Personajes

Amparo Larrañaga:

“El teatro es como el fútbol: ríes y te liberas”

La reconocida actriz encabeza el elenco de ‘Victoria’, una obra que se puede ver en el Teatro Fígaro. Dirigida por Cristina Clemente y Marc Angelet, habla de los dilemas que surgen en la relación entre padres e hijos

Cuando una fórmula funciona, el sentido común y la experiencia recomiendan que no se cambie ningún factor. Esa máxima la han aplicado Cristina Clemente y Marc Angelet con ‘Victoria’, una obra que toma el testigo de la aclamada ‘Laponia’ y que tiene en Amparo Larrañaga a una de sus grandes protagonistas.

Una comedia escrita por Cristina Clemente y Marc Angelet y un elenco donde están Iñaki Miramón, Mar Abascal y Juli Fàbregas . ¿Hasta qué punto ha tenido peso la experiencia tan positiva de ‘Laponia’ para que se embarca en este nuevo proyecto?
Todo. De hecho, la clave ha sido la continuidad de la relación con los actores, la magia de ‘Laponia’, y luego, por supuesto, la afinidad tremenda con los autores que ya forman parte de nuestro equipo profesional. Hemos encontrado un equipazo, gente sin egos, que se ayuda, se entiende y se complementa, y que son grandes currantes.

La magia que sucedió en ‘Laponia’ nos gustó tanto, que en un momento dado nos planteamos hacer una obra distinta con los mismos personajes. No es un ‘Laponia 2’, no tiene nada que ver: no hay referencias, no sucede en el mismo lugar, los niños tienen diez años más, la historia es otra. Los autores han tenido la habilidad de escribir no solo para los personajes, sino también para los actores que ya conocen, potenciando nuestras virtudes. Y yo estoy feliz con la dirección de Cristina Clemente; tenía muchas ganas de trabajar con ella y que me dirigiera este espectáculo.

El fútbol está en el contexto de la obra, pero para quien no sea muy amante, ¿es necesario entender de este deporte?
No, para nada. Es solo la excusa del conflicto. Como en ‘El nombre’, donde la broma sobre llamar al hijo Adolf era solo el detonante. Aquí el fútbol cumple la misma función: nos reunimos para ver un partido y el niño no aparece. El conflicto real es lo que pasa con el hijo, con la familia, con las relaciones entre ellos. El fútbol se olvida enseguida; no importa nada.

Además de entretener, ¿la obra busca remover conciencias a nivel familiar?
Sí, claro. Habla de la responsabilidad de dejar o no que los hijos se equivoquen. Cuando tienes un adolescente en el que solo tú crees, y de pronto encuentra algo que le apasiona, te preguntas si eso es realmente lo que él quiere o lo que tú quieres para él.Hay que dejar que se equivoquen. Si no, pueden reprochártelo toda la vida.

La obra se representa en 2025, pero parece tener un carácter atemporal.
Totalmente. Las familias son atemporales, todos tenemos una. Y los hijos, tanto de pequeños como adolescentes, siempre plantean los mismos dilemas. Yo soy madre de toda la vida, tengo un hijo de 43 y otro de 26, y siempre está esa lucha entre ayudar y dejar que se equivoquen.En la obra, mi personaje tiene una administración de lotería de barrio, y proyecta en su hijo los sueños que ella no pudo cumplir. Eso también es universal.

¿Cuál ha sido el mayor reto interpretativo en este personaje?
El mayor reto es que Cristina ya me conoce mucho. Antes, Mónica no tenía nada que ver conmigo, pero en esta versión sí. El mayor regalo que me han hecho Cristina y Marc ha sido un monólogo que me hizo llorar cuando lo leí; hablaba de mí sin haberlo buscado.Soy diferente a Mónica, pero comparto muchas motivaciones. Es una comedia feroz, muy divertida, y a la gente le va a encantar.

“He hecho papeles bonitos, pero como este, ninguno; el personaje es un regalo”

¿Es usted futbolera?
Nada. Pero tampoco era escaladora e hice ‘FitzRoy’. Me hacen papeles que no tienen nada que ver conmigo. A Mónica no le gustaba el fútbol, pero ha aprendido a hablar como si fuera una entrenadora, porque quiere compartir lo que apasiona a su hijo. Es lo que hacemos los padres: acompañarlos.La obra también habla de la valentía de decir “no” a las expectativas, incluso a las de las personas que quieres.

¿Cuál ha sido su mayor victoria profesional?
Mi mayor victoria es Mónica. Le decía a Cristina: “He hecho papeles bonitos, pero como Mónica, ninguno”. Cuando terminó ‘Laponia’ lloraba pensando cuándo volvería a tener un papel así. Y ahora lo tengo otra vez. Es un personaje completo: ríe, llora, emociona. Los autores han escrito para nosotros, los actores, potenciando nuestras cualidades. Ese ha sido el mejor regalo.

‘Victoria’ se suma a la amplia agenda cultural madrileña. Muchas veces, los espectáculos que permanecen en cartel son comedias. ¿Por qué cree que sucede esto?
Porque es un gimnasio, un desfogue. Durante hora y media olvidas tus penas. El teatro es como el fútbol: cuando te ríes, te liberas. Además, la gente necesita desconectar de este ritmo endiablado, de la hiperconexión, el hipertrabajo. Poder parar, reír y disfrutar me parece mágico. La gente necesita venir al teatro para ser feliz, para desconectar. Esos 90 minutos son su respiro.

  • Amparo Larrañaga junto a Iñaki Miramón

‘FitzRoy’, ‘Laponia’, ‘El reencuentro’... Da la sensación de que el teatro no ha soltado a Amparo Larrañaga.
No, ni quiero que lo haga. Lo elegí. He vivido la invisibilidad de las mujeres de mi familia, sé cómo es. Puedes ser respetada, pero tu ojeras importan menos que las de una de veinte.Por eso decidí quedarme en el teatro, porque no es una dictadura para la mujer.

“Decidí quedarme en el teatro porque no es una dictadura para la mujer”

En 2024, la Fundación AISGE publicó que el 77 % de los artistas en España cobra menos de 12.000 € al año. ¿Qué medidas cree que podrían tomarse contra esa precariedad?
Se trabaja más que nunca y se cobra menos que nunca. En mi última serie cobré menos que en ‘Periodistas’, que se rodó hace más de veinte años. El teatro genera menos dinero porque va menos gente. La cultura ha dejado de considerarse necesaria.Hasta que la cultura no vuelva a ser popular, no se arreglará. En América es una industria; aquí falta protección, mecenazgo, incentivos. El teatro privado depende de nosotros, no de las subvenciones. Si las grandes empresas patrocinaran de verdad, si hubiera deducciones fiscales o tipos de IVA más bajos, todo sería distinto.

Hoy cobro menos que hace veinte años, aunque la vida haya subido. Pero soy una privilegiada, porque decidí que el teatro era lo que quería hacer. No tengo redes sociales y sobrevivo gracias a la fidelidad del público.

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