Después de ser finalista del Premio Planeta en 2023, el joven escritor presenta su nueva novela, ‘El sueño de Troya’, donde relata un gran hallazgo arqueológico
Alfonso Goizueta:
“Esa locura les da ventaja a los genios visionarios sobre los hombres cuerdos”
Carmen Mola, Sonsoles Ónega, Juan del Val... Las últimas ediciones del Premio Planeta no han estado exentas de polémica, un ruido que no debería opacar el nombre de otros autores encumbrados. Alfonso Goizueta, finalista en 2023 con ‘La sangre del padre’, está dentro de ese grupo. El joven escritor madrileño vuelve a recurrir a la literatura histórica para presentar ‘El sueño de Troya’.
En 2023 hablábamos tras ser finalista del Premio Planeta, y ya mencionaba que estaba trabajando en una novela histórica. ¿Se trataba de ‘El sueño de Troya’?
Sí, así es. He estado estos días pensando en qué dije entonces, y recuerdo que os contaba a todos los periodistas que era una novela que transcurría en ese lugar donde Oriente y Occidente a veces se dan la espalda y a veces se dan la mano. Y efectivamente, este es el sitio, Troya, un lugar al que Schliemann va en una época en la que el Imperio Otomano se revuelve contra las incursiones de los arqueólogos europeos. Es también un momento en el que Europa compite por colonizar las ruinas del pasado, y ese es el contexto en el que se desarrolla esta novela.
Hemos leído y visto mucho sobre Troya, pero el personaje de Heinrich Schliemann no era tan conocido. ¿Cuándo tuvo constancia de él?
Es un personaje muy desconocido, y eso fue precisamente lo que me llevó a escribir sobre él. Pensé: “esta historia tan novelesca no se ha contado”. No había una novela sobre Schliemann, ni siquiera en otros idiomas. Lo conocía por mi abuelo, que me había hablado de él, y por supuesto conocía el mito de Troya, tan ligado a la mitología. Fue un momento muy curioso, yo sentía la presión después de ser finalista del Planeta y no sabía si iba a poder volver a escribir. De repente, me di cuenta de que yo estaba buscando una nueva historia sin encontrarla, igual que Schliemann buscaba Troya sin hallarla. En ese momento todo encajó. Es algo muy difícil de explicar lo de la inspiración, pero es algo mágico. Empecé a escribir en diciembre de 2023, después del premio, y supe que esa era la historia que quería contar.
”Me di cuenta que estaba buscando una nueva historia sin encontrarla, igual que Schliemann con Troya”
El personaje de Schliemann tiene aspectos elogiables, como la tenacidad, pero también otros menos loables. Da la sensación de que tiene las aristas suficientes para introducirlo en una historia literaria. ¿Fue suficiente o tuvo que darle algunos matices?
Por supuesto está ficcionado, pero creo que el hombre real debió de ser tal cual. Venía de la nada, de la pobreza absoluta, y se labró un imperio con su inteligencia. Aprendía idiomas con facilidad, se volvió indispensable en negocios de comercio y levantó una empresa que operaba en Rusia, Alemania y Estados Unidos. Era un hombre hecho a sí mismo, pero también alguien afilado, que no aceptaba obstáculos ni hacía prisioneros. Esa personalidad monomaníaca y obsesiva sospecho que era real, de hecho las fuentes lo retratan así. Lo que sucede es que estos genios visionarios luego logran esas hazañas que no les están permitidas a los hombres cuerdos, su locura les da una ventaja sobre los hombres racionales.
¿Qué cree que pesó más en su búsqueda: la vanidad o el deseo de dejar un legado?
Ambas. Lo movía una ambición totalmente desmedida, pero también la idea de recuperar Troya para Occidente. En esa época, los países europeos querían apropiarse del pasado grecorromano para construir su relato histórico. Schliemann quería ser el hombre que devolviera la leyenda fundacional de Troya al mundo occidental. También era una época de choque de civilizaciones, y él creía que, si el Imperio Otomano se quedaba con esas ruinas, las destruiría porque las consideraría paganas, cosa que era mentira. Quería preservar lo que consideraba su herencia cultural.
Antes de Schliemann, ¿tiene constancia de otros que intentaron hallar Troya sin éxito?
Sí, una gran retahíla de arqueólogos que lo intentaron. Siempre se había fantaseado con la ubicación de la ciudad de la ‘Ilíada’ y, desde el siglo XV, hubo arqueólogos que estuvieron buscando en esa zona. En el XIX, con el auge de la arqueología, muchos exploradores franceses e ingleses buscaron en la zona de la Tróade. El más famoso fue Jean-Baptiste Le Chevalier, aunque se equivocó de sitio. Schliemann siguió sus indicaciones erróneas hasta que Frank Calvert le señaló el lugar correcto. También estuvieron el alemán Franz Koffer y el filósofo escocés Charles McLaren, que 40 años antes ya había sospechado el lugar exacto, aunque sin medios para excavar. McLaren deja un diario a Calvert, que en ese momento era un niño. Todo encaja como una cadena de obsesiones que culmina con Schliemann.
Uno de los personajes más interesantes de la novela es Sofía Schliemann. ¿Podemos considerarla una adelantada a su tiempo?
Sin duda. Sofía representa a esas mujeres silenciadas por el marido. Su historia tiene una crueldad doble: Heinrich no la dejó excavar, y sin embargo, cuando contaba su hazaña, la incluía como si hubiera participado. Esto me impactó muchísimo, porque le negó en la realidad lo que le concedía en la ficción. Ella pasó el resto de su vida con todo el mundo creyendo que había sido parte del descubrimiento, cuando en realidad no lo fue. Después, al morir su marido, heredó su fortuna y se dedicó a excavar por su cuenta. Fue su forma de venganza, porque ella era 30 años más joven que su marido, así que le sobrevivió muchos años. La historia de Sofía es de un desencanto. Era una niña, tenía 18 años cuando se casa con Schliemann, simplemente porque tenían ese flechazo por la Antigüedad. De repente, cuando llega a la colina se encuentra con una realidad espantosa: su marido no la va a dejar excavar porque está obsesionado con ser él el que lo descubra.
Sus novelas históricas están llenas de guiños y detalles reales. ¿Es difícil equilibrar el rigor histórico con la agilidad narrativa?
El peligro está en querer divulgar demasiado. El contexto histórico debe servir para armar el escenario donde se desarrollan los personajes, no para dar lecciones. Hay que tener cuidado de no insertar “cuñas informativas”, que esté todo bien hilado. Lo importante es que el lector viva el pasado sin sentir que le están explicando una clase de Historia.
“La clave es que el lector viva el pasado sin darle una clase de Historia”
Ha comentado que es su novela más autobiográfica. ¿Es Nicholas Yannikis es un alter ego?
Creo que todos los personajes lo son un poco. Nicholas Yannikis, desde luego, es un alter ego deseable, y Heinrich Schliemann es un alter ego indeseable. En principio la voz principal iba a ser la de Schliemann, que el lector viera la historia a través de sus ojos, pero su locura y su obsesión me resultaron antipáticas. Entonces creé a Yannikis para dulcificar la mirada hacia esa demencia y la monomanía de Schliemann. Él existe para contrarrestar lo que hay de Schliemann en mí, y en todos nosotros. Representa la parte racional frente al sueño obsesivo que todos llevamos dentro.
A partir de este viaje realizado con los personajes, ¿ha cambiado de algún modo su concepto de la ambición?
Sí, más que de la ambición, de los sueños que podemos tener cada uno. Me interesa mucho explorar en la literatura el choque entre la realidad y la ficción, como en ‘El Quijote’ o ‘Madame Bovary’. Los sueños, cuando uno los quiere llevar a término de una forma demasiado realista, se encuentra con la realidad que le da una gran bofetada. Esto es lo que sucede en ‘El sueño de Troya’ con ese arqueólogo obsesionado con que la realidad le devuelva algo que no existe, y cuando la vida no responde a sus expectativas, recurre a la mentira y a la obsesión; no es capaz de aceptar que la vida no es como él quiere. Es una historia sobre la obsesión, pero también sobre el desengaño.
Tras «La sangre del padre», finalista del Premio Planeta 2023, Alfonso Goizueta regresa con «El sueño de Troya».
— Editorial Planeta (@edit_planeta) October 14, 2025
Una novela de ambición, memoria y obsesión. 💙📖 pic.twitter.com/cxDfAtWIcp
Ha hablado anteriormente de la búsqueda interior que ha supuesto la creación de esta novela. ¿Cómo ha lidiado con el peso de las expectativas tras ser finalista del Premio Planeta?
Peso ha habido, sería de hielo si dijera que no ha sido así. Hubo un presión que no es de nadie en concreto, sino interna. Es fácil imaginar a un editor malvado que te marca unos plazos agobiantes, y para nada ha sido así. Era una presión ambiental propia sobre si iba a poder seguir escribiendo, si me vencerían las fiebres del éxito porque ‘La sangre del padre’ tuvo una gran acogida, y eso genera miedo: “¿Y si ahora no pasa lo mismo?” Pero esos pensamientos están en todos los aspectos de la vida, no hay nada que no esté exento de miedos. En este sentido, me ayudaron mucho mis personajes, sobre todo Frank Calvert. Hay un pasaje en el que, arruinado, sigue excavando y se pregunta qué hace allí. Me vi reflejado en él, preguntándome: “¿Qué hago yo escribiendo?”. Pero, igual que Calvert se cura de sus miedos al concluir que sin la arqueología no sería él, yo no puedo negarme la escritura. Sin la literatura, no sería yo.
Más allá de las metáforas y las reflexiones, ‘El sueño de Troya’ es una gran novela de aventuras. Acompañamos a Nicholas Yannikis en un viaje hacia un mundo desconocido y fascinante, el de finales del siglo XIX, cuando los arqueólogos eran mitad caballeros cultos, mitad ladrones de arte. Creo que el lector va a disfrutar de esa aventura.