparece casi prácticamente desde el segundo capítulo. En ese sentido he sido muy cuidadoso para no ser soez, pero no he querido dejar nada bajo la sábana.

Antes hablaba de la fascinación que le produce Madrid en aquel momento histórico. Por haberse publicado recientemente, mucha gente se acordará de ‘La bestia’ de Carmen Mola, pero el olor impregnado en las víctimas a mí me ha evocado a ‘El perfume’. ¿Tiene algo de la novela de Patrick Süskind?
Al final somos el producto de todo aquello que hemos leído, no solamente tiene de Patrick Süskind, también de Vázquez Montalbán y otros muchos autores, tiene una mezcla de todo, incluso de ‘El silencio de los corderos’. Tengo un problema personal, no tengo memoria literaria, me puedo leer un libro cada seis meses y cuando lo vuelvo a coger no recuerdo si lo he leído. Dicen que primero lees para disfrutar y después para examinar o recordar, así que seguramente habrá muchos guiños que yo desconozca, por ejemplo, me acabas de descubrir uno y no te lo puedo negar, porque a mí es una novela que me fascinó. También confieso que yo he sido un obsesivo de los olores, es algo que está en el alma de todos mis libros; si me llevo a un lector, a un escenario, quiero que huela lo que está allí, al igual que escuche el sonido metálico del tranvía.

Cerrando el círculo y volviendo casi a la pregunta inicial donde me hablaba de esa reseña de Máximo Huerta, ¿qué supone para usted que un autor tan contrastado haga una crítica tan positiva?
Hay dos elementos que me están ayudando mucho a mostrar y a convencer a los lectores para que se vengan conmigo. Uno es la reseña de Máximo Huerta que la leyó y me dijo que es redonda. Tener a Máximo en la contracubierta es una fascinación, y tener a Antonio Lorente ilustrando que es uno de los mejores del mundo, me da una satisfacción enorme. Aunque no me gustara como escribe Miguel Vasserot, yo me compraría el libro solamente por tenerlo en mi librería.

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