La periodista publica una crónica sobre su padre, Carlos Alberto Montaner, que decidió acogerse a la ley de eutanasia tras ser diagnosticado con párkinson

Gina Montaner:
“No se debería debatir si prevalece la voluntad del individuo o el interés familiar”
El 24 de marzo de 2021, es decir, hace poco más de cuatro años, entraba en vigor la ley que regula la eutanasia en nuestro país, un asunto que vuelve a estar de actualidad por la judicialización de dos casos en Cataluña. Es precisamente ese hecho, el de que se trate de una ley relativamente nueva, lo que da aún más valor a ‘Deséenme un buen viaje’ (Planeta), el libro en el que Gina Montaner firma una crónica familiar y emocional sobre el doloroso proceso de acompañar a su padre, el escritor Carlos Alberto Montaner, quien decidió acogerse a dicha ley.
¿Cuándo decide que toda esta historia tan emotiva se tiene que plasmar en un libro?
Mi padre me pide que lo ayude a principios de 2022. Él ya sentía que la enfermedad avanzaba muy aceleradamente, estaba preocupado. Eso significaba también volver a España, él era ciudadano español, para poder empezar el trámite. Fue un proceso largo, con obstáculos. En los ocho meses más o menos que duró el proceso, yo estaba muy inmersa y muy metida en todo lo que fue cuidar a mi padre para que estuviera bien y, por otro lado, pelear para que lograra morir como él quería. No lo pensé en ese momento, estaba demasiado angustiada con todo el tema, pero una semana antes más o menos de que mi padre muriera tuvimos una conversación paseando muy brevemente al lado de la casa y él me dijo que le parecía que merecía la pena contar la historia por la importancia que tiene. Es un testimonio de cómo se vive un proceso como pedir una eutanasia. En ese momento yo no pude hablarlo abiertamente con él. Muere el 29 de junio de 2023 y a finales de verano me reuní con el editor de Planeta en América, donde se publicó primero el libro, y hablamos de la posibilidad de sacarlo adelante, aunque yo tenía dudas. Tuvimos una muy buena conversación y llegué a la conclusión de que podía hacerlo. Volví a Madrid, me senté a escribir a finales de agosto o principios de septiembre, había fallecido mi padre hace muy poco y de alguna manera fue bueno que lo escribiera con todo tan presente.
A nivel emocional, ¿cómo fue ese viaje de escribir el libro con los hechos tan recientes?
Difícil, muy difícil. A veces me preguntan si es una catarsis; no sirve de alivio porque el dolor, la ausencia y la pérdida es algo que solo el tiempo lo puede atenuar, nunca desaparece. Cuando lo pienso, no sé si pudiera escribir el libro ahora.
“El libro no es una catarsis; el dolor solo lo puede atenuar el tiempo”
Una vez que el libro ya es una realidad algunos miembros de la familia lo habrán podido leer. ¿Qué valoración hacen?
Cuando lo terminé y tenía el manuscrito, quise por supuesto que lo leyera mi madre, mi hermano y mis hijas. Les pareció bien, se sorprendieron creo un poco de cómo yo trencé la historia, ir en las memorias del pasado al presente porque yo no quería que el libro solo fuera un manual de cómo se solicita una eutanasia, sino también las memorias de lo que fue vivir con mi padre, un hombre interesante, un hombre que siempre fue una aventura, un intelectual, un periodista con una vida muy interesante. Quise trenzar ese viaje vital con ély luego también el último tramo de su vida para que pueda acogerse a la eutanasia. En el libro yo abordo el tema de que para mi madre le fue muy difícil, ella tenía una resistencia, algo que no evito en el libro, lógicamente en una familia esto siempre es complicado. Ella aceptó estar en un segundo plano para yo poder ayudar a mi padre.
El libro tiene el interés de un testimonio con una ley muy nueva, hay muy poco o casi nada escrito en español sobre vivir un proceso de esta naturaleza. Actualmente el debate está muy vivo, de hecho tenemos dos casos ahora judicializados en Cataluña y que sientan un precedente peligroso con respecto a tener una ley, cumplir todos los requisitos, acabar en un juicio y que se discuta si puede primar más el interés de la familia que la voluntad del individuo. Ahí sí, defiendo la voluntad del individuo, porque yo tuve que defender a mi padre.
Quizás una de las cosas más difíciles en este tipo de situaciones es saber que hay una fecha y una hora concreta.
Sí, eso es muy duro porque como familia, de alguna forma, vivimos un duelo anticipado, no es lo mismo que tener una persona que está enferma y no sabemos cuándo va a fallecer, sino que mi padre estaba enfermo pero no estaba agónico, eso es parte de su lucha, morir con autonomía, no morir dentro de lo que sería cuidados paliativos, esa fue la gran discusión con el médico. Entonces, estar con alguien que pudiera haber vivido incluso unos meses más con cierta calidad de vida pero llegar a ese momento en el que él mismo eligió la fecha fue muy duro. Fue un desgaste emocional y luego, como tuvimos que pasar por unos cuantos obstáculos, mi familia vive en diferentes lugares del mundo, mi hermano en Los Ángeles, mis hijas una en Nueva York y otra en Washington, mi sobrina vive en Dinamarca... estábamos todo el tiempo sin saber en qué momento íbamos a poder reunirnos todos para que se despidieran de mi padre. Eso provocó un poco de angustia.
¿Cuáles han sido las mayores trabas legales que se han encontrado?Tenemos una ley, es muy clara en cuanto a quién puede acogerse a la eutanasia, es muy específica, mi padre cumplía los requisitos, pero luego está toda la parte subjetiva, la decisión depende de otros seres, médicos, que son como tú y como yo, que tienen sus filias y sus fobias, con dudas. Creo que el problema fundamental es la falta de información, la falta de educación, de preparación para los médicos, verdaderamente ahondar en lo que significa discutir todo lo que es la deliberación con el paciente y entender bien la ley, que en ningún momento dice que tú tienes que estar en un estado avanzado. Creo que muchos confunden que tienes que estar en un estado depauperado o entrar en paliativos, les cuesta entender que quieres tal vez morir con la mayor autonomía posible. Ahí fue la gran discusión. Falta información, preparación y entrenamiento de los médicos ante esta ley nueva, también incluso de los ciudadanos, tenemos algo que es el testamento vital, que está ahí para todos y que no nos informamos, ni siquiera nosotros sabemos ejercer debidamente nuestros derechos.
Antes comentaba que, por un lado, estaba el proceso de acompañar a su padre y, por otro, también pelear contra todas estas trabas. ¿En algún momento surgió la duda de si se iba a poder cumplir la voluntad de su padre?
Sí, está en el libro. A mi padre no lo atormentaba a morir, sino esto. De hecho su gran preocupación y en los momentos en los que sintió desaliento era cuando pensaba que esto no iba a salir adelante. No quería morir postrado en una cama y con demencia, se negaba a eso. Fue una de las conversaciones más duras que tuvimos con él y aparece en el libro, ese momento en el que hablábamos sobre si eso no salía adelante, qué se podía hacer. Pensar en alternativas oscuras, solitarias, duras, que además mi padre ya no tenía la capacidad, nosotros no podíamos acompañarlo en eso, ni queríamos. Derecho a Morir Dignamente nos ayudó y nos asesoró mucho todo el tiempo. Fernando Marín, que fue la persona que más nos orientó, siempre le dijo a mi padre que confiara porque sí cumplía los requisitos.
En este debate que se establece en el libro entre vida y muerte, a título personal, ¿qué le ha dejado todo este trayecto?
Me ha dejado unos meses extraordinarios con él. Vivir eso me hizo reflexionar mucho sobre lo que significa acompañar a alguien en el tramo final de su vida, acompañarlo bien, más allá de la eutanasia, no tiene nada que ver, creo que a veces las familias no piensan bien lo que significa acompañar a alguien a ese final. Por otro lado, también aprendí, con mucha humildad, a enfrentar algo que es la muerte o estar cerca de la muerte y respetar a alguien que quiere morir en sus propios términos, anteponer cualquier sentimiento que teníamos muchos de quererlo retener, que al final es más egoísmo, simplemente entender que parte del amor es también dejar que una persona se vaya.
“Entendí que el amor también es dejar que una persona se marche”
En el libro se incluye un capítulo póstumo escrito por su padre que se publicó unos días después de su fallecimiento. ¿Se imaginaban que iba a tener esa repercusión?
La verdad es que no. Creo que él se fue de este mundo sin imaginar la repercusión que tuvo. Él muere el 29 de junio, un jueves, al día siguiente sacamos un comunicado de prensa y el lunes salió el artículo. En ese artículo, algo que era muy de él, era un hombre que defendía mucho la libertad individual, cuenta el proceso, cuenta por qué lo quiere hacer y dice algo así como que invita a debatir de una manera civilizada el derecho a la muerte asistida.
En los últimos capítulos también menciona que ese tiempo le regaló a usted la posibilidad de echar raíces en un sitio. ¿Ha ayudado eso a que todo este proceso no sea sólo sinónimo de tristeza?
Yo crecí aquí, en España, somos una familia de exiliados, que siempre hay un sentimiento de desarraigo fuerte. Por razones laborales viví mucho tiempo fuera de España, siempre quería volver, se adelantó todo por la situación de mi padre. De alguna forma eso también fue un regalo, porque volví quizá un poco antes de tiempo y me alegro mucho de haberlo hecho. En ese sentido el libro es un viaje completo, es el viaje vital con mi padre, crecer con mi padre, con mi madre, una vida interesante, el viaje último de mi padre y el viaje de regreso a Madrid para quedarnos aquí, que es donde llegamos, donde se nos acogió y donde yo encontré mi sitio.