La psicóloga y psicoterapeuta presenta nuevo libro, ‘Atender lo invisible’, donde anima a los padres a establecer vínculos seguros con los más pequeños
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Beatriz Cazurro:
“Consumimos mucha información a un ritmo que no podemos digerir”
Una trayectoria de más de 20 años como psicoterapeuta coloca a Beatriz Cazurro como una de las voces más reputadas a la hora de hablar de crianza. Tras el éxito de su primer libro, la psicóloga presenta ‘Atender lo invisible’ (editorial Planeta), una guía para reflexionar sobre los lugares dolorosos de nuestro interior con los que conectamos en la relación con nuestros hijos.
En 2022 publicaba ‘Los niños que fuimos, los padres que somos’. ¿En qué medida la experiencia en consulta le ha servido para crear este ‘Atender lo invisible’?
Es el paso siguiente, bastante orgánico, respecto al anterior libro que está dirigido a cualquier padre o madre en general, en realidad a cualquier persona que tenga un poco de interés por la infancia, para hacer una reflexión sobre el trato que tenemos y lo normalizadas que tenemos cierto tipo de cosas. A raíz de ese libro hay una experiencia en consulta, también en madres y padres conocidos, incluso lo que voy viendo en redes sociales de cómo se está interiorizando esa información y viendo cómo en vez de poder digerirla poquito a poquito la estamos consumiendo sin parar, nos está generando mucha más inseguridad, algo que también está llegando a los niños, que es justo lo que no queríamos. Entonces, he intentado dar este contrapunto, que la información está muy bien pero tenemos que reflexionar y darle a una vuelta a cómo la estamos integrando; no se puede dar un giro de 180 grados un día para otro.
Como en el anterior libro, el título ya es muy elocuente. ¿Cómo podríamos definir, a grandes rasgos, esa parte invisible que nos conecta en la relación con los hijos?
Todo lo que está más allá de la conducta y las palabras, cómo son las dinámicas de las relaciones, toda la parte no verbal, las situaciones familiares, económicas, sociales, laborales, los conflictos de pareja sin resolver... todo lo que hay más allá. Muchas veces son los niños los que nos hacen ver que algo está pasando a través de conductas o de síntomas, pero hay todo un mundo invisible por detrás que está afectando y que necesitamos atender, tal y como refleja el título.
En el libro insiste en la necesidad de vincularnos con los hijos desde espacios alejados del trauma. Parece obvio, pero quizás no todos los padres/madres tengan en cuenta que deben involucrarse en el proceso.
Claro. Deben asimilar que involucrarse supone poner el cuerpo en toda esta labor, que no es solo estudiar o pedir consejos. Puede haber una parte que quizás sí sea más mental, pero todo lo que supone haber experimentado traumas en las relaciones, que no tienen por qué ser traumas como los que se ven en las películas, relacionados con la violencia, sino que ha habido dificultades en nuestra infancia para que nos transmitan y que nos enseñen cómo poder ir navegando las diferentes activaciones de nuestro sistema nervioso. Es un trabajo en cierta medida corporal de ir reeducando nuestro cuerpo y nuestro sistema nervioso para poder navegar todas estas olas y toda esta activación. Requiere una implicación personal, no no hay atajos ni pautas mágicas, es un compromiso.
Esa dicotomía entre crianza respetuosa y tradicional, ¿existe el riesgo de no establecer unos límites a los menores?
La crianza respetuosa en sí, si la entendemos tal y como es, no hay ningún riesgo, pero sí que es cierto que en determinadas familias se está entendiendo así, el miedo tan grande a hacer daño está generando una inseguridad en los padres para poder poner límites, incluso si son límites que consideramos que son protectores pero al niño o a la niña no le gustan, porque a los niños en general no le gustan los límites. Es cierto que para determinadas personas a la hora de interpretarla o de llevarla a cabo no tengan en cuenta ese tema de los límites o de la autoridad sana, no permitirles decidir ciertas cosas que igual están fuera de su competencia, pero la crianza respetuosa de por sí tiene en cuenta los límites y la autoridad, de hecho parte de ofrecer seguridad, que los niños sepan que hay alguien al mando de una forma respetuosa, alguien que está por encima que le va a cuidar, que le va a ayudar y que le va a proteger.
Una de las ilustraciones refleja a una madre con un supuesto libro titulado ‘Cómo ser una mamá con equilibrio’. ¿Se recurre en exceso a este tipo de manuales?
Seguramente sí. Estamos consumiendo mucha información a un ritmo que no podemos digerir sobre muchos temas. Por ejemplo, los que tenemos hijos leemos sobre nutrición, sobre educación, sobre pantallas, sobre materiales de juegos... sobre muchísimas cosas. Creo que sí, que hemos puesto mucha esperanza en que con la cabeza vamos a encontrar la respuesta. Hay ciertas respuestas que desde luego se encuentran, pero hay un límite y, de hecho, exponerse a tanta información que no podemos digerir, a veces supone un colapso y más inseguridad. Es difícil porque además a través de redes sociales nos encontramos a madres profesionales, familias que parecen perfectas, nos comparamos, no nos damos cuenta de todo el impacto que esta información está teniendo y por eso también la advertencia al principio del libro: esto es una propuesta para acercarnos a otra forma un poquito diferente. No hace falta tragarse el libro, se puede ir despacio, se puede parar... Es también poner un modelo de que la información, toda, tiene un impacto en nosotros y nos puede despertar cosas bastante complicadas. Necesitamos tiempo, cariño y paciencia para poder integrarlo.
En relación al concepto de ‘niño interior’, ¿suele encontrar mucha dificultad en los adultos para, en primer lugar, detectar que esa parte toma el control de las situaciones?
Sí, muchísimo. Ayuda mucho a reducir la vergüenza o la culpa, llegamos a adultos, a veces, con reacciones, sensaciones o comportamientos que nos parecen infantiles, reacciones que nos parecen desproporcionadas. Cuando podemos entender desde dónde están surgiendo, no significa que no nos tengamos que hacer cargo o que no podamos decidir hacer algo con ellas, pero da un alivio. Poner la definición de niño interior es para intentar generar un poco de ternura con esa parte de nosotros que no ha aprendido de forma sana y que necesita ayuda para poder aprenderla.
También pone el foco en los diagnósticos sobre salud mental, critica que muchos de ellos se hacen de forma apresurada. ¿Se debería atender más a la individualidad?
Considero que está habiendo cada vez más etiquetas en niños. No creo que los diagnósticos siempre tengan que ser negativos, soy partidaria de diagnosticar lo menos posible a los niños porque se pueden quedar con una identidad muy estática y se les puede limitar en cosas que no podemos predecir. Además, son cerebros tan plásticos y con tanta sensibilidad a los cambios del contexto para poder aprender que me parece un poco peligroso. Pero, más allá de los diagnósticos, hay toda una historia, nos centramos mucho en el diagnóstico para explicar cuando por lo menos sería necesario igualarlo a poner el foco en el contexto de los niños, en su historia personal, en el contexto relacional, en el contexto socioeconómico... Hay otras cosas que, más allá de ese diagnóstico, se podrían atender para, por lo menos, reducir los síntomas de ese diagnóstico o aumentar el bienestar de ese niño.
Hay una parte en la que habla de la comunicación no verbal. ¿Qué ejemplos concretos serían convenientes evitar a la hora de relacionarse con los hijos?
Hay una delgada línea, evidentemente si estamos enfadados no podemos decir cualquier cosa, pero sí por lo menos tomar conciencia de que estamos enfadados. Muchas veces, siguiendo otras pautas y todos estos libros que hemos leído, hablamos con ellos muy desconectados de lo que nos pasa para decirles “te entiendo” cuando en realidad no entiendes nada, o “no pasa nada” cuando me está dando mucha vergüenza. Hacer un hueco a lo que nos pasa para poder atenderlo o gestionarlo separado de reacciones que van a hacer daño es un curro, es un compromiso complicado. A lo largo del libro hay muchos ejemplos, pero hay que nombrar que cuando hacemos algo muy desconectados de cómo estamos, lo que están percibiendo los niños de nosotros es tan distante que al final en familias que lo están dando todo y están siguiendo todas las pautas pero ven que sus hijos están desregulados y teniendo explosiones constantes, no entienden que esto suceda. Eso sí lo veo en consulta. Parte del trabajo es acercar esta distancia entre quién eres y lo que haces, que haya una cierta concordancia y nuestros hijos nos puedan conocer.
Su libro anterior fue un éxito y se tradujo a varios idiomas. ¿Qué ha sido lo más gratificante en todo este tiempo?
Para mí es muy gratificante ver que es un tema que genera interés y que hay muchas personas que se sienten acompañadas, que sienten esta mezcla entre alivio por comprenderse y, a la vez, querer responsabilizarse del proceso de ir creciendo y aprendiendo otra forma diferente. Quizá me ha llamado la atención la cantidad de hombres que se han puesto en contacto conmigo a partir del libro, que se han sentido cómodos con el tono, comprendidos; escuchar a hombres comprometidos que lo han leído, que se han podido sentir acompañados con el tono del libro y que han querido hacerse responsables de su parte me ha parecido muy gratificante.
Para las personas que lo están intentando hacer, quizás a la hora de leer el libro puede haber una parte un poco frustrante, pero hay parte de encontrar satisfacción, aceptación y paz. Aunque sea frustrante no ser perfectos, existen posibilidades de ir mejorando para vivir una paternidad y una maternidad satisfactorias y generar vínculos suficientemente seguros.