La psicológa María Luisa Ferrerós analiza en su nuevo libro la influencia de los alimentos en el comportamiento de los más pequeños
María Luisa Ferrerós:
“Con un poco de preparación y cariño, los niños pueden comer sano”
Septiembre es, por antonomasia, el mes de la vuelta al cole. Esa realidad está rodeada de muchos factores que son noticia, como el peaje que conlleva en la economía familiar. Sin embargo, en esta vuelta a la rutina también hay otro factor al que conviene prestar la atención necesaria: la alimentación de los más pequeños. Para ello, la psicóloga infantil María Luisa Ferrerós ofrece una ayuda indispensable en forma de libro: ‘Dime qué come y te diré cómo se porta’.
Dime qué come y te diré cómo se porta’ ya es una realidad. ¿Cuándo empezó a pensar en la posibilidad de plasmar todo este conocimiento en un libro?
Hará unos tres o cuatro años. Antes, casi 15 años atrás, empezamos a ver en nuestra consulta que los papás mostraban dudas sobre el comportamiento de sus hijos, niños buenos que de repente se bloqueaban y entraban en un bucle negativo. Lo que se hace en esos casos según el protocolo de las historias clínicas es ir preguntando si tiene algún problema en el colegio, si le están haciendo ‘bullying’, si tiene un problema familiar, si los padres se han divorciado... buscar alguna causa que fuera el detonante de estos cambios de comportamiento, pero no encontrábamos ninguno. A partir de aquí empezamos a preguntar cómo duerme, cómo come, qué ha desayunado o qué ha merendado para ir buscando cuál era el detonante. Todo esto surgió porque, por ejemplo, en los celíacos, el diagnóstico diferencial se hace en función al mal comportamiento, es decir, tú tienes los mismos resultados en diferentes intolerancias y lo que acaba de decantar que sea una cosa u otra, cuando luego lo confirmas con las analíticas, es el cambio de comportamiento. Ahí ya empezamos a ver que había una conexión muy importante entre la alimentación y el comportamiento. Comenzamos a estudiar la conexión intestino-cerebro y, a partir de ahí, empezamos a tirar del hilo. Los neurotransmisores responsables de la segregación de las hormonas del bienestar emocional, que son la serotonina y la dopamina, se fabrican en el intestino.
Para este libro ha contado con la colaboración de la doctora Victoria Revilla. ¿Cómo ha sido ese trabajo con ella y cómo entiende que ha complementado su labor?
Ella pone la parte científica, la parte biológica y neurocientífica. Yo hago la parte de psicología y de comportamiento, y ella toda la base más científica, como los fitonutrientes, de ir viendo en la falta o el déficit de según qué alimento cómo influye en la alimentación.
El título del libro ya es bastante elocuente. Hasta ahora se ha puesto el foco en la obesidad infantil, pero pocas veces se ha aguardado la influencia que tiene una mala alimentación, tanto en el comportamiento como en la salud mental de los menores. ¿Cree que esta situación ya está cambiando?
Estamos empezando, yo creo que la gente, poco a poco, se va dando cuenta del gran impacto que tiene la alimentación y la salud física y en la salud mental. En los niños ese impacto es mucho mayor porque están en construcción, su cerebro todavía no está acabado de hacer, no está maduro, tiene que conectar muchas neuronas, tiene que fabricar células. Dependiendo de los alimentos que tiene, formará unas conexiones u otras. La alimentación es como los ladrillos que construyen todo el sistema. Creo que la gente no es demasiado consciente, pero ahora empieza a serlo. En la consulta no he tenido experiencias realmente muy reveladoras de cambios de comportamiento muy espectaculares. También es muy importante que el niño entienda, muchas veces son ellos mismos los que te dicen que no saben qué les pasa, que de repente están de mal humor y no saben la causa.Esto les provoca mucha ansiedad, y en los padres también. Al entender que justo media hora antes de este cambio de comportamiento te has comido un dulce ultra procesado y ultra azucarado, lo que ha intoxicado el intestino e inhibido la segregación de las hormonas del bienestar, hace que de repente el niño también se autocontrole y entienda por qué le pasan las cosas. Otra conexión que hicimos con esto es la pirámide de Maslow, el famoso psicólogo americano, que ya explicó que en la base está todo lo que son las necesidades fisiológicas, como el sueño o la alimentación; si esto no funciona bien, el niño no puede ampliar conocimientos, establecer conexiones emocionales, ampliar su base social... Si es un niño que duerme mal, que come mal, está irritable y le falta esta base para poder construir lo demás.
“Hace unos años vimos la conexión que tienen cerebro e intestino”
En el segundo capítulo ya expone las razones por las que un niño debe comer prácticamente de todo. ¿Hemos perdido el sentido común también en cuanto a nutrición infantil?
Creo que pasan varias cosas. Una, vamos todos muy estresados, tenemos muy poco tiempo y nos lo ponen muy fácil, porque tú vas al súper y ya te encuentras las galletas empaquetadas de 3 en 3 que van a la mochila directas. Si eres consciente del impacto que tiene, creo que vale la pena preparar un poquito de tiempo para poder hacer esto. El estrés y la vorágine que llevamos dificulta. Por eso es importante que lo hagamos juntos y que impliquemos a los niños también en las preparaciones, para que sea algo lúdico. Por ejemplo, un desayuno debería de ser completo, no solo una parte de nutrientes o dulces, debe tener un tercio de hidratos de carbono, un tercio de proteínas y un tercio de grasas. Así, un buen desayuno sería un bocadillo de tortilla, con un buen chorro de aceite de oliva y con tomate. Pero, claro, eso conlleva una preparación y hay un problema de tiempo importante.
Ahora que hace mención a esta parte de ese tercio de proteínas, de grasas saludables y de hidratos de carbono, tanto en el desayuno y la merienda, ¿hay que empezar a hacer pedagogía por los padres?
Sí, claro, porque al final son los que preparan, van a comprar y se ocupan de todo. Cuando eres consciente del impacto que tiene, no solo en el crecimiento físico, que es algo que sí tenemos claro, sino también para que su cerebro crezca, para que puedan aprender, para que puedan memorizar y para que estén equilibrados a nivel emocional Cuando vemos ya tantas implicaciones, eso sí que te hace reflexionar y te hace ir a la compra de otra manera. Sobre todo debemos tomar conciencia y destinar un poquito de tiempo a preparar esto para evitar la improvisación.
Desde su experiencia en la consulta, ¿por qué solemos obviar que al igual que cada niño tiene su personalidad, también tiene una manera diferente de enfrentarse a la comida?
Hay niños que son inapetentes, niños a los que les encanta comer, niños que aprenden enseguida que la comida tiene un valor emocional y hacen chantaje con la comida; cada uno tiene su personalidad. Es muy importante no obligar ni prohibir, porque cuando prohíbes un alimento consigues que sea algo muy deseado, lo que hace que se escondan para comer el chocolate, el azúcar, las galletas... Entonces, no se trata de prohibir, sino de ofrecer alternativas saludables y que los caprichos sean de vez en cuando, no cada día.
Anteriormente he hecho mención a los picos de insulina, cómo afectan también al comportamiento de los niños. ¿Qué incidencia tiene el consumo de dulces en el comportamiento de los pequeños?
El dulce es como un pico estimulante que de repente al niño le da muchísima energía y lo hiperactiva muchísimo, pero eso dura media hora porque se sintetiza súper rápido y cae en picado. Esto lo que provoca es ansiedad, el niño va como en una especie de montaña rusa, genera irritabilidad, intranquilidad y ansiedad, son esos momentos en los que los niños de repente cambian su comportamiento y no encuentras la razón. Tenemos muy estudiado que suele pasar media hora después de un consumo de algún producto excesivamente edulcorado y ultraprocesado.
“El niño sufre ansiedad al no saber la razón de su cambio de humor”
En el capítulo quinto aborda una de las cuestiones que, desde mi punto de vista, quizá más confusión ha creado en nuestra sociedad: el consumo de grasas. Desmontemos el mito, deben estar en la alimentación infantil.
Las grasas saludables, esto es muy importante, son súper necesarias porque el cerebro, en el 80% de su composición, es grasa: omega 3, omega 6... Y la mayoría de vitaminas y minerales se disuelven y se transportan en medio graso, son liposolubles, si no tienen ese medio, no se sintetizan. La grasa es súper necesaria, es decir, los niños han de tomar alimentos como las patatas fritas hechas en casa con el aceite de oliva. Además, han de introducir cosas que comen bastante poco actualmente, como los frutos secos o las aceitunas, que tienen la misma composición nutricional que un aguacate, y el pescado azul, que no hace falta irse a comer salmón, nos podemos comer una sardina, un jurel, una caballa, todo el pescado que tenemos aquí de proximidad, que es exactamente igual de bueno que el salmón. De eso creo que los niños comen poquito y necesitarían comer bastante más porque es de lo que se construye el cerebro, es lo que hizo que el hombre neardental pasara a homo sapiens, el tamaño del cerebro se duplicó por este cambio de alimentación.Los mejillones y los berberechos son una fuente maravillosa de fosfolípidos saludables, los deberíamos de introducir en la alimentación de los niños. Si no les gustan estos alimentos, los podemos triturar y añadir, por ejemplo, unos mejillones dentro de la salsa de tomate, el niño no lo nota y está comiendo todos esos nutrientes.
Una de las preguntas del millón, aunque lógicamente habría que atender a la individualidad y al carácter de cada uno, ¿qué hacer cuando un niño no come?
Cuando un niño no come, número uno, no hay que obligarle a que se coma tres kilos del plato que le toque. Si convertimos la hora de la comida en una tortura china, no vamos a conseguir que coma ni más ni mejor. Hay que utilizar estrategias de psicología inversa para irles poco a poco seduciendo con la comida y que poquito a poquito vayan comiendo. Por ejemplo, se puede utilizar la dieta de los colores, poniendo en el plato alimentos de colores diferentes: cuatro guisantes, tres tomatitos cherry y un poquito de tortilla. Poco de cada alimento, que se lo acaben y que disfruten, que estemos contentos porque ha acabado de comer. Si tú le pones dos kilos de guisantes, no se lo va a acabar, nos vamos a enfadar y entonces entramos en una relación tóxica con la comida. Hemos de tener en cuenta que no todos los niños comen igual, y la pauta de si se está alimentando o no es cuando vamos al pediatra y nos dice si sigue su curva de crecimiento correctamente. Si el niño va siguiendo su curva, es que está comiendo correctamente. Por ejemplo, con un huevo al día ya te aseguras que el niño tiene todos los nutrientes necesarios para su crecimiento.Otra estrategia es ponerle un plato más grande para que él piense que hay menos cantidad. Se come mucho por la vista, lo que nos ayuda con todas estas estrategias de psicología inversa que están en el libro para ayudar a comer a los niños que son más inapetentes.
¿Cómo surgió la idea de aportar los menús equilibrados que aparecen en el último capítulo del libro?
El objetivo es dar ideas y ayudar a las mamás con prisas y a los papis estresados, que ven que no es tan difícil. Por ejemplo, puedes coger una sardina en lata que ya vienen sin espina, la trituras con un poquito de brócoli, un poquito de zanahoria y un huevo, y con esa masa haces unas hamburguesas, que las puedes tener congeladas, las haces en un momento a la parrilla y tienes ya una comida súper saludable para el niño. Por eso lo hemos querido introducir porque muchos padres se agobiaban. Hemos puesto nuestra imaginación y muchos años de experiencia para dar bastantes opciones y comprobar que no es tan complicado, que con un poquito de cariño y de preparación los niños pueden comer un poquito de todo, sano y saludable.
La comida es muy importante que no se convierta ni en un premio ni en un castigo. La conducta clásica de “si te portas bien, te voy a dar una chocolatina”, o “si no te lo acabas todo, te quedas sin postre” hay que olvidarnos de ella. Cuando le damos un valor emocional, estamos creando una relación tóxica del niño con la comida, acaba aprendiendo a hacer chantaje. Es muy importante prevenir, hemos de vigilar mucho esto.